Laporta busca desesperadamente una nueva afición que llene el Camp Nou

La mala temporada y el desastre social vivido ante el Eintracht auguran malos tiempos, mientras la junta se ha reunido con los grupos de opinión para seguir su política mediática de anestesiar cualquier discrepancia o reivindicación

El Camp Nou se ha vuelto un espacio menos atractivo para el socio y para el aficionado en general, en parte también porque existe un aumento de la inseguridad. La trágica noche el 14-A frente al Eintracht desnudó las muchas deficiencias que se han ido acumulando en el primer año de gestión de una directiva con muchos deberes acumulados.

Esta semana el club ha realizado, en principio con la idea de empezar a resolver ambas cuestiones, dos reuniones, una con los grupos de opinión y de animación y otra con altos cargos de seguridad de Mossos d’Esquadra. Sin embargo, la peligrosa tendencia de esta junta a priorizar la gestión mediática por encima de actuar con una verdadera actitud de preocupación y de resolución de los problemas obliga a poner en cuarentena y sospechar que se trata sobre todo de nuevos pasos en falso.

La prueba es que, tras los evidentes y estrepitosos fallos en todos los ámbitos que permitieron la invasión de 40.000 seguidores alemanes, casi un mes después la junta no ha adoptado ningún tipo de medidas, sólo algunas de tipo más cosmético, dejando las cosas tal y como estaban, principalmente manteniendo a todos los ejecutivos y agencias de reventa en su sitio, sin alteraciones ni en las jefaturas ni en las estructuras. El motivo también resulta obvio, pues Ticketing y Seguridad no hicieron otra cosa que seguir las instrucciones de un alto staff ejecutivo en el que la cabeza visible es el propio presidente Joan Laporta.

La lluvia de quejas y de críticas en aquel momento, inevitables y contundentes por parte de los socios, fueron hábilmente sofocadas desde la directiva y el aparato de comunicación con la nunca bien ponderada y cómplice reacción de la prensa en general. La réplica consistió en convertir a la propia junta directiva en víctima y solidaria con la indignación y la vergüenza generales y en frenar la marea de críticas con la promesa de adoptar medidas y de dar la cara con toda la información y detalles de lo ocurrido.

En ningún caso, como habría ocurrido contra Josep Maria Bartomeu, se solicitaron ni exigieron otras medidas drásticas, incluida la petición de dimisión de los responsables, fueran quienes fueran. En el argumentario del voto de censura contra Bartomeu. en otoño de 2020, se incluyó como un motivo fundamental y gravísimo en su contra el propio hecho de poner en el mercado, controladas, sin intermediario ni reventas, aquellas entradas liberadas por los socios a través del Seient Lliure. No parece que hechos verdaderamente más graves se midan con el mismo rasero.

Los mismos grupos de opinión y de animación que clamaron por esa práctica a  favor de los intereses y beneficio del club cuando gobernaba otra directiva han adoptado ahora una vergonzosa actitud de protección y de colaboracionismo doblemente injustificables, pues no sólo no se atrevieron a censurar y denunciar de forma abierta e indiscutible el atropello a los socios más grave de la historia, con evidente riesgo físico, además de las vejaciones sufridas, sino que levantaron el dedo para anunciar que se ponían a disposición de la junta para mejorar la asistencia al estadio.

Así lo han hecho esta semana Seguiment FCB, Dignitat Blaugrana, Compromissaris FCB, Transparència Blaugrana, Noies Twitter FCB, El Senyor Ramon y Un Crit Valent, junto con Cor Blaugrana completando ese quintacolumnismo que fue en su día uno de los peores enemigos de Bartomeu, ahora convertido en una especie de guardia pretoriana del laportismo.

¿A cambio de qué? La versión oficial habla de una reunión “con el trasfondo de lo que pasó el día del Eintracht”, aunque con una perspectiva mucho más relajada: “El club es consciente que, desde la pandemia, la asistencia al Camp Nou de los abonados ha disminuido y, lejos de mejorar, se ha cronificado”.

La directiva estuvo representada por Maria Elena Fort, Josep Ignasi Macià i Juli Guiu, o sea ni rastro de ese vicepresidente del área social, Antonio Escudero, otro de esos directivos florero de Laporta de los que, si puede, se evade hasta de las asambleas porque tiene cosas más importantes que hacer los fines de semana. La reunión, según las fuentes oficiales, sirvió sobre todo “para identificar dos grandes problemas: que el abonado no va y el problema de la reventa. Dos problemas donde el club quiere encontrar soluciones de cara a la próxima temporada, así como que el nuevo Camp Nou vuelva a acercarse a una media de 70.000  personas”.

En realidad, se produjeron pocos o más bien ningún avance, más allá de promesas que, inevitablemente, se irán incumpliendo una detrás de otra, puesto que la prioridad de la junta es recaudar todo el dinero posible vía Ticketing, especialmente a partir de que empiece la temporada próxima, quizá con algún fichaje competitivo y gracias a ese “reset” anímico que todo barcelonista realiza como un ritual a primeros de agosto.

La cuestión de fondo, principal y urgente, radica ahora mismo en cómo gestionar los 23.000 abonos afectados por la moratoria propuesta el año pasado a los socios que, por razones económicas, se acogieron a la posibilidad de no pagar ni disfrutar de su localidad durante la temporada 2021-22, teniendo asegurada la posibilidad de recuperar la normalidad a partir de la siguiente.

Esa “normalidad” debería incluir el funcionamiento del Seient Lliure, que se ha convertido desde hace ya bastantes años en una fórmula segura para la financiación de prácticamente la totalidad del abono. Esa es el arma de doble filo que, por un lado, más miedo le da a Laporta puesto que contar con 23.000 asientos para vender o revender descontroladamente son una tentación irreprimible. 

Por otra parte, su devolución a los socios que siempre fueron los titulares no deja de representar una limitación contraria a ese clientelismo que en realidad se percibe internamente como ya se demostró los días antes del Eintracht, cuando desde las oficinas se lanzó el ruego desesperado a los socios abonados para que liberasen sus localidades sin contraprestación ninguna. La demanda era tan bestia, plenamente consciente de que procedía de seguidores alemanes, que la propia junta buscó asientos hasta debajo de las piedras.

Los grupos de opinión aludidos, sin embargo, han preferido no criminalizar ni penalizar la imprudencia temeraria cometida por una directiva que, como ha hecho con unas cuantas “penyes”, está ofreciendo entradas gratuitas y privilegios a esos colectivos afines, los verdaderos “guerrilleros” del voto de censura contra Bartomeu, a los que toca volver a anestesiar convenientemente en estos momentos de impopularidad, vacío y desencanto por razones más que evidentes. 

Ha salido mal hasta el cartucho de Xavi Hernández, cuando se ha pretendido ofrecer al barcelonismo un infundado ‘¡Hemos vuelto!’, por la sencilla razón de que quienes mandan en el vestuario siguen siendo los mismos protagonistas de los últimos años de decadencia deportiva. 

Contradictoriamente, sin embargo, se ve que la solución es vender a Frenkie de Jong para seguir alimentando la voracidad de las ‘vacas sagradas’.

La otra cuestión debatida con Mossos d’Esquadra, concretamente con su Brigada Móvil y la de la región policial Metropolitana de Barcelona (RPMB), es la reacción a la detección de un aumento de acciones violentas protagonizadas por grupos radicales contra seguidores de ambas aficiones. Los incidentes más graves registrados fueron el 10 de marzo, contra el Galatasaray, con agresiones indiscriminadas con armas prohibidas y objetos contundentes en las cercanías y accesos del estadio, con resultado de un agente herido.

 El 14 de abril, el día de la visita del Eintracht de Frankfurt, también fue especialmente violento. A raíz de estos hechos, se abrió una investigación policial para determinar los autores de los ataques y hasta ahora se ha detenido a dos personas. En los momentos previos al partido, los efectivos policiales detectaron escondida una bolsa de grandes dimensiones llena de bastones y otros objetos contundentes, como por ejemplo bates de béisbol. No ha trascendido, sin embargo, que también dentro del estadio se produjeron incidentes de todo tipo contra socios del FC Barcelona, entre otros motivos porque, para ahorrar, se ha rebajado el contingente de seguridad. 

Y así seguirá siendo, mientras Lluís Miquel Venteo y la misma directiva que lo ha nombrado, con la bendición de quien manda en esta área, el ex-cuñado de Laporta, Alejandro Echevarría, le sigan viendo más ventajas que inconvenientes a una estructura del todo insuficiente e ineficaz. En este departamento, también los intereses y las prioridades son otras. 

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