El independentismo o la paloma de Kant

Susana Alonso

Immanuel. Kant (Prusia 1724-1804) en su parábola de la paloma dice que, al volar y sentir la resistencia del aire, la paloma podría imaginarse que volaría mucho mejor, libre y ligera en un espacio vacío, es decir sin aire. Sabemos que es precisamente todo lo contrario, la resistencia y oposición que ejerce el aire es precisamente lo que permiten volar a los pájaros.

La idea de una “Cataluña oprimida” del independentismo catalán, es una fantasía ya que el poderío industrial y económico que se desarrolló en la segunda mitad del siglo XIX lo hizo sobre todo en base a dos elementos. Uno es el marco jurídico político de la legislación española que permitió el famoso proteccionismo arancelario en favor de la industria textil catalana, que por cierto Franco mantuvo desde el primer momento. El segundo fue la ingente migración de hombres y mujeres de todos los rincones de España, que se establecieron y trabajaron atraídos por esa prosperidad industrial. Esos hechos, enriquecieron a Cataluña, pero todo hay que decirlo a costa de una ralentización del desarrollo de otras regiones, cuando no un claro empobrecimiento como fue el caso de la industria gallega del lino, que desapareció en favor del algodón y de este modo la industria catalana pudo colocar sus tejidos en el mercado español.

Es decir, y como Kant bien lo ha explicado, la paloma (Cataluña en este caso) no sólo no hubiese podido volar sin España, si no que el prestigio de territorio multicultural y cosmopolita que alcanzo hasta el año 2008, no hubiese tenido lugar. El independentismo catalán, solo, excluyente y excluido de Europa, jamás hubiese podido ni podrá garantizar el bienestar social que hemos gozado en los últimos dos siglos.

Siglo y medio más tarde, nuestro Antonio Machado (1875-1939) en su libro «Juan de Mairena», publicado en 1936, se hace eco de esa parábola con las siguientes palabras: “… la paloma que, al sentir en las alas la resistencia que le opone el aire, sueña que podría volar mejor en el vacío. Así ilustra Kant contra el dogmatismo que pretende elevarse a lo absoluto por el vuelo imposible del intelecto discursivo en un vacío de intuiciones … “. Es decir, el independentismo y sus propuestas carecen de vuelo (futuro), con el agravante de que, si gana, impone su criterio y elimina la disidencia. Si por el contrario pierde (que es lo que ya hemos empezado a visualizar), entonces convierte la pérdida en una victoria pírrica pues se considera agraviado de tal modo que se cree con todo el derecho para mantener la confrontación y excusar su derrota con falsedades que cada vez tienes menos aceptación o crédito.

Lamentablemente, desde el independentismo radical se considera que aquella migración procedente del resto de España representó, y sigue representando, una amenaza para la conservación y prosperidad de la “nación catalana” y sus señas de identidad como la lengua, tradiciones e incluso la raza, es decir estamos ante un supremacismo tan mágico como irreal. Cuando la Sra. Nuria de Gispert dirigiéndose a la Sra. Inés Arrimadas, le sugirió que volviera a Cádiz si estaba en contra del “procés”, lo que estaba expresando era la más pura esencia del componente supremacista por el que Cataluña es un ente superior al resto de España. Ese romanticismo superorgánico definitorio del Estado-Nación-Catalán es lo que llevó a Alemania al holocausto y a Japón o a la “Gran Serbia” a diversas guerras.

Está claro que el Estatuto de Autonomía en vigor a partir del año 2006, no es suficiente para el independentismo catalán actual. Sin lugar a dudas, el Estado de las Autonomías a fecha de hoy es mejorable en muchos aspectos. Sin embargo, la vía del progreso, de las mejoras sociales y de la estabilidad geopolítica, en ninguna circunstancia pasa por un “República Independiente Catalana” impuesta a la mitad de los catalanes y a toda España y Europa. Lamentablemente, los ejercicios especulativos del mundo independentista no son examinados (al menos en público) para ver si tienen un fundamento racional y positivo para la sociedad a la que se pretende aplicar. Al parecer Kant y Machado (entre otros muchos intelectuales) no sabían lo que decían.

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