Soy un colono

Mira que me habían dicho cosas en la vida; me refiero para insultar, para despreciarme. Ya de pequeño me acostumbré a sufrir este tipo de acoso gratuito por parte de energúmenos que aún se cabreaban más cuando yo pasaba de ellos. La lista es extensa y se ha intensificado en estos últimos años a consecuencia de la deriva independentista del gobierno catalán. Me vuelve a salir esa sonrisa socarrona cuando les oigo gritar o ladrar, según se mire. Y a esa lista interminable se añade ahora colono.

Y pienso en mi padre cuando llegó a Sabadell en 1956, a una ciudad gris carente de servicios donde todavía las farolas de la rambla funcionaban con gas y donde los serenos deambulaban por calles oscuras con aquellas gabardinas típicas de la época. Y pienso en los esfuerzos que hizo para que sus hijos se integraran en aquella Cataluña que también era en colores cuando íbamos al Tibidabo, al Parque de la Ciutadella, a Blanes, a Camprodon o a las Fuentes del Llobregat. Y sigo recordando los sacrificios para poder pagar una escuela digna donde su hijo, que soy yo, pudiera llegar más lejos.

¡Y bien que lo consiguió! No fue fácil superar la arrogancia y la soberbia de individuos que, pese a mis ganas de aprender catalán, solo se fijaban en la ascendencia murciana de mis padres y en mis apellidos. Esto ya ocurría en los años setenta, que nunca se olvide. Pero mi constancia y mi anhelo por llegar donde yo quería me convirtieron en maestro y filólogo, mira qué casualidad, como Antoni Dalmases, aquel que esconde su segundo apellido no sea que se le recuerde los orígenes colonos de sus antepasados.

De Sabadell como yo, Antoni Dalmases ha pertenecido siempre a aquella estirpe de intelectuales intocables que se ha ganado la vida como profesor gracias a su licenciatura en filología española. Escritor de cuentos para jóvenes, muchos de ellos en castellano, es considerado «un maestro de los autores de habla española» según consta en alguna biografía. ¡Madre mía! ¡A ver si resultará que es un colono como yo! Me sabe mal que tenga que rodearse de aduladores y pelotas para que se hable de él. La objetividad es algo que Dalmases no acepta en absoluto porque sus palabras contienen muy poca humildad, más bien una mezcla de vanidad y narcisismo. Por lo tanto, para este tipo de gente se conforma una barrera de lameculos que deifican a un personaje que, en circunstancias normales, pasaría desapercibido.

No conozco personalmente a Dalmases, ni ganas, la verdad. Un exaltado que me define como colono, no merece mi respeto. Pero sí he llegado a saber las reacciones de mis alumnos cuando venía a compartir las sensaciones después de la lectura de alguno de sus libros. El profesor titular, otro iluminado por la figura de Dalmases, elegía unas lecturas nada adecuadas con la edad mental de sus alumnos, sin embargo, estaba convencido de que era la manera de que aprendieran, de que mejoraran su nivel de lengua catalana. Yo, irreverente, pensaba justo lo contrario. ¿Cómo aumentar el conocimiento del idioma si no entendían nada? Pues era precisamente lo que ocurría cuando Dalmases aparecía como un artista en la sala donde se reunían los alumnos. No entendían nada. Le hacían las preguntas que el profesor de catalán había preparado conscientemente para que Dalmases pudiera responder dentro de los márgenes establecidos, sin interacción ni empatía alguna. Y la frase que más se oía a la salida de aquella performance era ¡qué tío más plasta!

Pero qué le vamos a hacer… No podemos luchar contra colonos escondidos bajo el paraguas de TV3 y de falsos periodistas con cara de no haber roto nunca un plato. O quizás sí. Nuestra indiferencia a ese supremacismo, a ese racismo intelectual, es también nuestra fuerza. Señor Dalmases, hágaselo mirar. El odio que sale de sus labios, de sus ojos, es incompatible con la convivencia. La claridad de sus palabras constata una carencia de inteligencia tan angustiosa como destructiva. De hecho, se alinea con los que quieren tierra quemada y empezar de nuevo. Aquí tendrá un colono para defenderla de criaturas como usted, para defender una Cataluña de todos y de todas, porque esta es mi tierra. Que nunca se le olvide.

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