Gerard Piqué destruye su sueño de ser presidente del Barça

Sus audios con Luis Rubiales han desnudado a un personaje sin escrúpulos, pasado de ambición y tan insensible socialmente que lo descartan como futuro presidente azulgrana

Gerard Piqué
Gerard Piqué

No puede sorprenderle a nadie que Gerard Piqué se entienda a las mil maravillas con el presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, y con Joan Laporta. Los tres hablan el mismo idioma cuando se trata de sacarle el máximo provecho al negocio del fútbol y del deporte sin ninguna deferencia ni hacia a los aficionados ni al propio deporte y sus valores.

No es tan distinto cerrar con Arabia Saudí un acuerdo sin escrúpulos a vender 40.000 entradas a aficionados alemanes también sin miramiento ni cautela, contra la normativa, aunque eso suponga poner en riesgo a los socios del club, entre ellos niños y mujeres. El principio es el mismo: toma el dinero y corre.

Gerard Piqué se lleva cada año de la Supercopa cuatro veces más de lo que cobró el Valencia, por poner un ejemplo, como compensación a su participación en el torneo. Sea ilegal o no, que para la Federación y para Rubiales no lo es desde el momento en que lo ha ocultado a los ojos de su propio departamento legal y de compliance, las conversaciones, por el fondo y la forma, entre él y Gerard Piqué apestan a podrido.

No hay que ser muy imaginativo para descartar de sus diálogos la voluntad de priorizar los valores del deporte, la generosidad de hacerle un bien al fútbol español y, desde luego, la firme determinación de destinar los beneficios a un fin social. No hay nada de todo eso detrás de un turbio asunto de comisiones, escandalosas, que la justicia prevé investigar muy pronto de oficio, o por la denuncia de algún afectado, a la vista de unos hechos sobre los que los expertos empiezan a cobijar indicios de un presunto delito de corrupción entre particulares.

Ayer mismo, El Confidencial, diario digital que ha ido publicando los audios sobre este asunto, básicamente conversaciones entre Piqué y Rubiales, apuntaba incluso la posibilidad de que el propio FC Barcelona pudiera verse involucrado penalmente en aplicación de una legalidad que obliga a los propios clubs a controlar las actuaciones de sus profesionales, especialmente si éstas pueden afectar o tener incidencia en la competición o en la actividad propia del FC Barcelona.

Sería difícil que el Barça supiera qué tipo de relación podría tener la empresa de Gerard Piqué, Kosmos Holdings, en los contratos cerrados entre la RFEF y Arabia Saudí, sobre todo porque Luis Rubiales negó por activa y por pasiva su participación, o cuando menos que a través de la Federación un jugador del FC Barcelona se hubiera beneficiado de cuatro millones anuales de comisión por desarrollar la idea de una Supercopa como una Final Four.

El servicio Compliance Officer del club no regula ni conoce el entorno comercial de cada jugador excepto que, de forma pública y evidente, se produzca algún hecho evidente que obligue la aplicación del Código Ético del club.

Hoy, además, ese Código Ético da risa y abochorna al barcelonismo, pues el propio presidente Joan Laporta lo ha rectificado con el único propósito de perpetrar reiterados y evidentes actos de nepotismo y de favoritismo que más le convengan. Otra cosa muy distinta, como se ha publicado sin que Gerard Piqué haya salido a desmentirlo en su ‘late-night show’ particular, es que el central azulgrana cogiera un berrinche sin precedentes cuando Josep Maria Bartomeu le negó, como él pretendía, que Kosmos se hiciera con el Barça Corporate.

El presidente le dejó bien claro que como empleado del club el Código Ético se lo prohibía. Aún así, Piqué buscó la forma de entrar en la puja por la puerta de detrás, que también le fue cerrada bruscamente. Lo que ahora puedan tramar Piqué y Laporta nadie lo sabe, excepto que su relación es tan fluida y de tanta confianza, no muy distinta de la que ‘Gueri’ mantiene con Rubiales, que incluso se permitió proponerle a Laporta que “prescindiendo de Messi se soluciona el problema del fair play financiero del club”.

Aunque Laporta hizo caso de esa sugerencia, el problema subsiguiente fue que la patada a Messi provocó un problema deportivo importante -una temporada en blanco- y que desde luego su marcha no mejoró ese margen salarial que LaLiga ha fijado en 144 millones negativos, y subiendo. Ni Piqué ni Laporta pueden presumir, ni mucho menos, de ser prodigios en el ámbito de la gestión.

Antes que eso, la propia capitanía de Piqué, forzada por la edad y su autoritaria influencia en el vestuario, ya era discutida internamente, pues en algunas cuestiones consultadas y decididas por Gerard con la directiva, el resto de los capitanes y otros futbolistas enviaron a la junta un mensaje muy claro: “Piqué no nos representa”.

Con la perspectiva que ofrecen los audios con Rubiales hoy se contemplan de otro modo muy distinto las diferentes actividades e iniciativas de un futbolista que venía preparando su vida después del fútbol con grandes expectativas, incluida la posibilidad de aspirar a ser presidente del FC Barcelona.

Los audios han desnudado, sin embargo, a un personaje insensible e insaciable que también en el ámbito del vestuario ha librado batallas extrañas, sospechosas y desde luego nada filantrópicas ni esencialmente barcelonistas.

Ya hay quien recela de su participación en el amistoso de Sudáfrica, por encima incluso del criterio el club y del entrenador, o de su persecución a Bartomeu, que le firmó un contrato millonario con más de 40 millones a cobrar en su última temporada (2023-24), porque no le permitió un negocio personal.

Un contrato que le llevó a ser acusado por Messi de colaboracionista y, acto seguido, a despotricar sin sentido ni justificación contra la junta a 24 horas de un Clásico en el Camp Nou que el Barça acabó perdiendo. De sus conversaciones con Rubiales se desprende que no le cuesta mucho ‘vender’ a sus amigos o compañeros. Tampoco acabó bien su intermediación en la participación del resto de futbolistas en el documental Matchday.

Su entorno es mimético, pues su teórico amigo Ibai Llanos, madridista por cierto, no ha salido a defenderle ni le ha organizado una de esas fiestas mediáticas que ambos preparan a menudo para darse un baño de popularidad dentro de ese target que ambos necesitan para sus negocios. Será que Ibai Llanos ha descubierto, puede ser, al verdadero Piqué como consecuencia de unas revelaciones que, por este orden, primero acabarán con la presidencia de Luis Rubiales y que, de momento, han erosionado la imagen de Piqué, empresario compulsivo que ha descubierto el dinero fácil del fútbol gracias a compañeros de viaje como el presidente de la RFEF, Luis Rubiales.

Legales o no, las comisiones estratosféricas y la ocultación y la negación de Rubiales sugieren que ambos iban por un mal camino. Piqué, que podía ser a largo plazo una solución para el barcelonismo, un cambio de modelo de gestión directiva en manos de ex-jugadores, ya se ha convertido en un problema real, pues su imagen se asocia inevitablemente a la del FC Barcelona.

No deja de llamar la atención que Piqué haya pasado de ser silbado y contestado en todos los campos por la defensa del derecho a decidir en Catalunya, por flirtear con el soberanismo, a serlo por sus negocios con el fútbol español y con la Federación Española. Hasta se planteó llamar al rey emérito, un especialista consumado y acreditado de los sablazos nacionales, para que le echara una mano en Arabia Saudí. Entre profesionales anda el juego.

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