‘La Trena’ o la lucha de tres mujeres por la libertad

Susana Alonso

“No estoy aceptando las cosas que puedo cambiar, estoy cambiando las cosas que no puedo aceptar”. Esta frase, pronunciada por la activista afroamericana y feminista Angela Davis, es una buena síntesis de La Trena, libro escrito por la directora, guionista, actriz y escritora francesa Laetitia Colombani. La novela, que ha sido uno de los fenómenos literarios de los últimos años, está protagonizada por tres mujeres –una india, una italiana y una canadiense– que no se resignan a las dificultades y discriminaciones que les ha tocado vivir y que se enfrentan a todo un modelo social establecido para defender sus derechos. Unos derechos que, en la mayoría de ocasiones, ven puestos en cuestión por el simple hecho de ser mujeres.

Aunque las tres protagonistas no se conocen de nada, que viven separadas por cientos de miles de kilómetros y que sus valores culturales, religiosos y morales presentan notables diferencias, las tres se enfrentan, desde una gran determinación feminista, a obstáculos sociales, económicos y religiosos –muy distintos en la forma, pero muy similares en el fondo– para defender sus derechos y luchar por todo lo que consideran que es justo.

En este sentido, ¿qué separa a Smita, la protagonista de nacionalidad india, de Sarah, la protagonista de nacionalidad canadiense? La realidad es que están muy cerca y muy lejos a la vez. En este sentido, Smita, de religión hindú y perteneciente a la casta de los dalits o los intocables (la capa social más desfavorecida en el sistema hindú), tiene un sueño, que es que su hija, Lalita, pueda ir al escuela. Quiere que su hija pueda aprender a leer y escribir y que, en consecuencia, no tenga que estar condenada, el resto de su vida, a recoger heces de una casta superior.

Por su parte, Sarah, que es asociada de uno de los despachos de abogados más prestigiosos de Montreal, se ve apartada de forma progresiva del bufete por el simple hecho de tener un cáncer. Diferencias hay muchas, pero hay una ‘trena’ o un hilo conductor que las une: la determinación para conquistar o defender unos derechos que a menudo el sistema patriarcal les usurpa. Ellas saben que su combate contra todo un sistema tiene un precio, pero lo asumen, con mayor o menor resignación.

Las diferencias que las separan son abismales: Smita lucha por sus derechos en un contexto político y social de represión muy visible, como es el propio sistema de castas y las sanciones que se derivan de él,  mientras que Sarah trabaja para preservar sus derechos en una empresa que busca el rendimiento máximo, y donde el espíritu imperante es llegar a lo más alto de la pirámide empresarial (con independencia de los medios que se utilicen para hacerlo) y tener la capacidad de mantener las apariencias sociales frente a los demás. En cualquier caso, lo que muestra esta obra literaria es que su lucha permite ensanchar sus libertades y que, con mayor o menor conciencia, están trazando un camino que abrirá muchas puertas a otras mujeres que se encuentran en una situación similar.

El libro también refleja que prácticamente todas las barreras que dificultan la convivencia, el progreso, el avance o la mejora de una persona, grupo o comunidad tienen como causa el factor humano. Que se derriben depende, en buena parte, con toda la complejidad que ello conlleva, de las personas. La persistencia, la determinación y la voluntad de las protagonistas demuestra que los muros humanos son derribables y que es posible (y necesario) construir un mundo más feminista, justo, fraterno y humano.

La novela, asimismo, plantea preguntas que a menudo quedan invisibilizadas en los medios y en el debate público. ¿Cómo puede ser que, en pleno siglo XXI, mujeres indias se vean obligadas, por el mero hecho de pertenecer a una determinada casta, a recoger las heces de otras personas? ¿Cómo puede ser que una familia cristiana no acepte que su hija quiera estar emparejada con un chico que profesa otra religión? ¿Cómo puede ser que determinadas empresas antepongan su pleno rendimiento al bienestar y la salud de sus trabajadores y trabajadoras?

La Trena, en definitiva, y estas cuestiones lo señalan, trata de los grandes temas de la historia de la humanidad y que siempre se repiten con distintas formas: la lucha entre la tradición y la modernidad; los derechos de las mujeres y las minorías; la convivencia entre religiones distintas; el poder de las creencias y la determinación de las personas; el dinero y la clase social; el amor…

Este Sant Jordi regalad La Trena. ¡No os arrepentireis!

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