Lecturas que aportan luz en tiempos oscuros

Susana Alonso

Actualmente son muchas las voces que piden armas para llegar a la paz. Si vis pacem, para bellum decía la máxima romana del siglo IV. Poco hemos evolucionado desde entonces en las soluciones, a pesar de existir experiencias que nos dicen que es posible la paz sin cargarnos de armas. ¿Se construye la paz a partir de un armisticio? ¿Es sólo el conflicto bélico, entendido como enfrentamiento armado, entre ejércitos, hasta la victoria de uno sobre otro? ¿Hay forma de acabar con la violencia bélica, política o bandas?

Tres libros hablan desde diferentes ámbitos y formas diferentes pero con visiones que tienen nexos y esperanzas comunes: ¡Insumissió! Quan joves desarmats van derrotar un exèrcit (Sembra Llibres), del periodista y activista Joan Canela, Agafeu-me a mi (Edicions 62), de la escritora, periodista e investigadora Lolita Bosch, y Víctimes en so de pau (Pagès Editors), del periodista Àlex Romaguera.

Insumissió es un relato a partir de las experiencias de los insumisos en el servicio militar; los jóvenes que a finales de los 80 decidieron combatir el servicio militar obligatorio con la desobediencia. La lucha pacifista y antimilitarista llevaba ya una trayectoria importante, y el Casal de la Pau de Barcelona fue espacio de encuentro y referente. Se encontraban grupos como el MOC –Movimiento de Objectores de Conciencia–, la coordinadora Anti-OTAN, Mili KK, Gamba –Grupo Antimilitarista de Barcelona– y la oficina de la IDS –Información y Defensa del Soldado–. Se coordinaban las acciones y grupos opuestos a la dinámica belicista, y allí fue evolucionando la lucha contra la mili. Desde la objeción de conciencia –que logró la prestación social sustitutoria, con la ley de objeción de conciencia de 1984– hasta la insumisión, con acciones y estrategias de desobediencia no violentas.

Joan Canela recoge el testimonio de los jóvenes que se opusieron a la leva obligatoria. Empezaron siendo 57 y se presentaron, de forma coordinada, al gobierno militar de distintas ciudades para declararse objetores a la mili y a la prestación social, insumisos. Esto les convertía en delincuentes frente al Código Penal y fueron llevados a juicio. Fueron cerca de 100.000 quienes se declararon insumisos, y casi 1.700 fueron juzgados y encarcelados. Ganaron al ejército, sin arma alguna, con la palabra y la resistencia como civiles ante tribunales militares. Así se acabaron la mili y la prestación sustitutoria. El camino de la luz es el más recto pero no el más corto.

Lolita Bosch relata en Agafeu-me a mi la historia de Roy, uno de los miles de desaparecidos en manos de mafias del narco en México. Historias de resistencia, de pérdidas, una historia de México lejos de las turísticas playas de Cancún, que nos llega poco pero nos muestra que desviar la mirada no nos aleja de la realidad ni nos garantiza la seguridad. Una novela-crónica, que es una larga entrevista empática, que habla de amor y dolor, de miedo y valentía, de vida y muerte. «El miedo es el amor que sentimos por los demás», dice el hermano del protagonista ausente. Bosch nos hace presentes a las 77.171 personas desaparecidas y la descomposición de un sistema que pervive gracias al dolor de muchos, de la mayoría, que destruye, deshumaniza e invisibiliza, que hace de la violencia el centro, la causa de la supervivencia. Historias de víctimas, casos, nombres. ¿Cómo convivir con el dolor extremo? ¿Cómo combatir esta podredumbre, desprecio y maldad? La experiencia de quien ha sufrido la desesperación nos lleva a sublevarnos, a la desobediencia civil, a hacernos visibles y tener voz para enfrentarnos a ese mal. La rabia, la indignación y el dolor no sólo llevan al odio y la violencia, sino a la resistencia y la rebeldía. La oscuridad no termina con la oscuridad, sólo la luz puede hacerlo, decía Martin Luther King.

La última lectura también se basa en testigos, en este caso familiares de víctimas de la violencia política en España, con una mirada amplia y transversal. Romaguera entrevista a las víctimas que han quedado atrás. Las que han perdido a personas queridas y han tenido que recorrer un camino doloroso para sobreponerse y ser reconocidas como víctimas de la violencia. Víctimas del GRAPO o ETA, pero también del GAL y del Batallón Vasco Español, de la guerra sucia del Estado o de los atentados yihadistas. Personas que han tenido que sobrevivir y que a menudo han estado implicadas en acciones para reclamar la verdad, la justicia y la reparación. Lo que nos alumbra también produce sombras.

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