Estilos de hacer política

Twitter se ha convertido en los últimos tiempos en la herramienta más potente de difusión de opinión. Cualquier usuario puede opinar en esta red social sin que en la mayoría de las veces la transmisión de mentiras o la propagación de noticias falsas sean penalizadas. Incluso, en algunas ocasiones, genera mayor impacto en la opinión pública lo que afirman usuarios anónimos que lo que dicen periodistas que trabajan a diario con información veraz, datos contrastados o contenido de una fiabilidad mucho más elevada. Sin embargo, algunas veces es un espacio muy interesante para conocer la tendencia de pensamiento de algunos sectores sobre algunas cuestiones de la actualidad política y social.

En este sentido, y desde hace unos meses, he podido leer varios tuits que señalan que el expresident Jordi Pujol fue y ha sido “víctima del Estado” por el simple hecho de haber sido un político del espectro nacionalista catalán. ¿Es que la corrupción de ahí está bien y la del resto del mundo está mal? ¿Es que la corrupción de Catalunya puede permitirse y la del Partido Popular de Madrid, no? Hay que remarcar, además, que él mismo reconoció en 2014 que su familia había mantenido dinero no regularizado en el extranjero. A todo esto hay que añadir que sus hijos han sido noticia a lo largo de los últimos años por haber estado involucrados en varios casos de corrupción, a pesar de no afectarle a él de forma directa.

Algunos mensajes que corren por Twitter y algunos de altos cargos políticos son la constatación de que uno de los objetivos de una parte importante del movimiento político independentista (sobre todo el que hace ver que no viene de la antigua Convergència Democràtica de Catalunya) es intentar recuperar la imagen que tenía Jordi Pujol antes de 2014, porque saben que fue él quien puso los cimientos del nacionalismo catalán actual y que, sin su labor política, el proceso no habría sido igual.

Sin embargo, el trasfondo de todo ello es que hay una franja amplia de la clase política catalana nacionalista e independentista (con Jordi Pujol al frente) que considera que las instituciones políticas le pertenecen y que puede hacer y deshacer más allá de los límites legales e imponer como líneas rojas sus valores morales y éticos. Y aquí es donde radica la causa principal de los tuits que se han producido a lo largo de las últimas semanas y meses, que buscan situar al “Estado” como el inductor de lo que le está pasando a Pujol. En definitiva, colocar al expresidente de la Generalitat como un elemento más para sumar independentistas, pero, al mismo tiempo, porque saben que es uno de los suyos.

Las consecuencias de este estilo de hacer política son conocidas: la división de la sociedad catalana entre independentistas y no independentistas o, en otras palabras, entre buenos y malos catalanes y catalanas. Porque, al fin y al cabo, son los propios políticos nacionalistas (ahora convertidos en independentistas) quienes han fijado y fijan los criterios y los baremos para ser un catalán o catalana de primera o segunda. Ésta es seguramente una de las heridas más difíciles de cicatrizar en una sociedad como la nuestra.

Modelos y paradigmas de sociedad hay un montón y cada uno tiene sus particularidades y sus rasgos característicos. Soy de los que piensan que una de las tareas más importantes de cualquier gobernante es la búsqueda de instrumentos que favorezcan la cohesión y la unión de su comunidad. Instrumentos que busquen la integración y no la separación. Instrumentos que rehúyan distinguir entre ciudadanos y ciudadanas de primera y segunda.

Quizás una de las mejores definiciones de la sociedad en la que aspiro a vivir la apuntó recientemente el exdiputado socialista Eduardo Madina. El que fue dirigente del PSOE afirmó, en una entrevista con la periodista Gemma Nierga, que no le producía «ninguna sensación negativa» saber que próximamente saldrían en libertad los etarras que habían intentado asesinarle, porque en el «modelo de sociedad» que yo defendí siempre tenía un sitio para ellos, a diferencia del modelo de sociedad que defendieron ellos, que nunca tuvo un sitio para mí”.

Susana Alonso

Afortunadamente, en Catalunya no ha habido ni existe la violencia que sufrió la sociedad vasca. Sin embargo, ojalá fuéramos capaces, entre todos y todas, de construir un futuro sin revanchas y sin resentimiento.

¡Ah!, y una sociedad donde la corrupción no fuera tapada por intereses políticos y donde las instituciones no fueran utilizadas para objetivos que dividen.

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