Xavi y Laporta pueden condenar al Barça a otra temporada trágica

No quieren enfrentarse al poder de las ‘vacas sagradas’ y amenazan con perpetuarlo traspasando a Frenkie de Jong, Memphis o Nico para poder pagar sus fichas desorbitadas

En un intervalo de escasamente 24 horas se confirmaba la necesidad de vender BLM, la sociedad propiedad del club exclusivamente dedicada al retail, y la posibilidad de que finalmente este verano deba salir alguno de los jugadores con mercado, Frenkie de Jong (foto) o Memphis Depay también por necesidades vitales de una junta directiva que sigue gestionando el club sin visión ni ningún plan, con errores evidentes y siempre bajo la presión y la emergencia de situaciones que son ciertamente evitables.

Lo sorprendente no fue que el viernes se conocieran los detalles de una operación, la venta del 49% del accionariado de BLM, pues el cierre del ejercicio actual, sin pérdidas, requería una medida de este tipo, extrema para salvar los muebles, o sea para no empeorar aún más el balance de un presidente que estaba en camino de situar el déficit acumulado de sus primeras dos temporadas en casi 600 millones. La revelación, triste y decepcionante, fue que el propio entrenador, Xavi Hernández, reconociera durante la rueda de prensa del sábado que, a la vista de los problemas estructurales producidos por la gestión de la junta, principalmente provocados por la escasez de recursos, el agotamiento de las expectativas de deuda y el estrecho margen salarial para fichajes, uno de sus futbolistas considerados absolutamente necesarios para su proyecto, los dos holandeses Frenkie de Jong o Memphis Depay, estaban en venta para compensar un mal ejercicio económico.

Las ventas, además, se han de producir con carácter inmediato, antes del 30 de junio, en el peor escenario posible para negociar un traspaso, pues el club vendedor ha enseñado sus cartas y admitido sus prisas. Cuando se añade a este cóctel tan peligroso un límite de tiempo el resultado no suele ser bueno.

Los cantos de sirena sobre el interés de determinados clubs, sobre todo desde la Premier, por el holandés Frenkie de Jong, han empezado a circular paralelamente estimulados desde el propio entorno de la junta, el staff técnico y la prensa. Laporta ha vuelto a recurrir al control de los medios para provocar y generar un estado de opinión que no convierta en un adiós traumático la venta del futbolista holandés, que había de ser el relevo de Sergio Busquets y el líder de una nueva expresión futbolística.

Lejos de realizar un análisis y un enfoque completamente distinto, orientado a presionar a los jugadores de más edad, coste y rendimiento cuestionables como ocurre con las ‘vacas sagradas’, la ecuación final indica que para mantenerlas, poder pagar sus contratos estratosféricos y tenerlas felices, sin ganas de alboroto en el vestuario, hay que deshacerse de los futbolistas con una mayor proyección y futuro. También se habla de darle el pasaporte a Nico, otro centrocampista interesante y muy valioso que ha dejado de aparecer en las alineaciones por la presión de esos mismos futbolistas veteranos con los que nadie se atreve, ni Xavi ni Laporta ni nadie.

El entorno mediático, por su parte, calla y contribuye un año tras otro a perpetuar el ritual de proteger y validar a aquellos futbolistas que fueron ciertamente extraordinarios, pero que hoy representan la decadencia de un equipo que apenas gana títulos y que celebra como un gran logro la clasificación para la Champions.

En el pasado, en los tiempos de Josep Maria Bartomeu, el vestuario llegó a dominar la dinámica de las renovaciones (millonarias) y de los fichajes como los de Suárez o Coutinho, reivindicados por los propios futbolistas que, cuando llegaba un intruso como Griezmann -una obsesión de Valverde- le hacían el vacío. Más o menos el calvario seguido por Frenkie de Jong o Nico, por poner solo dos ejemplos de jugadores a los que se les acaba condenando su talento y entusiasmo. Ni siquiera Xavi puede poner orden cuando los ‘veteranos’ frenan el ritmo de sus compañeros más jóvenes para poder seguir el ritmo y aguantar los 90 minutos.

La prensa en general es corresponsable de estos terribles estertores del que fue el mejor equipo de la historia, liderado por Messi, presionando a favor de esos jugadores de leyenda, hoy ‘vacas sagradas’ con una media de edad que ya no es competitiva, a la hora de renovar y de consumir los recursos del club por encima de sus posibilidades reales. Por esa inercia de ir contra Bartomeu, los medios dedicaron escandalosos titulares y artículos de opinión exigiendo la continuidad de una serie de jugadores, del mismo modo que presionaron hasta lo indecible cuando, tras la fuga de Neymar, para que ese vacío lo ocuparan nuevos cracks, al precio que fuera y con urgencia.

Nadie mejor que Xavi sabe cómo se fueron del Barça Iniesta y él mismo, cobrando un año más de contrato, sin jugar y con la carta de libertad en la mano, a cambio de no provocar malestar en el vestuario por la suplencia que se les venía encima. En ningún caso aceptaron ser traspasados con beneficio para el Barça.

Sus ‘herederos’ como Piqué, Busquets y Jordi Alba ni siquiera se han planteado la opción de irse a firmar su último contrato en el Medio o el lejano Oriente. No les viene bien cambiar de aires ni trasladar a toda la familia y además han aprendido el sutil arte del chantaje para renovar en el momento oportuno y la coyuntura mediática favorable.

El campeón del mundo de este nuevo ‘deporte’, Gerard Piqué, vio la oportunidad en plena pandemia rebajándose dos millones una temporada a cambio de firmar por 30 y 40 millones las dos siguientes.

Xavi ha perdido de entrada esa batalla, condenando al club a una larga y todavía más traumática la transición de ese gran equipo.

Pudo acabarse de repente, o más apresuradamente si, con la patada a Messi, también se hubieran adoptado estrategias para retirar al resto. Parece que Leo, equivocadamente, era el problema. O al menos eso le dijo Piqué a Laporta, que echándolo se solucionaba el problema del fairplay financiero. Está claro que se ha malinterpretado lo dicho por Piqué sobre el adiós de Messi: “Ese día lloré…”. Está claro que fue de alegría.

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