Laporta y su aparato fabrican una ola de euforia

Lamentable y grotesco ejercicio de manipulación mediática para disimular una de las peores semanas de la temporada, tras el triste empate en Granada y la derrota inapelable en la Supercopa

Una ola de euforia desatada y de entusiasmo sin precedentes se puso en marcha en el entorno laportista del barcelonismo nada más acabar la semifinal de la Supercopa de España ante el Real Madrid. Si no fuera porque el marcador no dejaba lugar a dudas (2-3) a favor del equipo blanco, por los comentarios, las crónicas, los titulares y las reacciones se diría que el Barça había vuelto a ganar 0-5 en el  Bernabéu, como en la temporada 1973-74.

El aparato mediático, periodístico y de comunicación que controla el 100% del entorno realizó una exhibición de dominio y de capacidad para convertir cada situación deportiva, buena o mala, en una oportunidad para cantar y aplaudir las proezas de Xavi Hernández como entrenador. Tanto como la bendita decisión de Joan Laporta de ficharlo a media temporada para salvar al barcelonismo de ir a parar al infierno.

La reacción tras la prórroga de un partido en el que el Barça nunca pudo ir por delante del marcador y que logró empatar por dos veces no se había vivido en el barcelonismo desde hacía años. Sólo existe, pero a distancia, el precedente de la eliminación en los octavos de la Champions de la edición 2020-21, ante el PSG, gracias a que el entonces recién elegido presidente del FC Barcelona, Joan Laporta, viajó a París con la ilusión y el ánimo de remontar. 

Aunque el equipo estaba entonces entrenado por Ronald Koeman no faltaron, al contrario, los aplausos y los halagos por la nueva imagen ofrecida por el equipo incuestionablemente como consecuencia de la presencia del nuevo presidente. Se dijo entonces que el equipo había exhibido otro talante y otra ambición. 

Ahora ha sido muy superior esta especie gozo colectivo, casi de celebración, empezando por el alegato final de RAC1 a favor de la gran victoria del partido, en el sentido que este Barça había conseguido crecer y consolidar el proyecto de la mano de Xavi.

“Estamos orgullosos, este es el camino”, dijo en una proclama con cámara incluida el propio presidente del FC Barcelona, Joan Laporta, quien después de acabar el partido corrió a abrazar a Xavi, emocionado, y luego se metió en el vestuario. “Habéis sido valientes, habéis dado la cara”, les dijo a los futbolistas, que no salían de su asombro ni de esa sorprendente escena tras una derrota que, ciertamente, el entorno ha tratado como un éxito extraordinario. Las caras de futbolistas y cuerpo técnico eran un poema.

También Piqué apareció ante los medios para concluir que “ahora estamos compitiendo y compitiendo podemos luchar por los títulos. Ya sólo falta ganar”, agregó en una frase calcada al epílogo de su presidente en la comparecencia ante los futbolistas.

Las consignas repartidas fueron disciplinadamente difundidas a través de los canales con más penetración, como hizo el periodista Jordi Basté, “El Barça hizo un gran partido. El equipo tiene un mal pasado, un presente incierto y el futuro pinta bastante más claro. Mucho mejor que hace cuatro meses, mucho mejor que hace dos y la sensación que el futuro es mucho mejor para el primer equipo del Barça de lo que podíamos pensar hace un año”, dijo.

No fue el único pope del periodismo entregado a la causa. “El Barça vuelve a ser el Barça”, suscribió el director del Sport, Lluís Mascaró, mientras que otro periodista, Dani Senabre, se ganaba bastantes likes con su punto de vista: “Da igual que pierda el Barça. Sale muy reforzado de esta Supercopa”.

Luego están los personajes definitivamente enfermizos del entorno, los pistoleros que se ganan la vida aporreando twitter con resentimiento y rabia, como si tuvieran miedo de perder sus privilegios. Es el caso de Allegro Misantropo y su comentario, suscrito por toda esa caterva de laportistas ciegos e irreflexivos. “Xavi ha dicho en la rueda de prensa que el Barça ha salido ‘acomplejado’ contra el Madrid los primeros 20’ por los últimos resultados contra ellos. Es la herencia del repetitivo discurso perdedor de Koeman . Hay entrenadores que hacen evolucionar sus equipos, los hay que son gestores y otros que destruyen”.

Es evidente que ese rencor, patológico, ha calado como resultado de la misma onda expansiva que, en su momento, se puso en marcha contra el entrenador holandés, de quien no se recuerda que ganó la Copa del Rey y remontó todas las posiciones hasta ponerse en condiciones de ganar la Liga pasada. Piqué podría explicar mejor que nadie por qué, como él dice, el equipo ahora “compite” y antes no lo hacía, por qué el vestuario no se entregaba con Koeman y sí con otro entrenador y por qué dijo que Xavi se merecía que los jugadores hicieran un esfuerzo. ¿Con Koeman no?

Por otro lado, es evidente y no es casual que el FC Barcelona pudo alinear en el partido de la Supercopa a Pedri, Ansu Fati y Dembélé, las tres joyas de la corona atacante del equipo que hasta ahora han permanecido lesionados. No es lo mismo que jugar con Luuk de Jong, Abde o Demir y Memphis.

Por eso el barcelonismo debe interpretar que todo cuanto se ha cocido antes y después del partido contra el Real Madrid a nivel mediático ha sido calculado y planificado porque esa es la base de la gestión de Joan Laporta. 

La idea era, con Ferran Torres como refuerzo estelar y las reapariciones de los mejores jugadores del equipo, aquellos que pueden marcar las diferencias, dar la campanada y conseguir un nuevo efecto lona que pudiera disipar, no hay que engañarse, la imposibilidad de enganchar el equipo a la Liga y la frustrante decepción de haber caído sin resistencia ni discusión antes de los octavos de la Champions. 

También aquella pretendida reacción, tras el fichaje de Xavi, estuvo coordinada exactamente para hacer coincidir el debut de Xavi con el regreso de Ansu Fati y Dembélé de cara a los partidos clave contra el Benfica en el Camp Nou y en el Allianz Arena contra el Bayern Munich. Las cosas sin embargo no salieron como estaban proyectadas.

Las expectativas esta vez pasaban por un giro de guión gracias a la previsible transformación de la fisonomía del equipo con esas cuatro novedades juntas: Ferran Torres, Pedri, Ansu Fati y Dembélé. El fútbol tiene sus propias leyes, el Barça empezó bastante flojo, a Ferran Torres le queda todavía mucha recuperación y Xavi no se atrevió a alinear de salida a Pedri y Fati. En cambio, Luuk de Jong volvió a ser el revulsivo en ataque y quien enchufó al equipo con un gol de carambola.

A partir de aquí, las lecturas son libres. El Real Madrid nunca presionó, se dedicó a esperar al Barça y a dejarse dominar con una enorme facilidad y letalidad para el contragolpe, como demostró en varias ocasiones, especialmente en el tercer gol con cuatro futbolistas solos en disposición de rematar, mientras que el dominio del Barça de Xavi no se tradujo en tantas ocasiones como la estadística o la apariencia pueda indicar.

El Barça viene de empatar torpemente y sin ideas ni progresos en el juego ante el Granada y de un partido de Copa que tampoco pasará a la historia. Si se añade a ese empate la derrota ante el Madrid en la Supercopa no se puede hablar de un balance extraordinario ni positivo en lo futbolístico, más allá de que se quiera hacer un ejercicio de confianza, de paciencia y de apoyo en el trabajo de Xavi, una actitud siempre bienvenida y a la larga conveniente. 

Otra cosa es tomar el pelo a los aficionados y socios en general con discursos en el vestuario que ni vienen ni van en una competición que viene siendo, hasta alcanzar este formato en Arabia Saudí, un súper-torneo de verano, ideal para turistas y ciertamente lucrativo.

Tampoco es para tanto si se gana, ni hay que rasgarse las vestiduras si se pierde. Pero lo que no se puede admitir ni tolerar es confundir a los aficionados con un ejercicio de grotesca e impresentable manipulación como si perder la semifinal de la Supercopa hubiera sido un gran éxito. No lo es, se mire como se mire.

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