Laporta sí recurre a las Penyes para disimular la baja asistencia del Camp Nou

Repartió miles de entradas gratuitas ante el Mallorca para prevenir el impacto que pudiera tener otro mal resultado y compensar el alirón del Real Madrid del día anterior

La directiva de Joan Laporta ocultó premeditadamente su estrategia para conseguir que, en el último partido en casa contra el Mallorca, el ambiente y la asistencia en el Camp Nou no reflejasen el evidente disgusto y la decepción social como consecuencia de las tres derrotas previas encadenadas en casa por el equipo de Xavi Hernández ante el Eintracht Frankfurt, Cádiz y Rayo Vallecano.

Ante la perspectiva y el temor a otra derrota y en prevención de que los socios abonados dejaran de acudir masivamente a un partido como el del domingo pasado, sin ninguna trascendencia positiva para la afición, entre directivos, círculo y entorno del presidente y las Penyes que se han desmarcado de la Confederació Mundial, se repartieron miles de entradas gratuitas.

Como resultado de esta acción, la entrada se cifró en 62.789 espectadores, menos de 60.000 si se aplica la información confirmada por el propio club en el sentido de que las más de 3.000 personas acreditadas para la totalidad de los servicios (accesos, seguridad, atención y control interno, restauración, etcétera) se cuentan en el total.

Los expertos y los asistentes habituales confirman que, en efecto, la grada estuvo poblada mayoritariamente por un público de paso, turistas en su mayoría y una acentuada presencia de un perfil de espectador local, barcelonista en diferentes grados, procedente de poblaciones de toda Catalunya gracias a esas entradas puestas en circulación a través de las Penyes laportistas.

La promoción, además de perseguir una entrada menos pobre, buscaba responder al encuentro de Penyes convocado por la Confederació Mudial de Penyes con el objetivo de dar a conocer a los suyos los detalles, motivación y necesidad de presentar demandas judiciales contra el atropello sufrido por la directiva.

Laporta ya venía autorizando y alentando el reparto de entradas entre aquellos “penyistes” y Penyes que están de acuerdo en que desde la junta se dé un trato sectario, desproporcionado y desigual a determinadas Penyes siempre y cuando sean ellas las beneficiarias de privilegios como paquetes de entradas gratuitas para repartir entre  su entorno más cercano y unas pocas entradas VIP o incluso de palco, o sea con canapé y bebida asegurada, para los presidentes de estas Penyes que voluntaria y públicamente se han segregado de la Conferació Mundial.

Aquellas que han sido las primeras en traicionar a su propio colectivo no sólo se aprovechan de un cupo de entradas que, por ejemplo, se niegan o no se reparten entre los socios en lista de espera sino que, en buena parte, acabaron en la reventa y proporcionando una oportunidad de negocio personal para muchas personas del todo ajenas emocional y sentimentalmente al barcelonismo. Otra forma de fomentar la cultura de la reventa.

Una estrategia del todo opuesta a la que, cuando miles de socios fueron sancionados por la directiva de Josep Maria Bartomeu como resultado de una histórica redada contra la reventa de abonos, fue aplicada a los carnets aprehendidos. En su totalidad y mientras duró la sanción fueron asignados a socios en lista de espera de forma gratuita.

Laporta, por el contrario, ha abundado en su línea de prescindir y aislar cada vez más a los socios y comprar la voluntad de ese otro público predispuesto a participar de las fiestas, como los partidos del Femení en el Camp Nou o de la Liga si les llueven del cielo unas entradas como las del Barça-Mallorca.

Tal fue el despilfarro de ese reparto que bastantes horas antes del partido hubo que colgar el cartel de ‘no hay entradas’, pudiendo establecerse, sin demasiado margen de error, que las localidades ocupadas por espectadores con abonos (socios o no, pues no funciona el Seient Lliure), no superaron ni mucho menos las 25.000, en el cálculo más generoso.

También es evidente que, cuando conviene por egoísmo y necesidades mediáticas y propagandísticas, a Joan Laporta le interesan esas Penyes fáciles y sin personalidad a las que igualmente dejará tiradas, abandonadas y arrinconadas cuando ya no las necesite.

La directiva no se ruboriza, al contrario, con este tipo de actuaciones que sólo tienen como finalidad el control mediático, en este caso de prevención y reducción de daños al final de una semana en la que el barcelonismo, tras caer contra el Rayo Vallecano, debía digerir el definitivo colapso del equipo de Xavi tras la frustrante eliminación en la segunda división del fútbol europeo (Europa League) y el desvanecimiento de cualquier esperanza de luchar por la Liga, una semana larguísima y vacía de competición rematada el sábado pasado con la celebración del título de Liga del Real Madrid en el Bernabéu ante el Espanyol.

Salvado el escollo del Mallorca con media entrada, un ambiente extrañamente festivo y una victoria gris, el foco está ahora puesto en el Femení de cara a esa final de la Champions que, ahora sí, conviene explotar y desplegar mediática y socialmente como nunca antes se ha hecho en el Barça.

¿Por qué ahora sí y el pasado no? Resulta obvio que hace un año Laporta no mostró ningún entusiasmo tras ganar la Copa, mucho menos a favor de Koeman, y que respiró aliviado cuando el equipo se cayó extrañamente en la Liga, además de celebrar con comedimiento y justeza los éxitos de las secciones como el pleno del balonmano, la ACB y casi la Euroliga del baloncesto y la gran temporada, ligas incluidas del Fútbol Sala y el Hockey Patines.

Más contrasta aún el perfil bajo, escondido y tímido dado al Femení cuando caminaba imparable hacia su primera Champions y el Triplete. Los cuartos de final ante el City y las semifinales ante el PSG no se plantearon como esta vez en el Camp Nou, pues, aunque hubiera limitaciones de aforo, miles de barcelonistas hubieran querido apoyar al Femení a lo grande.

Tampoco de cara a la final hubo el despliegue de facilidades y de promoción actuales. En su conjunto, la totalidad de los equipos, de sus técnicos y protagonistas ‘apestaban’ a Bartomeu, no dejaban de formar parte de esa herencia que a la fuerza había de ser repudiada y mediocre como si por su procedencia no fueran igual de barcelonistas.

Por ese motivo, metódicamente y hasta donde ha podido, Laporta fue introduciendo cambios en cada sección triunfadora para justificar, sin daños estructurales ni irreparables, poder presentarlas como suyas. Aprovechó problemas personales del entrenador del Femení, Lluís Cortés, para promocionar a su segundo. En baloncesto sólo se atrevió a sustituir al director técnico, inocuo, como en el Hockey Patines, cambiando sin tocar nada más los entrenadores del Balonmano y del Futbol Sala.

Aún así, el Palau le sigue provocando un indisimulado repelús a un presidente que ni acompañó al baloncesto a la final de Copa ni estuvo en la Champions recién conquistada por el equipo de Futbol Sala.

El Femení le interesa incluso menos, pero a la fuerza ha de generar un estado de ánimo que, si vuelve a conquistar el Triplete, ayude a aliviar las malas sensaciones del primer equipo de fútbol. No se descarta que el Femení acabe en rúa. Este año sí.

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