Ayudemos a las camareras

Hace unos días tenía que hacer una entrevista y propuse encontrarnos en la terraza de un bar. Era por la noche, hacía frío y no había terrazas a mano en el sitio donde habíamos quedado. El entrevistado propuso entrar dentro de un restaurante pero yo, aunque ya llevo tres dosis de vacunas contra la Covid dentro, tenía mis dudas. Propuso hacerla él sin mascarilla para que las fotos quedaran bien y yo me la dejara puesta. Lo hicimos así. Entramos en el local, enseñamos nuestros pasaportes Covid y empezamos la entrevista.

Unos minutos después entró un hombre y se fue directo hacia una mesa donde un conocido le esperaba. La camarera, que estaba sola atendiendo a los clientes, se le acercó y le pidió el pasaporte Covid. Él, de malos modos, le dijo que pasaba de estas cosas y se repantingó en la silla. Cuando la camarera pasó por mi lado hizo un gesto como diciendo “¡qué le vamos a hacer!”. El hombre engreído hacía dos o tres como ella y los pocos clientes que estábamos en el local no hicimos ningún amago de ayudarla. Por suerte, estuvo poco rato en el bar. Cuando nos fuimos le pregunté a la camarera si se encontraba a menudo con personajes como ése. «De vez en cuando», me contestó resignada.

En un bar debajo de mi casa, que lleva una familia china, divertida y trabajadora, me pidieron el pasaporte un día y no lo han querido hacer más. Yo insisto en que lo hagan más a menudo porque que un día no esté contagiado no quiere decir que no lo esté varios días después. Le pedí a uno de los miembros de esa familia si se había encontrado con alguien que se comportase como el hombre que he citado. Me dijo que les había pasado una vez. Otro hombre entró a tomar un café y dijo no tener ese pasaporte. No hizo ningún gesto de marcharse y le sirvieron el café que pedía. “Paciencia”, me dijo la china encogiendo los hombros mientras preparaba la mesa para 15 personas que la habían reservado para una cena de Navidad. Al día siguiente me dijo que todos los asistentes le habían enseñado el pasaporte Covid y que una persona no había ido a la cena porque no lo tenía.

Quizás somos un solo pueblo, pero en este pueblo hay gente para todo. Gente que se preocupa por la salud de los demás y gente egoísta. Días atrás, murió por culpa de la Covid un amigo que no quería vacunarse. Se puede entender y aceptar que haya gente que ponga en riesgo su vida. Lo que no es aceptable es que con nuestras decisiones pongamos en peligro la vida de los demás.

Camareras y camareros de todo el mundo, ánimos y gracias por vuestro trabajo.

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