La medicina suspende en investigación y atención a la salud de las mujeres

Son víctimas de infradiagnóstico, sobremedicación y no se las incluye a los ensayos clínicos

La mujer todavía es invisible en muchos campos de la ciencia médica. “En una escala del 0 al 10, estaríamos solo en un 3”, según Carme Valls i Llobet, médica y directora del programa Mujer, Salud y Calidad de Vida del Centro de Análisis y Programas Sanitarios (CAPS). En declaraciones a EL TRIANGLE, Carme Valls recuerda que solo hace 30 años que se empezó a visibilizar que las mujeres no habían sido incluidas en los trabajos de investigación ni se habían tenido en cuenta sus síntomas diferenciados en el caso de un infarto. “En los años 90 se dieron cuenta de que se habían descuidado a las mujeres en las enfermedades cardiovasculares. Se pensaban que no podían tener un infarto y pasaban a la cola para poder recibir un tratamiento”, explica. Gracias a la doctora Bernadine Healy, empezó a cambiar el paradigma en la atención cardiovascular.

A pesar de que la cardiología es la especialidad más avanzada en la igualdad en el derecho a la salud, falta mucho por hacer. En declaraciones a EL TRIANGLE, Maria Teresa Ruiz Cantero, catedrática de medicina preventiva y salud pública de la Universidad de Alicante, indica que la revista The Lancet dispone de una comisión de mujeres y salud cardiovascular que hizo una revisión de casi 600 citas bibliográficas, donde se evidenció que “después de 30 años sigue habiendo menos mujeres en las investigaciones cardiovasculares; menos mujeres en los estudios de ensayos clínicos, menos mujeres ingresadas. Menos de todo en relación con los hombres con problemas cardiovasculares”.

Por Tasia Aránguez Sánchez, profesora de Filosofía del Derecho en la Universidad de Granada y experta en derecho a la salud de las mujeres, “se ha avanzado, pero no de forma sistemática”. En conversación con EL TRIANGLE, Aránguez alerta que todavía hoy se infravaloran los síntomas de las mujeres; se genera una demora diagnóstica y a la vez a una demora terapéutica. Tener un diagnóstico de una enfermedad de alta prevalencia femenina, como la endometriosis, puede tardar hasta nueve años.

Las mujeres no aparecen en los ensayos clínicos de los medicamentos, a pesar de que son las principales usuarias, y se duplican los efectos secundarios respecto a los hombres por su ingesta. La experta también denuncia que “el sistema de salud centra más atención en las enfermedades agudas que en las crónicas, y resulta que las mujeres sufren más enfermedades crónicas y los hombres ingresan más por motivos agudos”.

La situación todavía es más grave en la salud reproductiva y sexual de las mujeres. Cómo indica Carme Valls, “se ha tendido a minusvalorar la menstruación y a abolirla sistemáticamente con anticonceptivos”. Las causas del dolor menstrual no se han investigado porque se ha considerado normal que la mujer tuviera dolor cuando tenía la regla. Desde Granada, la profesora Aránguez, añade que “el proceso biológico de las mujeres se ultramedicaliza y se percibe como incómodo para la productividad”. Según Ruiz Cantero, hay farmacéuticas que no quieren incluir a las mujeres en los estudios porque son inestables y les complican los ensayos. Se dio el caso de unas pruebas de la Viagra femenina donde la gran mayoría de los participantes eran hombres.

Para revertir la actual desigualdad, las expertas coinciden en el camino a seguir. La catedrática Maria Teresa Ruiz Cantero dice que “hay mucha literatura científica sobre el tema, pero no ha pasado a la carrera universitaria, y si no te lo enseñan no lo puedes llevar a la práctica. Ya hay conocimiento, pero no está en los planos estudios, hecho que provoca sesgo de género en la práctica profesional”.

Por Tasia Aránguez, hace falta “una perspectiva feminista transversal en los planes de estudios” para “atender esta realidad diferencial”. La doctora Carme Valls, por su parte, sostiene que “la invisibilidad ha hecho daño porque ha faltado ciencia de la diferencia. Necesitamos una ciencia que estudie bien los cuerpos de los seres humanos y mejore la salud y la calidad de vida”. Según Valls, “como que no hay una buena investigación, cuando damos cursos universitarios, necesitamos bagajes de ciencia, y si solo se han hecho entre hombres, ya no los enseño”.

Más difícil acceder a un grado de discapacidad
La vocal jurídica de la Asociación de Afectadas de Endometriosis Crónica y miembro del ­CERMI-Mujeres, Tasia Aránguez Sánchez, considera que la reforma del real decreto sobre reconocimiento, declaración y calificación del grado de discapacidad, que impulsa el Imserso, “no tiene en cuenta la perspectiva de género y no incluye enfermedades de alta prevalencia femenina”. Según Aránguez, “el real decreto se ha olvidado de la fibromialgia o la osteoporosis”.

Según su parecer, “es más difícil acceder a un grado de discapacidad si la enfermedad no está dentro de la norma, y vemos casos de mujeres con patologías crónicas que no tienen reconocida la discapacidad ni una pensión”. Según un estudio de 65 sentencias por incapacidad permanente, se observa que ante un mismo diagnóstico de fibromialgia, un hombre tiene más opciones de recibir la incapacidad permanente, hecho que indica la existencia de estereotipos de género al ámbito jurídico.

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