Laporta pone en riesgo de impugnación el Spotify-Camp Nou

El referéndum de 2014 solo aprobó ponerle apellido al estadio mientras que a la asamblea de 2021 se hacía referencia única a conseguir la financiación. En la consulta de diciembre se matiza, pero no es vinculante

El acuerdo definitivo con Spotify no será válido hasta que no lo apruebe la asamblea de compromisarios del FC Barcelona, que volverán a ser llamados a consulta en una asamblea que podría tener carácter extraordinario o bien introducir la aprobación en la próxima ordinaria, que no se produciría hasta el mes de octubre próximo, con el contrato ya en vigor. No lo precisó el presidente Joan Laporta en su primera declaración oficial sobre los acontecimientos de la semana pasada, uno de ellos la postergación del anuncio con la plataforma de streaming sueca y el otro, en absoluto menor, la fuga de Ferran Reverter a la cual el presidente quiso poner su punto de vista cómico y surrealista. «Nos ha pedido un año sabático», dijo con este tono burlón y divertido, procurando que su mensaje estimule la salida física y rápida de su CEO en las próximas horas.


La convivencia de Reverter con la dinámica del día a día de la gestión no tiene ningún sentido a la vista que ambas partes, aunque hayan querido aparentar una solución amistosa y a plena satisfacción de sus intereses, se van crispando por instantes. Al ex CEO no le ha gustado, en absoluto, que desde el aparato de comunicación del club, este que antes tenía a favor, se haya apresurado a filtrar toda una serie de motivos y de desavenencias que, básicamente, han pretendido convertir a Ferran Reverter en una especie de declarado enemigo de los socios, en el perverso ejecutivo que tramaba la conversión del Barça en SA. La realidad es que estos planes tenían y tienen el visto bueno de Laporta, a quien ahora le interesa enfriar todas estas informaciones.
Sí que fue claro Joan Laporta en el hecho que el Barça estaba ahora a la espera que llegaran los contratos firmados por Spotify para cerrar un patrocinio que nace con una duda muy razonable y controvertido, porque diferentes fuentes muy informadas han apuntado que la intención de ambas partes, para cuadrar las cifras y los activos, es la de activar el naming rights del estadio azulgrana, de forma que pase a denominarse Spotify Camp Nou. Incluso se admitió, desde la negociación, que se estaba acabando de pulir esta arista.

La marca sueca, lógicamente, no entiende poner el ‘apellido’ al estadio si desembolsará durante tres años una cantidad muy importante en una inversión que es sobre todo de imagen, publicitaria y de marketing. El problema que se plantea ante esta posibilidad lo apuntó con su habitual precisión y lucidez el periodista Xavi Bosch en las páginas del Mundo Deportivo en un artículo en el cual analizaba y valoraba la posibilidad que sea Spotify el nuevo patrocinador principal del equipo azulgrana, que aparecería en el frontal de la camiseta de los primeros equipos de fútbol, masculino y femenino, también en el dorso de la camiseta de entrenamiento y junto al nombre del estadio. «Se ha escrito que la intención es que el nombre del estadio sea Spotify Camp Nou. Si es así, se incumplirá una de las líneas rojas que votó masivamente el socio en 2014. La pregunta, que arrancó un 72,36% de votos a favor, era: ¿Aprueba la propuesta del nuevo Camp Nou, el Espai Barça y el nuevo Palau Blaugrana? Literalmente impecable, pero en la propuesta se dijo siempre que el nombre del patrocinador que pondría los 200 millones por los title rights, siempre sería el apellido de Camp Nou. En ningún caso, el nombre. Por lo tanto, sería Camp Nou Spotify. Así sí. Si es al revés, habrá quién pueda impugnarlo».

En efecto, incluida en la propuesta de la directiva azulgrana al referéndum planteado el abril de 2014 se sometió a la votación de los socios un plan de financiación con absoluta claridad, precisaba que 200 millones de los 600 presupuestados procederían directamente de los title rights, es decir de adosarle en el Camp Nou el nombre de un patrocinador. El espíritu del recurso y de la estrategia azulgrana diseñados por el vicepresidente económico de aquel momento, Javier Faus, fue proteger la identidad y el arraigo emocional y sentimental de la nomenclatura de un estadio con tanta historia que nunca se dejó decir de otro modo que no fuera como espontáneamente quisieron bautizarlo los socios de la época.

Con el tiempo, esta sencilla liturgia de denominar Camp Nou al estadio que dejaba atrás el viejo Les Corts contribuyó a consolidar la expresa voluntad de todos los barcelonistas de evitar cambiarle de nombre en homenaje a un futbolista o a un presidente. Incluso la posibilidad de explotar comercialmente el Camp Nou por razones de evidente necesidad financiera para modernizar las instalaciones fue una opción que siempre se planteó desde el respecto a este sentimiento tan generalizado.

El segundo referéndum, telemático, siete años más tarde, era inevitable porque Joan Laporta superara una situación de posible rechazo social, porque el convencimiento de los barcelonistas era que solo una consulta popular podía cambiar lo que otra consulta había decidido, no incluía en su postulado ninguna modificación en relación con esta cuestión de los title rights, que no son el mismo que los naming rights.

Caben, por lo tanto, todas las interpretaciones, aunque parece evidente que a la consulta del pasado mes de diciembre la única pregunta dirigida al socio planteaba un sí o no a ratificar el acuerdo asambleario previo sobre un punto concreto del orden del día de la asamblea, primero convocada para el 17 de octubre y finalmente completada en otra sesión el 23 de octubre: «Espai Barça. Aprobación, si procede, de la obtención de la financiación necesaria para llevar a cabo la operación». La respuesta mayoritaria de los pocos asistentes fue de 405 votos a favor, 21 en contra y 6 en blanco, eso sí después de que varios socios se levantaran en la sala exigiendo respetar el valor del referéndum de 2014 y, por lo tanto, solicitar que otra consulta social decidiera los cambios del nuevo proyecto.

La junta se apresuró a presentar cuatro dibujos y apenas unos escritos muy resumidos en los cuales generalizaba sobre su idea de no tocar el Primera Gradería del Camp Nou, ampliar los pisos de salas VIP y elevar el Tercera Gradería, no descartando este enlucido externo con algún tipo de material.

Habiendo aprobado la asamblea ampliar la financiación, no hacía falta ningún referéndum porque no puede, por normativa, vincularse una decisión soberana de la asamblea a una consulta tal como lo prevén los estatutos. A la de 2014 lo que se hizo fue pedir la aprobación de los socios a la totalidad de la realización del proyecto, incluido un plan arquitectónico, un plan urbano y la financiación, incorporando la venta por 200 millones de los title rigths del Camp Nou, es decir la posibilidad de añadir un patrocinador al nombre oficial del estadio azulgrana. Después, el resultado de este referéndum fue validado en asamblea. No podía ser de otro modo.

La consulta del pasado 19 de diciembre planteó la siguiente pregunta: «¿Ratifica la decisión de la Asamblea de Compromisarios de autorizar la Junta Directiva porque ejecute las actuaciones necesarias para conseguir la financiación para el proyecto Espai Barça por un importe que no supere los 1.500 millones de euros?».

No hay que añadir que el texto contiene todas las trampas del mundo, incluido si este concepto “de actuaciones necesarias” contempla, o no, la venta de los title rigths. Puede ser que la directiva de Joan Laporta entienda necesario, por ejemplo, vender jugadores con este mismo propósito o directamente el mismo nombre del estadio porque pudiera denominarse Spotify Stadium, o Spotify Barça. La cuestión legal de fondo es que la consulta del pasado mas de diciembre no es vinculante si la asamblea no lo ha decidido, y menos encara si no se especifica como sí que se hizo en 2014. Lío a la vista.

Laporta conoce los límites tanto como su proverbial facilidad para saltarlos y para asumir sin casi arañazos las quejas y los sentimientos heridos de los socios. ¿Llegará al extremo de borrar el nombre del Camp Nou por una marca? Seguramente solo habría un motivo o un argumento, que a cambio el club recibiera una cantidad de ingresos que lo justificara. No parece el caso ni tampoco que Spotify se conforme con una fórmula que en realidad no cambiaría en el ámbito social la manera de referirse al estadio por parte de los socios y de los forofos.

Es un común denominador del universo laportista que también la pretendida transparencia se convierta en un efecto aparente, sutil y confuso, sobre todo a partir que el paso del tiempo deja entrever o pose a cuerpo descubierto la verdadera dimensión y naturaleza de las grandes y de las pequeñas operaciones.

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