Laporta protege a Urdangarin por su deuda con Johan

Aunque en la oposición reclamaba descolgar su camiseta del Palau, su socio y condenado en el caso Noos, Diego Torres, era el director de la Cruyff Academy

Como buen presidente ‘emérito’, Joan Laporta hace buenas migas con el entorno del Rey Juan Carlos, un monarca con el que comparte una bien ganada y reconocida habilidad para escapar permanentemente de la justicia, sobre todo de los fiscales. 

No tiene ni la misma suerte ni tampoco la misma inviolabilidad Iñaki Urdangarin, que completó una extraordinaria carrera como deportista de elite con el Barça, pero a él no le colgarán, a diferencia del Palau Blaugrana, esa legendaria camiseta en la Zarzuela.

 Para la casa y la familia real Urdangarin se ha convertido en un apestado, mucho más ahora que además de estar cumpliendo condena por aprovecharse de su condición de esposo de la Infanta Cristina y yerno del Rey en su momento, acaba de anunciar su ruptura en el seno de ese matrimonio que tan felizmente se celebró en Barcelona hace ya mucho, mucho tiempo. 

Como en los cuentos de príncipes y de princesas hoy se antoja una imagen casi de fantasía la de la pareja, Cristina e Iñaki, paseando en calesa por el centro de la Diagonal camino del banquete en el Palau de Pedralbes, hoy destinado a las actividades institucionales de la Generalitat.

A Iñaki, sin embargo, cuando España entera parece darle la espalda, el Barça de Joan Laporta se la abre para que, en el camino de su reinserción, pueda acreditar unas prácticas como ‘coach’ deportivo y mejorar así su currículo de cara a su integración en la vida social. 

Nada reprochable, al contrario, participar y contribuir al beneficio que para un recluso supone que su club de siempre le abra las puertas y facilite su camino de vuelta, con más motivo si además su hijo Pablo Urdangarin ya es profesional del equipo de balonmano azulgrana, siguiendo los pasos de su padre.

Lo que ha llamado la atención del caso es que Joan Laporta y la totalidad de su núcleo duro, la oposición a Bartomeu al completo y su coro mediático correspondiente, seguidores y miles de votantes habían reclamado a la junta anterior, también a la de Sandro Rosell, la retirada de esa camiseta del Palau Blaugrana. Argumentaban que sus delitos económicos y su propia condición de ciudadano beneficiado por pertenecer a la casa real eran contrarios, indignos e incompatibles con los valores y el credo barcelonista.

Desde la directiva, contra esa corriente que intentaba convertir en otro elemento de crítica a su gestión, se mantenía y defendía, con un criterio inamovible, que la camiseta se había exhibido  exclusivamente en honor y reconocimiento a sus méritos deportivos como profesional del club, al que sirvió intachablemente, así como a la selección y al olimpismo en el ámbito del deporte.

El propio Enric Masip, hoy asesor del presidente Joan Laporta, militaba en las filas de quienes consideraban que la conducta criminal y la condena carcelaria a Urdangarin afeaban la imagen del FC Barcelona, siendo necesaria una urgente marcha atrás. Era el mismo Enric Masip que ahora se desgañita con tuits reparadores y justificativos en la dirección contraria. “Hacer prácticas no es un trabajo. ¿Qué hacemos? ¿Le cerramos las puertas del Palau? Iñaki y yo no éramos amigos. Los mejores amigos de Iñaki eran Barrufet y Barbeito. Mi amigo del alma era Mateo Garralda (…) Creo que en un momento así no hay que ir a reventar la gente».

Masip, como resulta evidente, no sabe hacer otra cosa que repetir lo que diga su pagador, quien sea, y obedecerlo con una lealtad ciega, sin ningún otro criterio ni argumento propio. Nunca ha destacado por eso precisamente, sino por sus limitaciones.

Sobre el hecho de admitir ahora a Iñaki Urdangarin en prácticas la decisión plantea dos cuestiones de interés, la primera relacionada con la legítima y plausible decisión de la directiva azulgrana de abrirle las puertas para colaborar en su reinserción tras pasar por la cárcel. La pregunta que plantea es si también se beneficiaría de las mismas oportunidades y trato de favor cualquier otro socio del Barça en un apuro semejante, necesitado de la protección y de la ayuda del club. Seguramente que no.

La otra cuestión es analizar quién y qué hilos se han movido en la trastienda para hacer posible que el ex-internacional del balonmano azulgrana haya regresado al Barça sigilosamente, aunque no lo bastante como para que su presencia acabara trascendiendo. 

El vínculo entre Joan Laporta y el entorno de Iñaki Urdangarin tiene que ver, y mucho, con la época en que, siendo Laporta presidente, el club estrechó relaciones con la Cruyff Academy mediante un convenio que, a cambio de una financiación del club, posibilitaba que empleados del Barça pudieran seguir algunos de los cursos en materia de gestión de entidades deportivas. El director de la Cruyff Academy no era otro que Diego Torres, el socio de Urdangarin en el caso Nóos, que acabó encerrando a ambos en prisión por diferentes delitos.

Joan Laporta, además de haber mantenido con Cruyff, su familia y su entorno una relación intensa de amistad y también profesional, ha hecho ostentación a lo largo de los años, si bien en el caso de Diego Torres -hombre de confianza de Johan y de Laporta- procuró que esa amistad no fuera de dominio público y que los hechos y el sumario del caso Nóos no salpicasen su imagen.  

Como los favores se devuelven, el presidente azulgrana debió acceder a que Urdangarin volviera al Barça para esas prácticas y para lo que haga falta, sin importar que él mismo y los suyos hubieran utilizado su camiseta para ir a la guerra contra Bartomeu.

Otro personaje del club que también ha jugado sus cartas en este asunto ha sido, desde hace muchos años, el Dr. Josep Antoni Gutiérrez, reclutado en su día por otro legendario de la sección, el técnico Valero Rivera en 1993. Más allá de su papel como responsable médico, el Dr. Gutiérrez tuvo desde siempre una gran ascendencia sobre el equipo en general, especialmente, sin embargo, sobre algunos jugadores como Iñaki Urdangarin, al que siempre protegió y cuidó como un amigo. 

Durante el largo proceso de imputación y proceso judicial, el Dr. Gutiérrez le procuró visibilidad e imagen siempre que el equipo de balonmano estuvo en el extranjero, como en París o Doha y consiguió que pudiera saludar a sus ex-compañeros y sucesores. En el regreso de Iñaki al Palau ha tenido mucho que ver y que decir.

La última palabra, en cualquier caso, la ha tenido el presidente Joan Laporta, cuyo protectorado del cruyffismo le ha llevado a seguir a su servicio. Aunque ahora gobierne sin control, durante muchos años quien le marcaba el paso a Laporta era Cruyff, al que generosamente le correspondía también dotando a su Cruyff Foundation de los recursos necesarios para su buen funcionamiento, principalmente de estructura, incluyendo las nominas de sus hijas, Susila y Chantal.

Laporta es un curioso independentista catalán que no sólo pasará a la historia por defender la camiseta de Urdangarin en contra de todo su entorno, sino que ese clan laportista sigue mirando hacia otro lado cada vez que su ex-cuñado Alejandro Echevarría, miembro de la Fundación Francisco Franco, aparece en esos negocios y operaciones que ambos se traen continuamente entre manos, más fáciles y lubricadas si las promociona el presidente del Barça aunque sea, al menos en apariencia, al margen del cargo y asociadas a su perfil profesional.

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