El gobierno de Quim Torra puso publicidad institucional en The New Yorker, la publicación que ha servido de muleta al independentismo para difundir la campaña que ha bautizado como Catalangate, por valor de 27.628 euros. Así consta en la Memoria de la Comisión Asesora sobre la Publicidad Institucional correspondiente al año 2018. En ese gobierno, la responsabilidad de repartir la publicidad institucional recaía sobre el Departamento de la Vicepresidencia y de Economía y Hacienda que dirigía el actual presidente de la Generalitat, Pere Aragonès.
La cantidad que ingresó en publicidad institucional el medio que ha asumido la tesis de que el espionaje que presuntamente han sufrido unos sesenta independentistas lo han realizado los servicios secretos españoles es algo inferior a la que recibió el The Wall Street Journal: 31.980 euros. Pocos medios internacionales tuvieron el privilegio de conseguir publicidad de la Generalitat. El ZEIT alemán, por ejemplo, la recibió por valor de 17.200 euros y Le Monde, por 15.760 euros. La inversión publicitaria en The New York Times casi triplicó la de The New Yorker: 92.233 euros.
Quien también obtuvo publicidad de la Generalitat fue la aplicación gratuita de tráfico y navegación Waze, de la que fue directora de crecimiento Di-Ann Eisnor, la esposa de Elies Campo, el independentista que ha coordinado el informe Catalangate para el laboratorio de investigación canadiense Citizen Lab. El gobierno catalán puso publicidad por valor de 8.889 euros en Waze, en 2018, cuando esta empresa ya había sido absorbida por Google. Esta operación de compra superó los mil millones de dólares.
En las Memorias de años anteriores a 2018 y en las de 2019 y 2020 no aparece The New Yorker como beneficiario de publicidad institucional. De hecho, en los dos últimos años, el gobierno catalán no ha puesto publicidad institucional en ningún medio de comunicación de Estados Unidos. Habrá que ver si en las memorias correspondientes a los años 2021 y 2022 reaparece el medio donde Ronan Farrow publicó el 18 de abril el artículo «Cómo las democracias espían a sus ciudadanos», que, a pesar de los numerosos errores históricos sobre la historia reciente de Cataluña que contiene, ha servido de base para que el independentismo catalán lance la costosa y fallida campaña del Catalangate.
