Borrar el pasado de la Masia forma parte del plan Laporta

El director del centro también desvincula y niega la nueva generación de futbolistas de la gestión de Bartomeu

Pablo Martín Páez Gavira (Gavi)

La directiva de Joan Laporta exhibe como su principal seña de identidad actuar como parásitos y con una mentalidad “okupa” que, ante el silencio y aceptación de la prensa, acaba por convertir en propios y exclusivos los éxitos de los demás, sobre todo de quienes, antes de su llegada al club, han realizado un trabajo excelente a favor de los intereses del FC Barcelona.

No hace falta decir que, principalmente, desde el retorno de Joan Laporta, sus esfuerzos no se han centrado en mejorar y consolidar el brillante balance del fútbol formativo que ha producido jugadores de nivel y gran futuro como Ansu Fati, Gavi, Pedri, Araujo, Mingueza, Nico o Riqui Puig, por no hablar de los ‘expulsados’ Ilaix Moribar y Conrad de la Fuente. Su principal ocupación ha sido la de elaborar un discurso mediático convincente para que, en la apariencia, parezca que un trabajo de muchos años tan relevante e indiscutible sea el resultado de la nueva junta y de su equipo.

Esta semana de pausa, por poner sólo un ejemplo, han aparecido unas declaraciones del director de la Masia, Mike Puig, que presume de los cambios producidos tras su incorporación, apropiándose sin el menor rubor no sólo de las nuevas infraestructuras previstas y ya planeadas como una planta de la residencia para las jugadoras femeninas sino incluso de la explosión de varios jugadores. Y lo argumenta: “Es una de las cosas que explican que este año tengamos 21 residentes más que el pasado. Casos como los de Caicedo en el baloncesto y Gavi y Nico en el fútbol ayudan mucho. Son una motivación extra. Ven que es posible, que este recorrido y esfuerzo tienen sentido”.

O sea, que antes de él no había nada, ni una Masia evolucionada ni deportistas con proyección. 

No se puede esperar mucho más de alguien abandonado durante años a su mediocridad y a vivir de haber trabajado en el Barça hasta que, por amiguismo con Laporta, le ha caído un cargo, en ningún caso no por sus méritos. Mike Puig, que estuvo en la estructura de las Barça Escoles, se ha dedicado como muchos otros a usar ese conocimiento y experiencia para iniciativas formativas con estilo Barça pero en ningún caso oficiales ni con el sello del club. Algunas han provocado incluso enormes malentendidos y hasta denuncias equivocadas.

El nuevo director de la Masia se suma de este modo a esa política de comunicación y de manipulación, retorcida y negacionista de la otra herencia de Josep Maria Bartomeu, la que ha de ser enterrada y disimulada a toda costa no vaya a ser que a alguien tenga la ocurrencia de valorarla y ofrecerle reconocimiento. Bajo ningún concepto puede relacionarse esta extraordinaria generación de futbolistas ni con el anterior staff técnico del fútbol base ni con el acierto de Bartomeu por su apuesta y mucho menos con el papel clave de Ronald Koeman consolidando a la mayoría de estos futbolistas, bastantes de ellos debutantes en el primer equipo como Pedri, Araujo, Mingueza, Nano o Gavi (foto) y arropando la prometedora carrera de Ansu Fati.

La estrategia de Joan Laporta, además del borrado de la historia, ha sido la del exterminio del equipo responsable de esta generación de oro, un despido masivo que no sólo da una idea de su sentido del barcelonismo,  más que sospechoso, también determina el grado de respeto hacia profesiónales que, en su mayoría, vienen sirviendo al club desde hace muchos años con independencia de quién manda en el palco, en la Ciutat Esportiva e incluso en el Barça B y mucho menos en el primer equipo. 

Había ocurrido, igual que en otros momentos de la historia, que se había dejado trabajar a  los herederos de Oriol Tort en el más absoluto de los anonimatos y, en este nuevo despertar, sin la presencia protagonista y decisivamente poco acertada de Andoni Zubizarreta. El secretario técnico que al final hubo de echar Bartomeu en 2015 para ganar el Triplete también había impuesto una política de renovaciones que, a las promesas del Barça B, les aseguraba una temporada en el primer equipo a cambio de no aceptar otras ofertas. El resultado fue el contrario del esperado.

Cuando las riendas del fútbol base volvieron a ser tomadas por los técnicos de la casa, los de toda la vida, a la vuelta de unos años el primer equipo ha podido disfrutar y elegir entre una serie de futbolistas con aptitudes y carácter para entrar directamente en la elite del fútbol. 

El ejemplo de Gavi es ilustrativo, un jugador de apenas 17 años que Luis Enrique no ha dudado en alinear en los partidos clave de la selección en la pasada Nations League y en los choques decisivos y trascendentales de clasificación para el Mundial de Qatar.

Gavi, como era de suponer, será el siguiente en ser renovado, con mejora de contrato incluida, y generosa, a cambio, de dar las gracias a Laporta por su confianza en un acto de presentación replicado de los de sus compañeros Pedri y Ansu Fati simulando un fichaje y no una renovación. Forma parte de la estética y de la escenografía perfeccionada por el equipo de comunicación de Laporta para generar esa fantasía según la cual los nuevos y prometedores canteranos no provienen del pasado oscuro de cuando gobernaba Bartomeu sino que, por arte de magia, sólo forman parte del presente. Es el discurso de Mike Puig, que también ha hecho desaparecer de las redes sociales su currículo más reciente. 

Sólo le ha faltado proponer, como en su momento propuso Víctor Fon, la creación de un área de comportamiento para los más jóvenes, especialmente en el fútbol base, como si la Masia no hubiera demostrado desde 1979, cuando abrió sus puertas, ser un centro de referencia educativa especialmente en buena conducta y valores. Otra cosa sería la necesidad de exigir más respeto, transparencia y honestidad a directivos y ejecutivos.

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