¿Cómo responder a las grandes preguntas políticas?

Los políticos deben enfrentarse continuamente a las demandas, necesidades, deseos o aspiraciones de la ciudadanía, más allá o más acá de la realidad en la que pueden actuar. Desde esta perspectiva, la democracia es un experimento permanente en el que, a base de realizar intentos, se avanza en función de los aciertos o los errores que se vayan manifestando. Cuando se trata de responder a demandas o problemas de alta complejidad, es obvio que es necesario evaluar muy bien cuáles son las ventajas y los inconvenientes antes de tomar una decisión política de calado.

Pongamos por ejemplo las siguientes preguntas: ¿hay que sustituir a la monarquía parlamentaria del Estado español por una república? ¿Queremos una república independiente catalana? ¿Haría falta que Girona tuviera más autonomía de la Generalitat? ¿Sería conveniente transformar el Estado de las autonomías en un Estado federal o, por el contrario, sería necesaria una recentralización como en la época franquista? ¿Nos interesa una Unión Europea más fuerte y que, por tanto, recorte una parte importante de la soberanía de los Estados? Es obvio que estos temas políticos son de gran complejidad, y optar por un sí o un no (o quizá por una tercera opción intermedia) tiene consecuencias muy diversas. Más allá o más acá del hecho de que es inevitable posicionarse a partir de emociones, sentimientos y deseos, la razón, el pragmatismo y las consecuencias técnicas y sociales deben estar muy presentes antes de tomar ninguna decisión política.

Dado que tarde o temprano la realidad se impone, los conocedores de esa realidad (los expertos) son los que tendrían autoridad para gobernar. Nos encontraríamos con lo que ya decían Sócrates y Platón. Para ellos, democracia sería el gobierno de los más preparados. Pero he aquí que el fundamento de las democracias modernas radica en el procedimiento transparente para escoger libremente a quien queremos que nos represente. Por tanto, el procedimiento democrático establecido para elegir a nuestros representantes debe ser prioritario. Si dejáramos que la autoridad de los expertos (en el sentido de personas con conocimientos, prestigio y competencia) se impusiera, algunos lo considerarían un “autoritarismo” (en el sentido de opresión o arbitrariedad) inaceptable hoy en día.

La realidad es que hoy la información, las propuestas y las opiniones políticas que recibimos la ciudadanía provienen mayoritariamente de los políticos legitimados para ello, ya que han sido escogidos democráticamente. Desafortunadamente, todos sabemos que esta legitimidad no implica necesariamente tener «autoridad»; es decir, ser un experto en los temas objeto de gobernanza. Rara vez nos llega la voz de los expertos, de las autoridades en las diferentes materias y de aquellos que verdaderamente son conocedores de las ventajas y los inconvenientes que toda decisión política inevitablemente implica.

Por ello, en las democracias avanzadas, es necesario acompañar las explicaciones y las propuestas de los políticos de evaluaciones, argumentaciones, datos y propuestas provenientes del mundo de los expertos. Obviamente, las opiniones, las valoraciones y las propuestas de la ciudadanía y de las instituciones no políticas también deben estar presentes. La pregunta hoy muy difícil de responder satisfactoriamente es: ¿cuál es el mejor camino y el más directo para conseguir los mejores resultados políticos para la ciudadanía? O, formulada de forma más agresiva, ¿es mejor basar las decisiones políticas en los mecanismos democráticos o hacerlo en el conocimiento de los expertos?

El papel de los expertos se echa de menos especialmente cuando se constata la capacidad existente de manipular las decisiones democráticas, tanto por parte de los partidos políticos como de los lobbys financieros. Esta manipulación hace desconfiar del modelo de democracia parlamentaria vigente en la actualidad. Pero no es menos cierto que el pueblo puede equivoca rse, y en ocasiones gravemente, como nos muestran determinados resultados electorales tanto en el pasado como recientemente.

Para resolver satisfactoriamente esta crucial controversia política, especialmente en Cataluña y España, sería muy beneficioso garantizar un debate sereno y amplio que no fuera acaparado por los partidos políticos. Es necesario que los expertos en los diferentes ámbitos de decisión política tuvieran una tribuna libre y amplia donde emitir públicamente las diferentes consecuencias técnicas de cada una de las opciones políticas sobre las que queremos decidir. ¡Ojalá lo viéramos pronto!

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1 comentario en «¿Cómo responder a las grandes preguntas políticas?»

  1. lo que pasa en este pais que hai que cambiar la costitucion española,una costitucion que puso fraga,el acme reir de europa,menos senadores y politicos,solopsoe,y pp,ahi mucho politico a chupar,con 100 senadores llega,asi la edad de jubilacion seria 60,y abria mas policia,mas bonberos,mas jardineros,ect,cambiemos la puta costitucion española,que nadie se pregunta por que tenemos esa costitucion de fraga,parece que a los grandes no les conbiene,por algo sera……

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