La religión de los antivacunas

He oído a muchas personas que rechazan vacunarse y que apoyan teorías conspiranoicas sobre el Covid frases como “no nos lo cuentan todo” o “nos engañan”.

Vengo de dónde vengo y en mi entorno hay gente, sobre todo mujeres, de ideas ecologistas, naturistas, que practican o practicaban yoga y que buscan terapias alternativas a la medicina tradicional. Y muchas de estas personas se han negado a vacunarse y dan explicaciones mágicas, esotéricas de castigos de la divina naturaleza y de conspiraciones farmacéuticas y poderes económicos globalistas, para explicar el origen o la veracidad del covid.

Quizás yo soy un outsider o quizás es que, como ateo convencido, puedo compartir parte de las ideas ecologistas y naturistas sin que para mí sean ningún dogma de fe, ni formen parte de una cosmovisión alternativa como sí tienen bastantes de estas personas de ideas ecologistas o naturistas, que han cambiado la creencia en la divina providencia, el pecado original y el castigo divino, por otras vinculadas habitualmente a la reencarnación, en las que quienes eligen el buen camino ascienden.

Yo me vacuné de covid y ya deseo ponerme la tercera dosis. Cuando personas de mi entorno justifican su negativa a vacunarse o comparten teorías conspiranoicas, habitualmente argumentan que «ellos» nos engañan o no nos lo explican todo. Y cuando yo pregunto quiénes son «ellos», o bien me salen con teorías sobre los que dominan el mundo, o me dicen cosas como que “tú no sabes quiénes son ellos, pero ellos sí saben quién eres tú y cómo manipularte”. A partir de ahí algunas de estas personas –afortunadamente no todas– proclaman convencidas que con la vacuna me han puesto un chip con el que “ellos” me van a controlar y manipular.

También hay personas antivacunas que cuando han viajado a ciertos países tropicales sí se han puesto todas las vacunas que se recomendaban, que justifican su negativa a vacunarse de covid afirmando que para encontrar una vacuna es necesaria una investigación que tarda al menos tres o cuatro años, y ahora las farmacéuticas están experimentando con nosotros hasta encontrar la buena. Afirman que los centros de vacunación realizan varias listas de la gente que se ha vacunado. Está la de los que sólo han recibido placebo, y las de los que hemos recibido algún fármaco experimental para ver cómo evolucionamos y los efectos secundarios de cara a conseguir en tres años la vacuna que sí funcionará.

El rechazo a las vacunas también está muy extendido entre los ámbitos ultraderechistas, que hace un año animaron o intentaron obtener réditos de las protestas contra los confinamientos y cierre de actividades. Vox, por ejemplo, se ha manifestado contra la obligatoriedad de vacunarse y de la imposición del pase covid, cosa que defienden sin ruborizarse los dos profesionales de la sanidad que son diputados en el Parlament: el odontólogo Ignacio Garriga y la anestesista María Elisa García Fuster. Garriga, a quien se le murió la madre de covid, no niega la enfermedad, pero culpabiliza al Gobierno de Pedro Sánchez por permitir que “el virus chino” entrara por Barajas. En la fiesta que celebró Vox en Madrid, donde Abascal presentó la Agenda España, ante la globalista Agenda 2030 de la ONU, actuó el cantante neonazi G-Babe, que interpretó sus temas antivacunas.

Susana Alonso

Con la llegada del frío, muchos países europeos sufren una nueva ola y se imponen restricciones, sobre todo para los no vacunados. En Austria, Alemania, Francia y Bélgica se han producido protestas violentas contra las restricciones para los no vacunados que han recibido el apoyo de la ultraderecha y de sectores muy transversales. Cuando pensábamos que los latinos de la Europa del sur éramos los insumisos del continente frente a los ciudadanos disciplinados de la Europa germánica, vemos que mientras que en España el índice de vacunación es del 80%, en Portugal del 87% y en Italia del 74%, en Austria es sólo del 65%, y en Alemania, del 68%. Al igual que hace siglos mucha gente creía que la peste que asediaba cíclicamente Europa era o bien un castigo divino o un mal provocado por los maléficos judíos, ahora todavía son millones las personas en Europa que creen que esta pandemia del siglo XXI es o un castigo impuesto por la diosa naturaleza o un invento de los poderosos para debilitarnos, que afecta sobre todo a aquellos débiles de espíritu que se niegan a ver lo que es evidente.

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