A Laporta le entra una extraña prisa por el Espai Barça

Teme que la inflación dispare el precio del dinero y corre para cerrar con Goldman Sachs un proyecto de cifras desmelenadas y exageradas

Joan Laporta ha preparado un referéndum telemático que coincidirá el día 19 de diciembre con la Marató de TV3 y un partido de Liga, el Barça-Elche, en puertas de la Navidad y en un entorno y condiciones que convierten la consulta prácticamente en un trámite y en un “paseo militar” para los intereses de la Junta Directiva.

El planteamiento, aunque el texto de la pregunta hace referencia a la ratificación de la financiación, que ya fue aprobada en asamblea, es el mismo: Espai Barça, sí o Espai Barça, no, una disyuntiva que, efectivamente, no provocaba en los socios ninguna duda. Sin embargo, cuando llegó el momento de plantear a los compromisarios esta cuestión fue cuando las cosas se pusieron feas para el presidente, pues los compromisarios serios y responsables lo que proponían no era solo un referéndum sino también una explicación detallada y un argumento convincente del incremento de los costes, que doblaban prácticamente la última propuesta anterior, de 840 millones, formulada en 2020.  

El proyecto ya fue sometido a referéndum en 2014, y entonces la inversión necesaria se estimó en 600 millones de euros para realizar la modernización íntegra y definitiva del Camp Nou, inaugurado en 1957 y remozado en dos fases con ampliaciones (tercera y primera gradería) en tiempos de Josep Lluís Núñez.

Como los compromisarios estaban dispuestos a no aprobar la propuesta inicial de la junta, Laporta aprovechó para diferir la votación una semana, acompañando la espera de dos maniobras estratégicas propagandísticas. Por un lado, convocó la continuación de la asamblea en un sábado sin partido, lo que se tradujo en un descenso a la mitad de la cifra de compromisarios y en una evidente modificación de la tipología del socio asistente, y por otro repitió a lo largo de la semana previa que garantizaba la convocatoria de un referéndum vinculante.

Ganar la votación en la prórroga fue coser y cantar, del mismo modo que ahora ganará el referéndum sin haber respondido a esas exigencias y peticiones de los socios, ávidos de una precisa y puntillosa explicación de cada una de las afectaciones del nuevo Espai Barça. Las explicaciones, hasta ahora, han sido todas superficiales, generalistas y sin dar una respuesta satisfactoria a los socios que, a su manera, sospechan que pedir 1.500 millones para las obras del Espai Barça es una especie de brindis al sol.

La argucia es confundir el voto, como si votar ‘no’ significa estar en contra de remodelar y actualizar las instalaciones. Precisamente, los grupos y colectivos barcelonistas más reivindicativos no se oponían al Espai Barça, se limitaban a querer entender las cifras desmadradas y descontroladas. Como respuesta, Laporta les dio con la puerta en las narices.

El periodista Xavier Bosch, habitual colaborador de Mundo Deportivo y del diario Ara, resumía sus sensaciones como socio después de haber visitado la precipitada exposición organizada para este referéndum, al amparo y protección del espíritu de la Navidad. Más propaganda que información, ha escrito, frustrado por la ausencia de explicaciones, detalles, argumentos, planos, maquetas, ilustraciones y verdaderas y comprensibles razones para entender esas monumentales cifras.

Ayer mismo, en la presentación a los medios, Laporta volvió a pecar, no involuntariamente, de indefinición, afirmando que 900 millones serán para el Camp Nou, 420 millones para el Palau y el Palauet, la Pista de Gel y la estación de autobuses, 100 millones para el Campus y 60 millones para el resto de equipamientos. «Calculamos una inversión de 1.500 millones. Pero es un proyecto a cuatro años, y pueden pasar muchas cosas. Es un cálculo muy realista, pero siempre puede haber imprevistos», dijo, aumentando esa sensación de que la reformulación del Espai Barça contiene una fuerte dosis de improvisación.

Sobre la construcción, como siempre, una nueva ocurrencia que añadir al primer impulso de jugar en Montjuïc mientras se realizaban las obras, luego en el Johan Cruyff con unas gradas imposibles para 50.000 espectadores, más tarde la renuncia absoluta a Montjuïc y ahora, sin descartar nada, un nuevo plan que pasa por alternar juego y obras el primer año, el segundo ir a otro estadio y luego otro año y medio compatibilizando medias entradas con el remate de la construcción.

En líneas generales la sensación es que se sigue inventando sobre la marcha  y la práctica confirmación de que Goldman Sachs será la entidad que negocie esos 1.500 millones necesarios.

Pero menos, quizás, porque ahora entran en juego los Naming rights e ingresos adicionales por las zonas VIP o actividades del Campus Barça por unos 200 millones, cantidad que, se supone, reducirían el montante del préstamo en trámite de negociación. 

Opacidad incluso a la hora de explicar el propio plan de Goldman Sachs, que inicialmente tiene previsto comenzar las obras con un crédito participado por Goldman, Citibank, La Caixa y Banc Sabadell, que son los interesados en dar este primer empujón. Una vez iniciadas las obras, Goldman emitirá bonos con los que se devolverá ese primer crédito. El Barça negocia, pues aún no está cerrado, retrasar el primer pago del recibo del Espai Barça hasta que se puedan obtener los primeros beneficios de explotación, es decir con una carencia de cinco años, a partir del cual un tercio de esos ingresos serán para Goldman Sachs, anualmente, durante unos 30 años, aproximadamente.

La prisa que le ha entrado ahora a Joan Laporta por convocar el referéndum, de una semana para la otra, como quien dice, pasa por el temor estratégico a que los tipos de interés y el precio del dinero se disparen y supongan un freno inflacionario al proyecto azulgrana. Ese sí que sería, definitivamente, el obstáculo que echaría por los suelos lo que para el club azulgrana supone la posibilidad, quizás la única, de no caer en las garras de un salvador, inversionista, que acabe trasformando el club en sociedad anónima.

Laporta tiene prisa, verdaderas urgencias, porque, contradictoriamente, no quiere saber nada de CVC porque hipoteca un mínimo de los derechos de TV a muchos años vista y, en cambio, le dará igual que la factura de Goldman tarde 30 o 35 años en pagarse. La explicación es muy sencilla: el negocio de CVC lo controla Javier Tebas y el Espai Barça muy pronto será, a partir del 19 de diciembre, un coto privado de Laporta. Tendrá todo el control. Sólo él.

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