Vladímir Putin fortalece a la Unión Europea

La criminal e injustificada agresión unilateral ordenada por el Kremlin contra Ucrania ha provocado un terremoto en el orden mundial que conocemos desde el fin de la Guerra Fría. A la hora de escribir este artículo, todos los escenarios, incluso los más catastróficos que podamos llegar a imaginar, restan abiertos.

Pero una primera consecuencia que hay que remarcar del estropicio provocado por Vladímir Putin es la unanimidad de la comunidad europea en la condena y el rechazo frontal a la invasión de las tropas rusas del territorio ucraniano. A menudo se ha dicho que el proyecto de la Unión Europea estaba destinado al fracaso, a causa de las múltiples contradicciones y disensiones entre los estados miembros y que el Brexit era la constatación de estas debilidades estructurales.

Ante el brutal ataque perpetrado por Vladímir Putin, los 27 han reaccionado con celeridad y coordinadamente, ofreciendo todo tipo de ayuda -también armamento- a Ucrania y poniendo en práctica la aplicación de duras sanciones económicas de carácter disuasivo contra Rusia. De manera inesperada, el Kremlin ha revitalizado y fortalecido a la Unión Europea.

No solo desde un punto de vista operativo: los valores fundacionales que dieron origen a la confederación del Viejo Continente después de la II Guerra Mundial -paz, libertad, pluralismo, democracia y progreso con justicia social- están confrontados a la barbarie de la guerra que encarna el régimen de Moscú. En estas horas críticas, podemos ver cómo líderes europeos políticamente tan distantes como puedan ser el húngaro Víktor Orban o el español Pedro Sánchez van a la una en la condena rotunda del Kremlin y en la defensa, no solo retórica, de la soberanía de Ucrania. Este es un síntoma esperanzador que nos confirma que, a pesar de todo, la Unión Europea tiene vida propia y tiene más sentido que nunca como referente de civilización.

En esta crisis queda claro que la OTAN y la Unión Europea no son ni representan exactamente el mismo. Quien encabeza y dirige la respuesta contra el Kremlin no es, en esta ocasión, el Pentágono, sino Bruselas. También que hay otros actores internacionales al margen de la OTAN, como el G7 o la Asamblea General de las Naciones Unidas, que tienen mucho que decir y que están asumiendo un protagonismo relevante.

El compromiso de países que no forman parte de la Unión Europea –como Suiza, Noruega, Islandia, Moldavia…- en la estrategia que lidera Bruselas es un signo inequívoco de esperanza en la compactación de un espacio continental con voluntad de identidad propia. En este sentido, la petición de Ucrania de incorporarse a la Unión Europea por la vía rápida debería ser atendida sin más dilaciones.

Los miles de personas que, estos días, están saliendo en manifestación en ciudades de todo Europa y del mundo, exigiendo que se detenga la guerra de Rusia contra Ucrania y clamando a favor del bien supremo de la paz, dejan en evidencia la patética soledad de Vladímir Putin. Casi nadie, salvo algunos fanáticos que lo intentan justificar, apoya esta masacre.

Quiero agradecer, especialmente, la valentía y la dignidad de los ciudadanos rusos que se añaden a este clamor de la humanidad contra el Kremlin. Saben que serán detenidos de manera fulminante por las fuerzas de seguridad y que se exponen a ser duramente represaliados. Pero, siendo perfectamente conscientes de ello, no tienen miedo de salir a la calle y mostrar su solidaridad con el sufrimiento de la población ucraniana y contra la agresión militar perpetrada por su Gobierno.

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