Laporta no disimula el repelús que le provocan los éxitos del básquet

Su ausencia injustificada en la final de la Copa se debió a que el equipo es herencia plena de Bartomeu y para evitar otra foto comprometida con Florentino

Ninguna de las explicaciones o excusas que se han intentado ofrecer y hacer circular en torno a la ausencia del presidente del Barça, Joan Laporta, en la final de la Copa del Rey de baloncesto el domingo pasado puede satisfacer ni convencer a nadie. La más indolente argumenta que el club estaba perfectamente representado en la figura del directivo responsable de la sección, Josep Cubells, una salida tangencial que no se sostiene pues hace un mes que el presidente sí acudió a la final de la Supercopa de España del Femení, frente al At. Madrid, con victoria del Barça por 7-0. 

Parecía comprensible y lógica su presencia en aquel partido, como lo hubiera sido estar en la tribuna del Palacio Municipal de Deportes de Granada, un desplazamiento fácil de prever y de organizar con el calendario en la mano. El matiz o la incidencia concurrente fue la circunstancia de que la ubicación y el horario no eran compatibles con su presencia en Mestalla el domingo pasado por la tarde en el partido de Liga frente al Valencia.

Ningún barcelonista, absolutamente ninguno, le hubiera afeado al presidente la elección de estar esa tarde y en ese partido concreto, contra el Real Madrid, en Granada y no en Valencia. Precisamente existe en el Barça una arraigada tradición de normalidad y de aceptación sobre la ausencia del presidente en la mayoría de los desplazamientos de los equipos profesionales, pues ni Josep Lluís Núñez, ni Sandro Rosell ni Josep Maria Bartomeu tenían por costumbre realizar los desplazamientos del primer equipo de fútbol, excepto en contadas ocasiones, como partidos internacionales de competiciones europeas o finales. 

Resulta comprensible que, tratándose de cargos directivos honoríficos, ni el presidente ni los directivos dispongan de suficiente tiempo como para estar, en bloque, en todas y cada una de las actividades y viajes de los equipos profesionales. En el arte del reparto de estas funciones de representación estaría el secreto del éxito y también, claro está, en aplicar un sentido común que sí se echa demasiado de menos en el conjunto de la gestión del club.

Las verdaderas razones por las que Joan Laporta no estuvo en la final de Granada, un vacío que desde luego supone un desprecio más hacia las secciones deportivas, radican básicamente en el rechazo que siente Joan Laporta hacia una sección como el baloncesto, que es herencia pura de Josep Maria Bartomeu, y la incomodidad añadida que se le suponía sentarse al lado de Florentino Pérez en el caso de ganar el título, pues la pleitesía y la sumisión del presidente azulgrana en relación al madridista alcanza ribetes de comedia y de sainete. 

Precisamente en el último encuentro de ambos, con motivo del protocolario intercambio de regalos en la Supercopa de España de Arabia Saudí, Laporta apareció con una camiseta del Real Madrid en una foto con Florentino, como haciendo tándem y visualizando ese seguidismo azulgrana de las políticas y directrices del caudillo del Bernabéu, especialmente en el frente suicida de la Superliga y en la guerra contra LaLiga, que le ha costado al Barça renunciar a 250 millones, al menos hasta hoy.

Dicho de otro modo, Joan Laporta no es capaz hoy en día de levantarle la voz Florentino, ni siquiera de atender a las necesidades de su propio club, el FC Barcelona, sin el consentimiento y la aprobación de Florentino. En este sentido, el propio Javier Tebas, presidente de LaLiga no deja de lanzarle puyas sobre esta actitud, desvelando que cuando habla con Laporta en privado, éste le manifiesta su total acuerdo y entusiasmo con el adelanto del dinero del fondo de inversiones CVC. Otra cosa, explica Tebas, es la incomprensible posición de Joan Laporta, maniatado por los intereses del Real Madrid, incidiendo en que hasta ahora su CEO Ferran Reverter admiraba más al propio Florentino Pérez que a Joan Laporta.

Laporta antepuso, pues, su interés personal por evitar el contacto con Florentino, al que obedece sin pestañear en la vida real, aunque pretenda disimularlo con ausencias como la de la final de la Copa del Rey de baloncesto.

Tampoco puede ocultar Laporta el repelús que le produce la sección de baloncesto tal y como la heredó de Josep Maria Bartomeu, como un bloque de primer nivel europeo, muy competitivo y capaz, como ha demostrado, de apalizar continua y sistemáticamente al Real Madrid en las competiciones domésticas en la Copa y en la ACB y de estar en la élite del baloncesto continental. 

El año pasado, el equipo de Jasikevicius se quedó a apenas unos puntos de la Euroliga, respondiendo totalmente a las expectativas de un equipo que acertó de pleno con el fichaje de Nikola Mirotić y que, de la mano de un entrenador apasionado y con mucho carácter, se ha convertido en el “terror” del baloncesto europeo.

Laporta celebra lo mínimo los éxitos de un Barça de básquet con el que le cuesta intimar por la sencilla razón que juega para el club, para unos colores y para una afición. A diferencia del resto de la mayoría de los cargos estratégicos de cada una de las secciones, nadie le debe el puesto a Joan Laporta ni a sus asesores deportivos, ya estaban cuando llegó el nuevo presidente y de alguna manera entiende que su compromiso en la pista no es ni con el presidente o la junta anterior ni con la directiva actual.

Tienen otra mentalidad y personalidad de sobras como para jugar una final contra el Real Madrid y arrollarlo sin lamentar la ausencia del presidente, ni una queja, pero también sin necesitarlo para nada.

El actual presidente, como le ocurrió con Koeman, al que no soportaba por lo que significaba, era incapaz de ilusionarse con sus méritos como cuando, en la temporada anterior, el primer equipo ganó la Copa del Rey y estando a un partido de ponerse líder en la Liga nunca expresó públicamente ni su confianza ni su entusiasmo en ganar ese título. Nada que ver con su actitud hacia Xavi, del todo distinta, pues estando a 15 puntos del Real Madrid no deja de repetir que “vamos a por la Liga”. 

Con el básquet, mientras Laporta no se haga con el mando y sus responsables y cracks no se sientan dependientes del presidente, la relación seguirá siendo fría.

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