Y mientras… Vox va creciendo

La política no funciona como las matemáticas, sin embargo, algunos dirigentes se apuntan a la moda de los algoritmos y no siempre aciertan sus pronósticos. Alfonso Fernández Mañueco erró el cálculo adelantando las elecciones de Castilla y León; pensaba el matemático salmantino que así sumaría a sus diputados (29) los 12 de Ciudadanos, gracias al proceso de destrucción que sufre el invento anaranjado, y así sacaría mayoría absoluta (41). Si bien es cierto que el PP de Mañueco ganó las elecciones y sumó dos diputados a los que ya tenía, la mayoría absoluta les ha quedado a 10 escaños. De los 12, Cs ha perdido 11. Curiosamente, la ultraderechista Vox ha sumado otros 12 diputados (tenía uno), y ahora es clave para hacer realidad el sueño de Mañueco, el de la mayoría absoluta. El PSOE ha cedido la primera posición tras restar siete diputados y quedarse con 28. Resumiendo, en política dos más dos no siempre o casi nunca suman cuatro.

Por otra parte, Vox ya no es lo que era, no se vende por un plato de lentejas, su precio aumenta proporcional a los escaños; si hasta ahora se conformaba con influir desde fuera, en Castilla y León reclama un pedazo de la tarta, al menos similar al de Cs. La ambición ultraderechista se traduce en una fotografía incómoda para el PP, que quiere y duele y no quiere verse del bracito de Vox. Así, Pablo Casado, presunto líder de los populares, marca, al menos por el momento, las distancias; no lo hace por convicción, lo hace por miedo a un castigo electoral. Para evitarlo, reclama la abstención socialista. Pedro Sánchez recoge el guante y redobla la presión a Casado ofreciéndole ayuda si rompe con Vox «para siempre y en todos los territorios».

Mientras, Isabel Díaz Ayuso -o su sombra, MAR- ha echado la red, a ver qué pesca. De hecho, esta vez, no contenta, ha decidido dar un paso adelante y abordar el barco popular. Con mar de fondo, el PP ha iniciado una guerra fratricida de dimensiones incalculables. Después de los últimos movimientos, ya sólo puede quedar uno vivo. En Ferraz han comprado palomitas.

Volviendo a Vox, países europeos como Alemania y Francia lo tienen muy claro, con la extrema derecha no se juega. Su cordón sanitario es sólido y todos los partidos, vengan de donde vengan y vayan a donde vayan, rehúyen pactar con el diablo para tomar un atajo, aunque esto les cueste el poder. La trayectoria errática y la citada debilidad del PP, que nunca ha alcanzado la homologación de la derecha europea, divisan un futuro esplendoroso para los ultraderechistas y nefasto para la democracia. Decía Miguel de Unamuno que «lo que los fascistas odian es la inteligencia». La falta de ésta les abona el terreno.

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