La mentira social: un viejo recurso que debemos combatir

Las mentiras durante el mandato de Donald Trump (se han contabilizado más de 30.000 en los cuatro años de su presidencia) y su masiva circulación a través de las redes sociales han tenido un protagonismo nefasto. Me gustaría saber cuántas mentiras y falsedades se han difundido por parte de los grupos independentistas catalanes y cuantas se han podido desenmascarar y denunciar. Sin embargo, es un error creer que las ahora llamadas fake news o posverdad son un fenómeno de nuestro tiempo, vinculado al auge de ciertas posiciones políticas.

La mentira, el engaño, la difusión de falsedades y bulos son tan antiguas como la humanidad. Falsear la verdad, fabricar noticias, extender bulos y mentir a través de los medios de comunicación social ha sido una práctica muy corriente en el último siglo y medio. Además, es un error creer que antes o después desaparecerán, creo que tendremos que aprender a convivir con ellas y a combatirlas. La difusión de noticias falsas y la manipulación de la información se utiliza habitualmente en campañas electorales, publicidad y estrategias comerciales. Ejemplos flagrantes son ocultar durante años los efectos mortales del tabaco, los costes reales de la sanidad privada o los procesos de intoxicación comunicativa para ayudar a propagar falsedades sobre hechos o procesos de gran trascendencia: guerra de Irak, 11-M en España, el brexit o la independencia de Cataluña, entre muchos otros.

Sin embargo, no es menos cierto que la difusión de la mentira y el deterioro generalizado de la verdad, se producen en los últimos años de una forma más intensa, extendida, calculada y sofisticada. La proliferación de las nuevas plataformas, redes y artefactos que producen, almacenan, transmiten y consumen información a gran velocidad, tienen tres efectos que facilitan la desinformación, la propagación de mentiras y los efectos nocivos consecuentes.

En primer lugar, se puede hablar de la balcanización del sistema de comunicación al generarse miríadas de puntos de emisión y redifusión, ya sea claramente centralizados o periféricos e incluso marginales. Tienen una gran incidencia en la totalidad del sistema comunicativo, siendo fácil y barato difundir las falsedades o bulos que acaban impidiendo conocer la verdad y por tanto haciendo que las personas y sociedades acabemos siendo unos verdaderos ignorantes. Un segundo efecto es que, dada la velocidad con que se opera en estas plataformas, la información recibida se simplifica, llegando a ser intuitiva cuando no emocional, dejando de lado la razón y el análisis objetivo de los hechos. Finalmente hay un tercer elemento, las estrategias basadas en las fake news no proporcionan la información de interés general que es la que realmente quieren y necesitan los ciudadanos. La información que se aporta se determina y construye a partir de algoritmos que generan la información que mejor se ajusta a intereses particulares. Lo que finalmente llega a la ciudadanía está elaborado y seleccionado “a propósito” para que pueda ser reconocido como una necesidad propia o deseada, dejando poco margen a la reflexión y a ponerla en duda cuando es falsa. En definitiva, cada vez es más difícil descubrir la verdad y en cambio cada vez es más fácil propagar falsedades.

Para enfrentarnos a esta invasión de la mentira, debemos avanzar en tres líneas de actuación para que prevalezca la objetividad. La primera es combatir la desigualdad, distribuir más justamente la riqueza e impedir que la propiedad de los medios que los seres humanos necesitamos para vivir en libertad se concentre en tan pocas manos como actualmente. La segunda debería encaminarse a procurar que nuestras sociedades den valor a la verdad. Para combatir la desinformación y la mentira es imprescindible reconocer que las sociedades no pueden desarrollarse en paz si se tolera que no haya diferencia entre lo verdadero y lo falso. Solo podremos alcanzar una sociedad libre y democrática respetando la verdad, ya que la mentira es un arma de destrucción social que hace que actuemos en contra de nuestros intereses y que renunciemos a ser auténticamente libres. La tercera vía de actuación es hacer que mentir sea más fácil de denunciar, demostrar y castigar jurídicamente. Lamentablemente hoy día mentir es difícil de perseguir jurídicamente.

En definitiva, debemos proclamar y defender a los cuatro vientos que la verdad junto con los datos y hechos objetivos tiene un valor fundamental e insustituible para la convivencia y el bienestar de los seres humanos.

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