El disputado voto del señor Casero

Decía Abraham Lincoln que «una papeleta de voto es más fuerte que una bala de fusil» y no iba desacertado. También es cierto que a menudo los votos, como los tiros, salen por la culata. Desde el (casi) imposible empate a 1515 votos de la CUP para decidir el futuro de Artur Mas -un empate que, según las matemáticas, sólo es posible en un 0.00033014 de los casos-, que no reíamos -o llorábamos, según el caso- tanto en unas votaciones. Escribía entonces Julio Llamazares en El País que, “consultados los matemáticos más expertos, (el empate de la CUP) sólo puede producirse si todos los planetas se alinean, Jesucristo vuelve a resucitar y a las ranas les crece el pelo”. La votación del jueves en el Congreso también es digna de estudio -o de chirigota, según se mire-. La reforma de la reforma laboral se salvó por un único y telemático voto, y éste es fruto de un error, dicen, del diputado del PP por Cáceres, Alberto Casero. Fuentes del PP reconocían en caliente que Casero se había equivocado. Después, conscientes de que con esta realidad no iban a ninguna parte, la afirmaron que el diputado no se había equivocado y que se trataba de un error informático o, directamente, un pucherazo del gobierno. Filtran que Casero se equivocó dos veces más ese día en el voto telemático. Y, como tuiteó después Ernest Urtasun: “Un parlamentario cuando se equivoca votando puede hacer constar en el acta la corrección, pero eso no cambia el sentido del voto. En el Parlamento Europeo funciona exactamente igual…”.

Al margen de que el PP tenga que hacer un cursillo acelerado de voto telemático -hasta 79 diputados populares fallaron ese día-, el gobierno español y las izquierdas del Congreso por lo general harían bien en reflexionar sobre cómo se ha aprobado la que debía ser la madre de todas las reformas, con el voto errático de Casero y los votos envenenados de Ciudadanos. Euforias, pues, las justas.

Esto, en una semana que empezaba con el eco ensordecedor del Benidorm Fest, en el que se eligió la canción candidata al festival de Eurovisión, que contra pronóstico fue Slow Mo de la cantante Chanel. Aquí la polémica radica en el peso desproporcionado que la organización otorgó a los votos del jurado, en detrimento de los del público, que se decantaba de forma clara a favor de las propuestas de Rigoberta Bandini o Tanxugueiras. En este caso, se desconoce si Casero votó, por quien lo hizo y, en realidad, a quien quería votar. El caso también ha llegado al Congreso, donde los representantes gallegos, en defensa de las Tanxugueiras, han denunciado también un posible pucherazo.

Los votos también han tenido su aquel en Catalunya. El mismo jueves, contraprogramando el debate de la reforma laboral (?), la presidenta del Parlament, Laura Borràs, hacía un Torrent y denegaba el voto al diputado de la CUP Pau Juvillà, inhabilitado por la JEC por no retirar unos lazos amarillos de la Paeria. A vista de Twitter, con el gesto Borràs pasa a engrosar el contingente de traidores del independentismo, y la CUP afila ya la papelera de la historia.

A pesar de todo, como decía Lyndon Baines Johnson, “un hombre (y una mujer) sin un voto es un hombre sin protección”.

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