Laporta tendrá que vender jugadores para evitar más pérdidas

A menos de dos meses para cerrar el ejercicio, las 'palancas' económicas prometidas, como CVC y la venta de Barça Studios o de BLM, parecen cada vez más alejadas y poco eficientes

Joan Laporta

La asamblea azulgrana del pasado mes de octubre aprobó un presupuesto de 765 millones de euros de ingresos, 82 millones de ellos procedentes de la venta de jugadores y de la reversión de 45 millones de dos futbolistas considerados prescindibles el pasado verano, Antoine Griezmann y Francisco Trincao.

La posibilidad de vender futbolistas cerrando operaciones pendientes no sería suficiente para cerrar un ejercicio con las peores perspectivas, que además se vuelve problemático y acuciante cada día que pasa.

A falta de menos de dos meses para que finalice el ejercicio, la presión para incrementar los ingresos, para la activación de lo que ahora se ha denominado palancas económicas, se está volviendo insoportable. Se habla cada vez menos de cerrar un acuerdo con CVC precisamente porque, aunque parece una inyección de dinero sencilla de aplicar y eficiente para aliviar la falta de recursos y parte del desequilibrio en el balance y, también, para reducir el estrecho margen salarial de La Liga -negativo en 144 millones-, el propio Joan Laporta y su escuálido equipo financiero y económico lo han complicado tanto que ahora se ve como una opción cada vez más lejana.

Laporta no lo acepta como lo que es, un préstamo para un 10% de los derechos de televisión futuros que, por su parte, están dados en garantía a Goldman Sachs para el préstamo de 595 millones gracias al que se sostiene hoy la tesorería azulgrana. Las fórmulas propuestas han sido analizadas y, aunque pudieran llegar a aceptarse entre el Barça y CVC, existen dos cuestiones de fondo que las frenan. Los propios clubes beneficiarios del fondo deben aprobar la admisión del FC Barcelona, ​​que no sería una tarea sencilla, y debería resolverse el hecho absolutamente contradictorio y relevante de la demanda ante los tribunales interpuesta por el Barça contra el acuerdo de La Liga con CVC, junto al Real Madrid y el Athletic de Bilbao. Sin una renuncia del Barça, no hay recorrido posible para seguir formando parte de este tripartito, y menos aún perteneciendo al otro tripartito, con la Juventus y Real Madrid, empeñado en que el proyecto de la Superliga sigue siendo viable.

El Real Madrid, además de dominar la Liga y de haberse clasificado para jugar la final de la Champions League, controla como quiere los destinos del Barça a través de un presidente como Laporta, al que ha conseguido asfixiar por todos los frentes. En lo deportivo, echando a Messi y Griezmann; y en lo económico, con la colaboración de un presidente que se puso la soga en el cuello cuando tomó posesión del cargo y decidió no adoptar ninguna medida anticrisis durante la temporada 2020-21, y cargó provisiones sin sentido y amortizaciones innecesarias con tal de aumentar este discurso recurrente contra el pasado y contra Josep Maria Bartomeu. Hasta 481 millones de euros quiso incrementar Laporta innecesariamente estas pérdidas, queriendo demostrar, además, que la covid-19 no había sido una causa objetiva de déficit. Esas pérdidas hoy son un lastre insuperable para poder salir a la superficie.

En esta alocada y destructiva gestión del club, sin la guía ni el criterio de un CEO experto -Ferran Reveter u otro-, Laporta ha confirmado el perfil de un presidente que, en su anterior etapa de 2003 a 2010, ya acreditó su nula capacidad de generar ingresos y, por el contrario, una innegable facilidad para estirar mucho más el brazo que la manga. Laporta firmó 47,6 millones negativos en 2010 y, ahora, otros 481 millones. Récord mundial.

Para esta temporada, urgentemente, necesitaría hacer realidad la venta de Barça Studios, una opción interesante en una estructura económica saneada, pero con menos impacto y mayores riesgos cuando se trata de vender a toda prisa, seguramente firmando compromisos inalcanzables a corto plazo. El 49% de las acciones de Barça Studios a cambio de una cantidad -se especulaba con 100 millones de euros- significaría un beneficio directo del 50% de ese ingreso y la aprobación de un plan de negocio a cinco o seis años con fuertes inversiones, para las que la economía de Laporta no está ni mucho menos preparada.

La misma operación con BLM (Barça, Licensing & Merchandising) supondría un paso atrás después del esfuerzo realizado en estos últimos años para recuperar la propiedad y la gestión de las tiendas del club, especialmente la del Camp Nou, y buena parte de la venta on line. En plena recuperación de las ventas después de la pandemia, eso significaría dividir por la mitad los ingresos previstos a partir de la venta accionarial. Por otra parte, difícilmente esta área de negocio estaría abierta a un partner que no fuera Nike, patrocinador con el que el Barça no mantiene la mejor relación en la actualidad.

El último disparate filtrado desde el club es buscar un gran inversor que, además de comerse Goldman Sachs, adquiera todo el negocio no deportivo por una millonada, una salida que equivaldría a vender, de hecho, el 49% del club un tercero, una SA encubierta, pues la toma de decisiones vitales y económicas le sería cedida a cambio de evitar la caída en el abismo al que conducen las políticas domésticas, familiares y provincianas de Laporta.

La salida se reduce a buscar, como mal menor y solución de hoy para mañana, compradores de futbolistas que puedan dejar beneficios. Los casos de Griezmann y Trincao son poesía contable aún menos legítima y más discutible que la que aplicó la anterior directiva en sendas operaciones de compraventa, las de Neto y Cillesen, y Pjanic y Arthur. Cada club le ponía precio a su jugador y, una vez se aceptaban las condiciones, se cerraban las operaciones contando con la aprobación de los jugadores. Al final, en ambos casos, el Barça obtenía un beneficio absolutamente necesario para presentar un saldo positivo del ejercicio.

La posibilidad de que Griezmann y Trincao acaben dando dinero ha pasado primero por una absurda y desconcertante operación consistente en amortizar parte del coste de ambos futbolistas con cargo a la temporada anterior. Es decir: que, voluntariamente, la directiva decidió provocarse unas gigantescas pérdidas, de 481 millones, incluidos 20 millones pendientes del delantero francés y unos 6,2 del portugués. 26,2 millones en total. A partir de ahí, la junta acuerda con el Atlético de Madrid una cesión con opción de compra de 50 millones por el delantero francés, efectiva esta temporada o la siguiente, pero con un pago por la cesión de 10 millones que, sumados, compensarían los 60 millones de amortizaciones pendientes. Como en la temporada 2020-21 se adelantaron 20 millones de esa amortización, esos 10 millones contabilizarían como beneficio. El caso de Trincao es idéntico. El club esperaba que el Wolverhampton comprara al jugador por su precio pendiente y contabilizar como beneficio la parte ya amortizada. Lo peor es que Trincao volverá al club y, por tanto, Adama Traoré regresará al equipo inglés.

Hasta los 82 millones de euros previstos por ventas, al Barça no le queda otra opción que poner en el mercado atractivos futbolistas como Frenkie de Jong, Araújo o Gavi, porque Ansu Fati no está hoy tan valorado como hace dos años, Dembélé acaba contrato y Pedri no está en venta. Y, aun así, es complicado cuadrar el círculo porque, en el caso de Frenkie de Jong, restan 32 millones por amortizar y el futbolista cobra una ficha a la que difícilmente podría acomodarse otro club. Eso sin olvidar el complicado futuro de Coutinho, que termina contrato en 2023.

No sería un panorama desalentador para una junta que hubiera hecho bien los deberes, hubiera sopesado las mejores soluciones y hubiera diseñado un plan eficiente, equilibrado y armónico. Como además Laporta y su junta no trabajan al ritmo necesario, todo se acomoda, se deja para el final y ahora toca correr. Peligro.

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