Vox pasa de la impertinencia al exabrupto y al insulto más grosero

La ultraderecha cada vez está más desaforada. Los primeros meses de Vox en el Parlament se caracterizaron porque protagonizaron intervenciones impertinentes, con el clásico repertorio de vincular inmigración y delincuencia, contra el feminismo y las políticas de igualdad, con acusaciones de golpismo hacia el independentismo, o atacante los colectivos LGTBI.

Pero con el paso del tiempo, a pesar de los toques de atención de la presidenta, Laura Borràs, y el vacío que le hacen la gran mayoría de grupos de la cámara, los diputados de ultraderecha se han soltado todavía más, y han pasado de la impertinencia retórica directamente al insulto y en la mala educación.

Esta deriva tocó techo la semana pasada, cuando, durante el último pleno del Parlament, el diputado de Vox Antonio Gallego sacó toda la testosterona que pudo y, cuando oyó que el presidente de la Generalitat les acusaba de tener actitudes que se acercaban al fascismo por la degradación de las instituciones que provocan, no dudó a levantar la voz y a gritar en castellano “¡hijo de puta!”. Ni desde la barra de un bar y con tres gintónics de más le habría salido este desafortunado exabrupto de manera más natural.

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