Laporta pone al Barça en ridículo con la ‘repesca’ de Dembélé

Mateu Alemany y Xavi, obligados por la furia y la precipitación del presidente, salieron públicamente a afirmar que nunca más volvería a vestir de azulgrana

Ousmane

Ousmane Dembélé ya se ha convertido exactamente en aquello que nadie quería, más en un problema que en una solución después de que, por culpa de la errática política deportiva dirigida compulsivamente por Joan Laporta, el delantero pasara en un mes de ser el enemigo público del Barça, un futbolista que nunca más volvería a vestir la camiseta azulgrana, que iba a ser traspasado o al que incluso se le iba a rescindir el contrato a ser, de nuevo, un futbolista más del primer equipo a las órdenes de Xavi Hernández.

Nunca se sabrá de todo, resulta imposible de afirmar, pero sí se puede conjeturar legítimamente que si Dembélé hubiera podido estar reforzando al equipo en el partido de Copa frente al Athletic en San Mamés el Barça habría sido un equipo distinto, no sólo por la presencia de un futbolista rápido y desequilibrante sino sobre todo por el shock que supuso para el vestuario la decisión de la directiva de apartar a un compañero bajo la amenaza de no jugar un solo minuto en lo que queda de temporada. No fue un asunto agradable ni de fácil digestión para el grupo en la previa de un partido clave de la temporada para el FC Barcelona.

Hoy está claro que aquella fue una decisión absurda y precipitada, un capricho, tomada por alguien con más madera de cacique que de presidente. Pero así es Laporta, un personaje limitado y cada vez más incompetente para afrontar cualquier problema con cierta perspectiva y responsabilidad. Le salió la vena totalitaria y hasta cierto punto vengativa, pues la prioridad era renovar a Dembélé para disponer de margen salarial suficiente con el que inscribir a Ferran Torres. Como Ousamane se lo iba pensando, pues tenía sobre la mesa más y mejores ofertas, Laporta se sintió ofendido, engañado y preso de un malhumor impensable en alguien con cierta experiencia.

Tan enfurecido estaba que mandó a su director técnico a crucificarlo ante la opinión pública. Mateu Alemany, por boca de su presidente fue quien le puso la proa: «Hoy, día 20 de enero, a once días de cerrar el último plazo dentro de su contrato es evidente que nos parece obvio que el jugador no quiere continuar en el Barcelona y no está comprometido con el proyecto futuro del Barça. En este escenario se le ha comunicado a él y a sus agentes que debe salir de forma inmediata, porque nosotros queremos jugadores comprometidos y esperamos que se produzca una transferencia antes del 31 de enero», declaró. «En todo este tiempo, seis meses y pico casi siete, hemos dialogado, hemos hablado, el Barça ha hecho diferentes ofertas, ha tratado de buscar una vía para que el jugador continuase con nosotros y esas ofertas han sido sistemáticamente rechazadas por sus agentes», añadió.

Alemany no ocultó que el encallamiento de la situación le había obligado a descartarle. «La consecuencia deportiva de todo ello, valorada por los técnicos y nuestro entrenador, es que no deseamos tener con nosotros jugadores no comprometidos y que no quieran estar en el Barça, y por lo tanto el hecho de que no vaya convocado no es más que una consecuencia de todo este proceso. El club no es el que debe determinar, lo ha determinado el entrenador y tiene nuestro apoyo. Nos parece una actitud absolutamente coherente», explicó Alemany.

Por tanto, desde los despachos se atribuyó a Xavi el castigo para envolver la pataleta de un presidente que echaba fuego por las muelas contra el futbolista.

Con el paso de los días, sin embargo, también han puesto en el disparadero, otra vez a Xavi, esta vez por boca del presidente, afirmando que “dejamos el asunto en manos del entrenador”.

Si lo llega a alinear frente al At. Madrid la fiesta se habría aguado porque la grada está furiosa contra Dembélé, lo quiere fuera y con motivo porque la situación provocada y la intoxicación mediática desde el club provocó que el ejército de periodistas al dictado aumentaran aún el supuesto crimen antibarcelonista cometido por el delantero francés, que no es distinto al que ahora están cometiendo Ronald Araujo y Gavi, futbolistas a los que el club ha presentado ofertas de renovación que han sido, de momento, rechazadas.

Ha trascendido, además, que el agente del defensa uruguayo se ha sentado con el City de Guardiola y que el Real Madrid también ha preguntado por su futuro. Las amenazas a Dembélé pueden haber provocado incluso el efecto contrario de futbolistas que, ante su último año en el Barça, prefieran negociar su salida en verano. Ellos mismos y sus agentes saben que no pueden fiarse del presidente y mucho menos de sus instrumentos como Mateu Alemany o Xavi, que han de salir a dar la cara y quedar en ridículo.

La prensa escribía lo siguiente cuando Ousmane fue severamente castigado y dejado fuera del equipo en el partido de Copa. “Al final se ha impuesto la mano dura con un jugador que pide mucho y ha aportado poco. Asunto zanjado. Ahora, Mateu Alemany tendrá que trabajar contrarreloj para encontrar un equipo para Dembélé. Tiene once días para hacerlo… El Barça ha cumplido su amenaza y Dembélé no vestirá nunca más la camiseta blaugrana. Xavi se ha alineado con los intereses del club y ha apartado al delantero francés, que ayer ya quedó fuera de la convocatoria para el partido de Copa ante el Athletic. El Barça se ha hartado del doble juego de Dembélé y de su agente, Moussa Sissoko, después de meses de negociaciones infructuosas. Y ha dicho basta. El lamentable rendimiento y el escaso compromiso del futbolista en sus cinco temporadas en el Camp Nou no justifican, de ninguna manera, las desmesuradas e inasumibles exigencias de su agente para renovar. Hubiera sido absurdo e injusto pagarle lo que no se merece. Así que, punto y final al culebrón. Ahora, el francés (que quiso defenderse con un comunicado absurdo y a destiempo) tiene 10 días para buscarse equipo. Muchas gracias por nada y hasta nunca…”. Lo firmaba el inefable director del diario Sport, Lluís Mascaró, portavoz del periodismo afecto al régimen laportista.

Todo para que unas semanas más tarde todos menos el futbolista hayan quedado retratados. Ni la AFE ni LaLiga hubieran permitido un castigo de ese calibre sin una causa disciplinaria o justificada deportivamente. A Laporta le tocaron la cresta y debió rectificar, dejando al club en ridículo.

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