Puigdemont se acabó convirtiendo en el enemigo público nº1 de Bartomeu

Los errores de cálculo y de estrategia del presidente de la Generalitat, pretendiendo que el Barça librara batallas que le correspondían a los políticos, le pusieron en su contra

Carles Puigdemont

A la vista del acoso del soberanismo a la directiva de Josep Maria Bartomeu, básicamente desde el cuartel general de Carles Puigdmont, antes y especialmente después del referéndum del 1-O, es posible concluir que  en un principio esta actuación parapolítica perseguía utilizar al Barça a favor del impacto y difusión internacional de la acometida independentista. 

A partir de que Bartomeu se niega a ceder a las múltiples presiones de ese entorno claramente ligado a Carles Puigdemont da la sensación de que el conjunto de las maniobras y persecución contra el palco del Camp Nou ya no tiene como objetivo servir a la causa independentista sino provocar una reacción mediática y social del barcelonismo y de la ciudadanía en general en contra de Bartomeu.

Fue como si, en reacción a su desobediencia y negativa a someterse a los planes de Puigdemont, la respuesta desde Waterloo hubiera sido la de generar un estado de opinión contario a la directiva azulgrana etiquetándola de centralista, contraria a Catalunya, unionista y enfrentada al amplió espectro social mayoritariamente a favor del “procés”.

En la tercera entrega de El Mundo sobre esos tejemanejes del aparato soberanista para usar el Barça para sus intereses, destaca la petición surrealista hecha llegar a Bartomeu para realizar una ofrenda del doblete de la temporada 2017-18 (Liga y Copa) a Carles Puigdemont cuando se encontraba en Berlín en una de las primeras paradas del exilio: “En el palco del Camp Nou, un grupo de políticos de Junts per Catalunya se acercaron a Josep Maria Bartomeu antes del inicio de un partido del Barcelona con una sorprendente petición: «Hay que viajar a ofrecer las copas al presidente»”, explicó en su edición de ayer. 

Bartomeu la rechazó de plano por ser un sinsentido y una especie trampa, una provocación a renglón seguido de ese enfrentamiento vivido con ocasión del 1-O. En el palco del Camp Nou los emisarios de Puigdemont siguieron planteando exigencias que, con el paso de los meses y de las negativas de Bartomeu fueron provocando tensiones. 

“Los independentistas pretendían, asimismo, que el Barcelona dejara el mismo número de asientos vacíos que políticos estaban presos, todos con un lazo amarillo. Bartomeu dijo ‘no’ y ofreció, como contrapartida, invitar a sus familiares”, explica el diario.

Y añade: “Para entonces la relación se había deteriorado. No sólo por los hechos del 1-O. Anteriormente, con motivo de la final de Copa del Rey de mayo del 2016, Carles Puigdemont, que llevaba cuatro meses en la Generalitat, llamó a Bartomeu: «No voy a ir a la final y tú no tienes que ir», le interpeló. «El equipo tampoco puede jugar el partido», añadió. El dirigente azulgrana le argumentó en aquella conversación que «el Barça tiene muchos socios y si van socios del club, el presidente tiene que estar allí. A ti te han votado en Cataluña y a mi en el Barça», replicó ante la insistencia de Puigdemont. «Estoy en contra de que los aficionados no lleven la bandera que les dé la gana, pero tengo que estar allí». La conversación se acabó de forma brusca. Puigdemont colgó”, relata el diario.

La situación previa a la final se había complicado como consecuencia de una resolución judicial que prohibía a los aficionados del Barça entrar banderas ‘estelades’ en la final prevista en el Wanda Metropolitano. De ahí la precipitación y ofuscación de Puigdemont, ansioso por politizar el ambiente de la final. El Barça, sin embargo, obtuvo un sonado éxito judicial anulando esa resolución por una instancia superior que además ratificó la posibilidad de entrar con esa bandera en el estadio como un símbolo de libertad de expresión, convivencia y respeto. Un golpe de efecto que también acabó por convencer a la UEFA que las multas impuestas al Barça por este mismo motivo en partidos de Champions no tenían sentido ni justificación. 

La situación creada acabó en una escena inesperada en el acto oficial de presentación de la final organizado por la Federación Española que detalla El Mundo: “Como marca el protocolo, hablaron los presidentes de los equipos finalistas. Cuando le llegó el turno a Bartomeu, quiso hacer una defensa del derecho a la libertad de expresión que había defendido a propósito de la polémica de las ‘estelades’, antes de lo cual pidió excusas: «Hubiera preferido que mis palabras se centraran sólo en el partido». El dirigente azulgrana fue duro al decir: «Me parece anacrónico y patético que un derecho que muchos de los que estamos hoy aquí defendimos de jóvenes tenga que ser recordado, hoy, en pleno siglo XXI, debido al comportamiento de unos pocos». Le pitaron. Sólo aplaudieron en la mesa del Barça. Al volver a su sitio, junto a Ángel Villar, éste le dijo: «¡Qué huevos tienes!»”.

Carles Puigemont se llevó, pues, el primer chasco de Bartomeu, pero no por la actitud del presidente del Barça sino por la compulsión de la Plaça de Sant Jaume por pretender que el club azulgrana librase batallas que le correspondían luchar a los políticos.

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