La relación entre la dirección del Partido Popular (PP) y su candidato a la alcaldía de Barcelona, Josep Bou, siempre ha sido intermitente. Han pasado a menudo del amor al odio, de la adhesión total a la discrepancia absoluta, de divisar un futuro idílico a poner en entredicho su continuidad.
Desde que fue designado candidato con el visto bueno del defenestrado Pablo Casado, Bou ha tenido detractores que han aprovechado algunos momentos para dinamitar el binomio PP-Bou. Él tampoco lo ha puesto nada fácil. Desautorizar declaraciones de dirigentes catalanes o estatales del PP, o guiñar el ojo a otros partidos como Cs y Vox para dejarse estimar e insinuar que podría cambiar de siglas, ha sido una constante en él durante estos últimos años.
Y cuando parecía que con el cambio a la cúpula española del PP su nombre podría repetir a las municipales, llega la polémica por el incendio de su coche (que hizo pasar por un ataque de okupas radicales, a pesar de que los informes policiales señalaron como causa un fallo mecánico) y abre una nueva incógnita. El PP de Alberto Núñez Feijóo no tiene nada claro si quiere tener alguien como él liderando el partido en Barcelona.
