La familia Nazarbáyev (Kazajistán) cotinúa impidiendo que los vecinos y los turistas paseen por el camino de ronda de Lloret

La revuelta en este país centroasiático tambén tiene resonancias en la Costa Brava

La república del Kazajistán, ubicada entre Rusia y China, vive unos días dramáticos. Las protestas provocadas por el fuerte aumento del combustible de automoción (GLP) han derivado en una revuelta generalizada contra el régimen autoritario instaurado en el país, que actualmente preside Kasim-Yomart Tokháyev.

Para hacer frente a las manifestaciones y a los actos de protesta, el presidente ha dado instrucciones a las fuerzas de seguridad de “disparar a matar, sin aviso previo” contra la población. A la vez, Kasim-Yomart Tokháyev ha pedido ayuda militar a Vladímir Putin para sofocar la rebelión que, de momento, ya ha provocado la muerte de unas 40 personas y la detención de unos 4.000 opositores al régimen.

Kazajistán está dominada, desde hace más de 40 años, por el clan de Nursultán Nazarbáyev, antiguo primer secretario del Partido Comunista durante la época en la que el país formaba parte de la Unión Soviética, y, posteriormente, presidente de la república independiente entre los años 1990 y 2019, cuando dejó el cargo voluntariamente. El actual presidente, Kasim-Yomart Tokháyev, es el heredero político de este clan que gobierna con mano de hierro el país y que ha implantado un régimen basado en la corrupción y la represión de la disidencia.

El culto a la personalidad de Nursultán Nazarbáyev es uno de los rasgos de esta república centroasiática, donde las elecciones siempre han sido una farsa para justificar y garantizar la continuidad del mismo clan de poder. La capital del país, Astana, fue rebautizada en 2019 con el nombre de Nursultán, en honor al ex-presidente.

A pesar de que, oficialmente, Nursultán Nazarbáyev ya no ostenta ningún cargo, su sombra y su influencia continúan siendo omnipresentes en el gobierno del Kazajistán. Por ejemplo, una de sus hijas, Dariga, es la presidenta del Senado. Por eso, durante las protestas de estos días, los manifestantes han derrocado algunas de las estatuas con su efigie que hay en las ciudades del país. También han reclamado que la familia se vaya del Kazajistán, como condición para iniciar una nueva etapa de verdadera transición democrática.

Es probable que si, finalmente, Nursultán Nazarbáyev y su familia acaban abandonando el país –por la indignación y la presión de la población–, vayan a vivir… ¡a Lloret de Mar! Y es que en esta localidad de la Costa Brava, el clan de los Nazarbáyev es propietario, desde el año 2007, de la enorme finca de Can Juncadella.

Concretamente, esta finca figura a nombre de la sociedad Flinder Data SL, de la cual es administradora Svetlana Kagan Pechurchik. Pero en Lloret de Mar es de dominio público que sus propietarios reales son Dinara Nazarbáyeva, otra de las hijas del ex-presidente, y su marido. A pesar de las grandes medidas de seguridad y el secretismo que rodean a Can Juncadella, se sabe que también se ha hospedado, en alguna ocasión, Nursultán Nazarbáyev, que mantiene una antigua y estrecha amistad con el rey emérito Juan Carlos I.

La familia del ex-presidente del Kazajistán y el Ayuntamiento de Lloret de Mar están enfrentados, desde hace años, por un enconado conflicto, que ha acabado en los tribunales: el derecho de paso por el camino de ronda, que bordea el litoral, en el tramo que pasa por la finca de Can Juncadella.

Alegando motivos de seguridad, los Nazarbáyev impiden que los vecinos y los turistas puedan transitar por este camino. Y esto que en 2019 el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) dio la razón al Ayuntamiento en este litigio.

La puerta de acceso al camino de ronda está abierta, pero los peatones que acceden están controlados por videocámeras y, enseguida, son interceptados por guardias de seguridad con perros que les impiden el paso. También hay un sistema de megafonía que conmina a los paseantes a dar marcha atrás.

El Ayuntamiento ha incluido el camino de ronda en el inventario de bienes públicos del municipio para garantizar su libre acceso. También ha movilizado a veces a la policía local para hacer frente a las amenazas de los “seguratas” de los Nazarbáyev y proteger a los viandantes.

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