Laporta lidera un Forensic plagado de trampas y mentiras

Se atrevió a afirmar que su mandato dejó superávit e incluyó las ventas de Neto y Athur como irregulares, sólo para engordar el informe al fiscal

El relato desbordado y esperpéntico de las presuntas fechorías de Josep Maria Bartomeu se ha convertido en una caza de brujas y persecución mediática sin precedentes como reacción a la frustración y rabia de la propia prensa, decepcionada con la escasa artillería proporcionada en la frívola y poco profesional presentación del Forensic. 

De cara a los medios de comunicación, expectantes porque también lleva meses prometiendo una verdadera carnicería contable y financiera en contra de la anterior junta, las intervenciones de Joan Laporta, Eduard Romeu y el abogado Jaume Campaner supusieron una verdadera frustración, otra más como resultado de una convocatoria fallida y otra patada hacia adelante para que ahora sea la Fiscalía Provincial la encargada de hacer justicia por su cuenta. 

Este otro paso en falso, sin embargo, se ha traducido en una reacción de mayor furia y crispación contra Bartomeu y su gestión por parte de la prensa, en lugar de sentirse engañada otra vez por la junta de Joan Laporta que, además, ha reducido el número y la gravedad de las muchas irregularidades tantas veces anunciadas.

Los que esperaban que los pagos a periodistas se convirtiera en el tema estrella de la convocatoria no sólo se quedaron con las ganas, sino que Laporta dejó muy claro que por ese camino no se iba a ningún lado. Una decepción para periodistas que habían cruzado insultos y acusaciones con otros compañeros de profesión por culpa de esta polémica que desde el club se había alimentado con filtraciones inciertas, interesadas y falsas.

Quien realizó la afirmación más vergonzosamente falsa, quien mintió con más descaro y con esa frialdad legendaria gracias a la que ha podido construir un relato barcelonista lo bastante fantasioso y embaucador para los socios del FC Barcelona fue el propio presidente Joan Laporta en distintas intervenciones. La principal, cuando afirmó que “al final de mi mandato dejamos superávit”. 

La verdad es que por más veces que lo repita, los estados financieros y económicos del club siguen y seguirán reflejando los 47,6 millones de pérdidas del total de su mandato después de cerrarse el ejercicio 2009-10 con 84 millones de déficit. La prensa, mayoritariamente, se sigue creyendo la mentira organizada por Laporta y la junta de su época en base a un fallo judicial de la acción de responsabilidad que le exoneraba de devolver de su bolsillo esa cantidad, entre otros motivos gracias a que aquel contencioso nunca vio el recurso de la Audiencia Provincial debido a que la junta de Bartomeu decidió renunciar a esa segunda sentencia. 

Lo que Laporta oculta alevosamente y con la única intención de engañar a los socios y al barcelonismo es que su impugnación de los acuerdos de la asamblea de octubre de 2010, en la que se aprobaron unas pérdidas de 84 millones, no prosperó ni en primera instancia ni en la sentencia inapelable de la Audiencia Provincial. 

Ninguna otra sentencia ha cambiado lo que las memorias del club azulgrana afirman, corroboran y demuestran: que Laporta firmó 84 millones de pérdidas al final de la temporada 2009-10 y que ahora, tras la temporada 2020-21 ha pulverizado ese registro con 481 millones de pérdidas, con la guinda de haber echado a Messi, Griezmann y Dembélé. En este ámbito, Laporta es insuperable, sea en el Barça o en el Reus.

Otro de los embustes puestos en escena en la rueda de prensa de ayer fue incluir en ese dossier de presuntas fechorías de Bartomeu las operaciones de Neto y de Pjanic que llegaron al Barça asociados a los traspasos de las figuras de Cillesen al Valencia y Arthur Melo a la Juventus. Está claro que, si bien sirvieron para fabricar unas ganancias de urgencia para compensar pérdidas en el ejercicio ordinario, en ningún caso pueden considerarse ilegales ni fraudulentas. 

Ni los auditores del Barça ni del Valencia ni de la propia LaLiga se opusieron a esos asientos contables perfectamente permitidos. Sería, por analogía, un truco contable como el cometido por Laporta en el ejercicio pasado cuando, después de cerrar el traspaso de Griezmann y Trincao, decidió devaluarlos en los libros, amortizarlos a valor cero aumentando las pérdidas del ejercicio para darse beneficios esta temporada al contabilizar las ventas. 

Por cierto, que el director deportivo del Valencia que dio luz verde al canje de Neto por Cillesen era Mateu Alemany, ahora lugarteniente de Laporta en los sospechosos y mediocres fichajes de la pretemporada y de este invierno (cuatro incorporaciones, de las cuales solo podrán jugar tres en la Europa League).

Si para el dossier de corrupción e ilícitos recopilados sobre la etapa de Bartomeu, el propio Laporta pone por delante falsedades y embustes para robustecer ese discurso contra el pasado cuesta de atribuirle al acto en sí una credibilidad ni siquiera media. Además, el presidente azulgrana admitió que los casos presentados, por su complejidad, eran muy difíciles de demostrar y de ganar en un juicio.

Las otras presuntas irregularidades tratan de temas sobre los que los propios personajes protagonistas, presuntos beneficiarios, como Josep Maria Minguella Junior o André Cury, agentes y profesionales del fútbol, han dado y acreditado todo tipo de explicaciones que desmienten esas acusaciones. Seguramente no tiene ningún recorrido por la sencilla razón de que no existen comisiones ilegales en las operaciones en las que intervinieron, más allá de que fueran más o menos generosas. 

La propia explicación, embrollada, confusa y poco aclaratoria sobre las comisiones que Laporta pagó en su anterior mandato, como la que se llevó Mino Raiola, el agente de Ibrahimovic, superior a los 10 millones, servirá para que la Fiscalía se abstenga seguramente de entrar en ese tema.

Una representante de la empresa responsable del Forensic afirmó sin demasiado convencimiento que los daños reclamables a Bartomeu como perjuicio producido al FC Barcelona ascenderían a 30 millones, que sería una cifra inferior a la herida económica de 33 millones de números rojos consecuencia del fichaje ruinoso de Ibrahimovic, autoría de Joan Laporta, como los 12 millones negativos producidos por la compra de los terrenos de Viladecans, los más de 30 millones de Sogecable, los 40 millones de Can Rigalt, los 4 millones por firmar un contrato ilegal con Mediapro, los 32 millones pagados por los fichajes de Keirrison y Henrique, los 3 millones gastados en espionajes, los 4 millones en gastos de tarjetas de crédito de directivos de su época y otros gastos que, siguiendo el mismo rasero aplicado a Bartomeu, se hubieran podido incluir en un Forensic contra Laporta en su día.

De hecho, algunos de estos casos fueron llevados a la Fiscalía, que no vio indicios de delito, demostrando inequívocamente muy pocas ganas de entrar en ese juego de denunciar a un presidente y junta del FC Barcelona sin la legitimidad al menos de una directiva democráticamente elegida por los socios del club. Ahora le toca al fiscal decidir si se atreve con Bartomeu cuando en su día no se atrevió con Laporta.

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