El peor Sant Jordi para la literatura propagandística contra Bartomeu

Los autores del laportismo se toparon con un escenario imprevisto de frialdad tras la invasión alemana del Camp Nou, la temporada en blanco y la decepción del equipo de Xavi

La Diada de Sant Jordi colocó en las paradas y librerías de toda Catalunya dos ediciones especialmente dirigidas y orientadas a subrayar los demonios y los horrores de la etapa de Josep Maria Bartomeu al frente del FC Barcelona entre 2015 y 2020. Autores en ningún caso dudosos de militar en el laportismo, como la periodista Marta Ramón y el equipo mediático que le dio vida y resonancia al Barçagate en su momento, cuando tocaba hacerlo en el marco de la estrategia de la oposición, Sique Rodríguez, Adrià Soldevila y Sergi Escudero, firmaron sendos alegatos a favor de reforzar la idea de que Bartomeu gestionó el club con nocturnidad y alevosía para endeudarlo, arruinarlo y masacrarlo, económica y deportivamente.

La realidad es que se vendieron pocos ejemplares en relación a las grandes expectativas de autores y editoriales que, con la perspectiva del tiempo, no escogieron el mejor Sant Jordi para sumarse a la propaganda del régimen laportista y a esa cantinela de echarle la culpa de todos los males del club a una sola persona, a un presidente que ganó más títulos que nadie y que registró la mayor cifra de ingresos histórica con casi 1.000 millones, un dirigente al que se insiste en presentar como el peor presidente del Barça de todos los tiempos.

Lo que no explican ambos libros es que el desprestigio y la persecución contra Bartomeu formó parte de una venganza y de una campaña aliada entre la propia oposición, liderada por Joan Laporta, el amparo de los medios y la participación de las fuerzas políticas del soberanismo catalán, incluido el propio Gobierno, tanto el residente en la Plaça de Sant Jaume como el del exilio, con el empeño y el propio compromiso de Carles Puigdemont.

De fondo, el profundo malestar, la indignación y la ira del Govern de Puigdemont por la postura independiente y de defensa de los intereses del club en los hechos del 1 de Octubre del 2017, una postura por encima del rol propagandístico al servicio de la política que le exigió aquel día Puigdemont, dieron paso a un proceso vengativo, de castigo y de represión contra el presidente del Barça en el que incluso la policía catalana intervino por su cuenta, sin ninguna orden judicial, deteniendo a Josep Maria Bartomeu para encerrarlo en un calabozo y llevarlo ante una jueza enmanillado.

Quien promovió desde dentro esta actuación sin precedentes, Ferran López, alto cargo de Mossos, acabó rápidamente en nómina del FC Barcelona como responsable máximo de seguridad en cuanto el fin último de esa gran confabulación, la vuelta de Joan Laporta al palco del Camp Nou, se hubo completado.

Paradójicamente, lo más seguro es que si Laporta lo hubiera mantenido en su cargo, no se hubiera producido el episodio inaceptable e imperdonable de la noche del Eintracht en el Camp Nou, pues Ferran López fue rápidamente arrinconado por haberse convertido en un personaje incómodo para la presidencia, principalmente por mostrar su desacuerdo con los abusos, despropósitos e irregularidades ordenados desde la cúpula directiva.

Nada distinto de los muchos y sonados abandonos sufridos por Laporta, en poco más de un año de gestión, por parte de ejecutivos de peso, expertos y profesionales de áreas sensibles que han elegido salir del club como única alternativa a su discordancia y rechazo del estilo autoritario e improvisado de un presidente caprichoso y errático con intereses y prioridades distintas a las del club.

Los autores de libros que prometedoramente habían de demostrar esos presuntos actos ilícitos de Bartomeu se han encontrado de pronto con un panorama imprevisto en el que, de entrada, la primera sentencia del Barçagate no sólo no reconoce infamias ni calumnias contra determinados personajes del entorno azulgrana, sino que, muy importante, la jueza establece que no existen pruebas, indicios ni argumentos que relacionen a Josep Maria Bartomeu con las cuentas de twitter a las que se atribuye un uso indebido y financiado desde el propio club.

Por otro lado, contaban con tener a favor un estado de opinión barcelonista mayoritariamente convencido del principal argumento de la dialéctica electoral y de gobierno de la nueva junta, consistente en que si Bartomeu era el ‘malo’, Laporta sólo podía ser ‘muy bueno’ para el Barça.

La simpleza de la tesis funcionó hasta que entró en juego un factor conocido, previsible y terrible como es la manifiesta incapacidad y negligencia de Joan Laporta como presidente, ya demostrada y acreditada entre 2003 y 2010. Aunque dejó el club en mucho peor estado que Bartomeu, a quién sí le sobrevino una pandemia que cercenó los ingresos de golpe en no menos de 300 millones, entre la explosión de Messi, los éxitos de Guardiola y la herencia de una Masia inconmensurable maquillaron aquel desastre, incluida una deuda superior a la facturación.

Sobre ese desaguisado histórico, ni una línea, mucho menos de la muy indocumentada Marta Ramón a la vista de su relato, contenido y declaraciones, que firma el libro bajo el título ‘El legado envenenado de Bartomeu. Cómo hundir el mejor club del mundo”.

Sin embargo, entre marzo de 2021 y abril de 2022, Laporta sí se ha cargado a Messi, también a Griezmann, se ha equivocado en la elección y el momento de poner y quitar entrenadores, ha firmado su primera temporada de grandes promesas en blanco, no ha sabido generar nuevos ni mejores ingresos, no ha dado explicaciones de sus turbios negocios con Moshe Hogeg, partner del club hasta su detención por estafa y agresión sexual, del fichaje del pederasta confeso Albert Benaiges, del acuerdo con Spotify, de la nueva y extraña dimensión del Espai Barça, de su obsesiva animadversión contra las “penyes”, de su participación en la fuga de Neymar al PSG, confabulado contra el club, de su amnistía fiscal y judicial, incomprensible, a favor del brasileño, de la renuncia del club a CVC, de la apuesta insensata y esclavista respecto a Florentino Pérez por la Supercopa, de los más de 400 millones de pérdidas que, artificial y voluntariamente ahogarán al club durante muchos años, de su promesa de fichar a Haaland, de los 100 millones de pérdidas añadidas que se calculan para el final de este ejercicio, ni de muchas otras cosas más.

La que supera a todas, igualmente, será por muchos años la invasión alemana de seguidores del Eintracht (40.000) por cortesía y dejadez del propio Joan Laporta quien desde hace ya un par de meses largos se ha erigido como presidente ejecutivo del FC Barcelona y, por tanto, único y gran responsable de una reventa tolerada y autorizada que, como todo lo que gestiona, se le fue de las manos.

Hay que quedarse con las palabras de la propia Marta Ramón sobre el papel de la prensa: “Creo que la profesión tiene que hacer autocrítica, sí, pero no por omisión, sino por cómo ordenamos las cosas, dónde ponemos el foco, en los programas, los reportajes… Siempre se tiende a poner el foco en el balón, porque somos periodistas deportivos, pero nunca tendríamos que dejar de banda la fiscalización del poder y hacernos preguntas sobre cómo se gobierna el club y cómo se gestionan el dinero de los socios”.

Sólo con una pizca de perspicacia y aplicando su receta de autocrítica y de profesionalidad podía haber escrito un libro sobre Laporta sobre cómo hundir el mejor club del mundo, dos veces. Lo mismo sirve para el tridente Sique Rodríguez, Adrià Soldevila y Sergi Escudero, pues si tienen en tan alta estima el periodismo de denuncia e investigación, el primer año de Laporta es para ponerse las botas si además de llegar quieren mantenerse y demostrar su independencia del entorno más tóxico del Barça y un compromiso real con la profesión.

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