Lengua y guerra

Hay dos temas sobre la mesa del debate político y social sobre los que es complicado escribir o hablar evitando abrir heridas o entrar en confrontaciones subidas de tono. Son el de la lengua en Cataluña y el de la posible guerra en Ucrania. Son dos de esas cuestiones en las que las posiciones suelen radicalizarse y si no estás en un extremo o en el otro, se te complica la vida.

En cuanto a la inmersión lingüística, parece que o estás con la inmersión lingüística que se viene aplicando en las escuelas desde los años ochenta o eres un traidor españolista y un enemigo de la lengua catalana. En el caso de Ucrania, o te apuntas a las protestas y manifestaciones que resucitan el ‘No a la guerra’ de cuando la invasión de Irak por parte de la coalición de fuerzas internacionales o eres un militarista de narices y un pro- yanqui execrable.

Creo que lo más saludable es encarar los dos contenciosos con el máximo de información posible, evitar alinearse acríticamente con cualquiera de los bandos y apostar por las soluciones más constructivas y viables.

Uno de los problemas que conllevan estas polémicas es que las posiciones intermedias reciben críticas de ambos lados y chocan con dificultades para ser escuchadas. Otro problema es que te sitúes en el bando que sea siempre te encuentras con compañeros de viaje con los que no querrías tener nada que ver. Ya ocurría en las manifestaciones por los conflictos en los Balcanes o Siria, donde coincidían pacifistas de toda la vida y simpatizantes del islamismo más radical i violent.

Ahora, quienes reclaman que en las escuelas haya un 25% de asignaturas y tiempo educativo en castellano coinciden con los seguidores más fanáticos de Vox y quienes quieren que se aplique estrictamente la inmersión lingüística vigente se encuentran como compañeros de viaje a los que gritan ‘pim, pam, pum, que no quede ni uno’ a los dirigentes y militantes del PP que se pasean por Vic después de que el ayuntamiento les vetara la instalación de un tenderete a ellos ya la asociación ‘Escuela para todos’.

Volveremos a tener en breve manifestaciones del ‘No a la guerra’; en este caso, frente a la posible invasión rusa de Ucrania. España ha enviado buques de guerra a la zona y ha ofrecido sus aviones de combate a la OTAN por si tienen que intervenir en este conflicto. A las manifestaciones previstas se sumarán los contrarios a la OTAN y a la aportación española. Los pacifistas defenderán su convicción ideológica y muchos independentistas su rechazo a España. La Unión Europea ha advertido a Rusia de que le aplicará sanciones muy duras si invade Ucrania, pero no faltan los europeístas convencidos que reclaman una posición más serena y menos amenazante.

Insisto: mi criterio es analizar a fondo situaciones críticas como estas y huir de las respuestas fáciles y que nos ahorren discusiones. Se puede ser partidario del 25% de castellano en las escuelas en Vic y ser socialista y sumarse al ‘No a la guerra’, pero no por quedar bien con nadie o porque ‘es lo que dicen los míos’ sino porque se considera que es lo más acertado después de analizar los pros y contras de las diferentes alternativas.

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