«Si optas por el reformismo, al menos hay que apurar las cosas en sentido positivo»

Entrevista a Joan Ferran

Joan Ferran

Licenciado en filosofía, escritor, y militante del PSC. Ha trabajado en la Enseñanza, fue diputado en el Parlamento de Cataluña y ha publicado una decena de libros. Entre ellos, “Bajo el murmullo de los alisios” (Ediciones Hildy), un relato histórico sobre la transición en Canarias. Ahora, sale a las librerías “Flores de arcén” (Ediciones Hildy)


Flores de arcén, tímidas, olvidadas… Casi nadie se fija en ellas, pero ahí están.

El libro podría tener diferentes lecturas. La primera es una persona que llega a una edad avanzada, super-activista en política, que se encuentra con la jubilación. Lo que era una actividad frenética deja de serlo, como las llamadas por teléfono, las manifestaciones de devoción… La opinión, las críticas, ya no cuentan. Una reflexión, en fin, de la llegada del tiempo de júbilo, y con ella un cuestionamiento de si lo que has hecho hasta ahora ha valido la pena o no. 

Otra lectura de las “Flores de arcén” pasa por las personas, situaciones, momentos, sensaciones… de una gran metrópolis. No solo ésta, Barcelona, sino otras de cualquier lugar del mundo. Cosas que están ahí, a la vista de todos, pero que no producen grandes cosas, ni son noticia, pero resultan consustanciales al sistema. Un indigente, los sin-techo, prostitutas…, que no provocan gran malestar, ni altercados políticos, pero están ahí. Pasamos a su lado y no las vemos, como las flores de arcén…

¿No las vemos, porque quizás ni miramos?

El libro no está escrito con ninguna voluntad lastimera o sensacionalista. Todo lo contrario. Paso cotidianamente al lado de una rumana que, desde hace años, está en la misma esquina de Gran Vía con Rocafort. Y así veinte personas, como la que lee el tarot en el mercado de Sant Antoni: el sicólogo popular de la señora María, que va a comprar al mercado y se hace echar las cartas. Son estos retales humanos, que quedan al margen, pero que observados de cerca resultan altamente significativos.

Las flores de arcén son retratadas, en fin, de modo singular, caso a caso. Sin embargo, como ocurre con el jubilado, resultan extensibles a muchas otras personas en situaciones similares…

Si, desde luego. Cuando empecé a escribir esto pensaba que tendría un carácter más intimista, particularizado, pero resultó que algunos lectores, críticos, interpretaron el libro como algo contra la Barcelona de Colau, por ejemplo. Le daban una dimensión política, y yo pensé que sí; que el hecho de hablar de injusticias, la tiene. Pero no se trata, desde luego, de acusar de ellas a Colau, porque hace 50 años y más ya existían. En todo caso, se le puede acusar de no actuar con la suficiente contundencia para corregirlas.

¿Cómo te has acercado a tus flores de arcén? ¿Has ido a buscarlas? ¿Las has estudiado? ¿Fotografiado?

Con la señora rumana he hablado varias veces. El tunecino me explicó toda su vida, compartiendo espacio con unos sirios, que le exigían que se fuera de casa antes de las 8 de la mañana y no volviera hasta las 10 de la noche. Vive de limosna, de lo que le dan de comer por la calle… Con él he hablado sobre el Islam, la vida en su país… Dice que intenta buscar trabajo y no lo encuentra, pero también te das cuenta de que ha hecho de la situación su modus vivendi. El bar de la plaza también es verdad. Un chiringo pequeñito al que van turistas, donde hay un camarero que se comunica con los clientes. Este factor humano relacional que en Barcelona existe menos que en otros sitios, como Canarias, Madrid o incluso en el norte, donde la gente es más coloquial. Quise hablar de esto porque hay una serie de circunstancias que las percibes. Hago también una reflexión sobre en qué ocuparse a partir de una determinada edad. Dicen que no te haces viejo si sientes curiosidad. Esto está bien, pero, además, envejeces menos si eres capaz de indignarte. Por ejemplo, a veces oigo cosas en TV3 que me indignan, y eso quiere decir que estoy vivo.

Curioso por antonomasia es lo que en francés se conoce como flaneur; paseante abierto a todas las vicisitudes e impresiones que le salen al paso. ¿Es consecuencia de algo de esto las Flores de arcén?

En otras cosas que he ido escribiendo siempre había una carga partidista, politizada, digamos, pero esta vez no tanto. Hay una visión más social, preocupada, humanista. Es otra circunstancia que abunda más en esto, porque los grandes movimientos salvadores, las utopías, por las cuales la gente se dejaba matar, han saltado mucho por los aires. El deterioro de los propios partidos políticos, de la política en general, la crisis de la militancia es bastante evidente. 

¿El desarrollo de la libertad, del conocimiento, las nuevas formas de vivir, no estarán quizá contribuyendo a que las personas nos estemos de algún modo, digamos, esponjando?

Si, relativizamos mucho más las cosas. Es bueno, desde luego, aunque en medio de ellas también nacen monstruos. Por ejemplo, los conatos que podríamos llamar de nuevo fascismo. El canon de una extrema izquierda, llamémosla antigua, sostiene, en el fondo, que las nuevas luchas, como el feminismo o el ecologismo, cuestionan o compiten con la esencia, el sentido, de la acción por la justicia social. Pero, para bien y para mal, a la causa histórica de la izquierda se han sumado otras, que distorsionan a quienes se encuentran anclados en respuestas automáticas del pasado. 

¿De hecho, y cada vez más, no se entiende y cabe la posibilidad de ser distintas cosas a la vez, intercambiando incluso la jerarquía de prioridades?

Yo era diputado cuando el PSC tuvo que votar sobre las corridas de toros. Como era animalista desde pequeño, voté en contra del sacrificio y el maltrato animal, junto a Toni Castells, y en contra de la posición de Montilla, que consideraba la iniciativa una maniobra anti-españolista de ERC. Pero en la historia de la política hay algo de efecto péndulo. Si exageras mucho las notas, en el tema LGTBI, feminista, animalista, ambientalista, por ejemplo, el péndulo va hacia el otro lado y hay gente que se polariza en lo contrario, porque consideran amenazadas sus formas de vida, su visión de las cosas… Y enseguida aparecerán fórmulas políticas que se apropiarán de ello. Hay que andar con cuidado con cosas que pueden justificar reacciones muy primarias.

Efecto péndulo que, en ocasiones, puede retrotraernos a épocas muy oscuras, casi olvidadas en el devenir humano…

Es especialmente preocupante que la reacción no sea solo política, sino también anímica, social. Algo que es muy pernicioso para la convivencia, como pone de manifiesto el aumento de las agresiones y la violencia. 

¿Entre las Flores de arcén, hay alguna que llama especialmente la atención?

Me llamó mucho la atención un chico que estaba por Portaferrissa, con su perro y un cartel de “Yo vivo en la calle”. Frente a él, un escaparate con un buda orondo… Otro personaje, que se llama Marcos, está desde hace un montón de años en la calle que va de La Rambla hasta la plaza del MNAC, al lado de la librería La Central. Siempre leyendo. Un lector empedernido, con su cerveza, que duerme allí mismo, en el suelo. Se ha deteriorado mucho en los últimos meses, pero sigue dando conversación. Habla de cualquier cosa y, al cabo de un rato, te pide dinero… Marcos, el tunecino, la mujer rumana, la chica china de masajes, que está un tiempo y las cambian. Mafias, trata, prostitución, blanqueo… Cosas que percibes y no se atajan. 

La urgencia y la magnitud de algunos problemas o los intereses en juego parecen marcar la agenda de la política con mayúsculas, y lo aparentemente pequeño o que se ha convertido en costumbre no cuenta…

Hay otros personajes en el libro. Por ejemplo, el chaval que rompe escaparates o quema contenedores, existe. Hijo de arquitecto de clase media, con dinero, radicalizado más allá de la CUP. En conjunto, una veintena de casos, cortos, que dan para hacer un libro con cada uno de ellos. También yo me retrato, claro, en las Flores de arcén. En definitiva, todo ello es inherente al sistema, y lo que le pediría a la política es que dedicara una atención mayor a todo esto. Si la revolución, como la entendimos, no es ya posible, porque no hay un sujeto histórico capaz de llevarla a cabo, a no ser que hagamos caso a Toni Negri; si optas por el reformismo, para también ser de algún modo gestor del capital, al menos hay que apurar las cosas en sentido positivo, tratando de ser lo más humano posible.  Que el dolor sea el mínimo, y para eso hay que hacer política, gastar dinero. Teniendo en cuenta que las líneas rojas entre reforma y revolución no son tan claras en los resultados finales. Cuando Fernando Claudín, al que se le acusaba de reformista, socialdemócrata…, se peleó con Carrillo contestaba que la revolución es un proceso.

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