Los libros, la política y el diálogo

En su ensayo El libro como acceso al mundo, Stefan Zweig afirma que la literatura es una invitación al diálogo. Estos días vivimos la fiesta de los libros y, si hacemos caso a Zweig, es también la fiesta del diálogo en un momento en el que el mundo necesita y busca respuestas, y los libros son un buen lugar para encontrarlos.

Muchos son los títulos que profundizan en posibles respuestas a la crisis que vive la democracia ante un futuro incierto, donde la política, las instituciones y nuestros modelos de convivencia han sido puestos en cuestión. La pregunta que planea sobre todos ellos es hacia dónde debemos ir.

Marina Mazzucato nos recuerda en el libro No desaprovechemos esta crisis que, durante el último medio siglo, el mensaje político predominante ha sido que los gobiernos no pueden y no deben gobernar, que son otros, principalmente el mercado, los que mandan. La llegada de la Covid-19 y la crisis que se deriva han demostrado, sin embargo, lo contrario, que hay que invertir en la capacidad de gobernar, de gestionar, porque es la única forma de encontrar solución a los problemas que la pandemia ha hecho imposible seguir eludiendo. Mazzucato reivindica la política y la necesidad de que articule una relación entre público y privado, en la que primen los intereses comunes, lo público, como ya hacía antes de la pandemia Toni Judt.

Desde una óptica parecida, Raimon Obiols, en su libro El temps esquerp hace una lectura de los acontecimientos presentes desde la perspectiva de los últimos cincuenta años en un intento de reivindicar la necesidad de una política limpia y constructiva. Como Mazzucato, recuerda que la máxima enarbolada por Reagan y Thatcher de que «el gobierno no es la solución sino el problema» ha resultado nefasta y ha tenido como consecuencia que nuestras democracias han enfermado por desatención, individualismo y desconfianza. Y ofrece una propuesta, la de rehabilitar y revitalizar la política dedicando mayor atención a los problemas colectivos y priorizando unos principios que combatan los valores individualistas que imponen los mercados. Principios que pasan por la libertad humana, la dignidad en igualdad de condiciones, el respeto a la verdad, el rechazo a la injusticia y la dominación. Dice que el camino pasa por hacer las cosas de una forma diferente que evite los reduccionismos y las polarizaciones y que permita avanzar hacia un futuro donde la política no sea un problema sino la solución.

En Justicia-Democracia, Carlos Jiménez Villarejo condensa parte de sus memorias, que publica en tres tomos y que reúnen una trayectoria vital que ha pasado por la búsqueda de los objetivos con los que titula este libro: la justicia y la democracia. Son un conjunto de textos que profundizan en muchas de las cuestiones a las que la democracia no ha sabido dar respuesta. Por ejemplo, las relacionadas con los derechos humanos, que él defendió siendo fiscal. Indaga en la tortura y en la cárcel, tanto en dictadura como en democracia, pero también en la respuesta que las democracias no han dado a retos cruciales como el de la inmigración y que han contribuido a debilitarla.

En el segundo tomo, titulado Memoria democrática, profundiza en las consecuencias que tuvo el golpe militar franquista de 1939 y lo que significó la represión y la anulación de derechos que llegan con la anulación de la democracia. Episodios que son fundamentales para entender el presente y evitar cometer los mismos errores en el futuro, y que se derivan de la falta de democracia pero que, en ocasiones, ésta tampoco consigue enmendar. Por eso, el tercer volumen de estas memorias imprescindibles está dedicado a la corrupción, una de las cuestiones que más ha afectado a la política y la democracia. Son tres tomos en los que habla de Salvador Allende, de la justicia universal, pero también del coronavirus y de la vejez.

Quizás un buen colofón para estas lecturas es el conjunto de textos de diferentes autores que Olivier Blanchard y Dani Rodrik han publicado bajo el título Combatiendo la desigualdad. Un nuevo papel del Gobierno, que proponen recetas para abordar uno de los mayores retos de nuestros tiempos. Nos anuncian buenas noticias, y es que tenemos herramientas para combatir la desigualdad que pasan por la política, por democracias sanas y por políticas públicas impulsadas por gobiernos que sean protagonistas y garantes del bien común.

Susana Alonso
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