¿Molinos o gigantes?

“Mire su merced -respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen caminar la piedra del molino”. Como Sancho con Don Quijote, Pere Aragonès también quiere convencer a Catalunya de que los molinos de viento no son, como así los percibe buena parte de la población, gigantes agitando los brazos hostilmente. Por el contrario, son aliados para que las piedras de los molinos giren o, dicho de otro modo, para impulsar la cada vez más inaplazable transformación del modelo energético. Pero como las cosas se han hecho así de mal hasta ahora, el territorio percibe los molinos como lo hacía Don Quijote, como gigantes destructores. Por eso, pese a celebrar las buenas intenciones del Govern -ya era hora-, intuyo que no será tan fácil amansar el rechazo que los esbeltos molinos, que poco o nada tienen que ver con los que inspiraron a Cervantes para escribir la genial novela, provocan en el territorio.

Hasta ahora dormíamos sobre los laureles y ahora tenemos que correr para atrapar a aquellos que han hecho el trabajo o una parte del mismo. Por el momento, sólo generamos un 20% de energías renovables, el resto es de origen fósil o nuclear. El conjunto del Estado nos dobla y las autonomías aventajadas alcanzan el 70%. Ahora, a rebufo de las consignas marcadas por la Unión Europea, en menos de 10 años (2030) queremos llegar al 50% y al 100% en 2050. Y lo queremos hacer huyendo de los actuales proyectos gigantescos y pactando con el territorio -ayuntamientos y ciudadanía-. No entiendo una mejor forma de hacer las cosas. Sin embargo, insisto, habrá que arremangarse y picar piedra, el territorio desconfía. Hasta ahora se le ha querido imponer un modelo agresivo y especulativo, que violentaba el paisaje.

Mientras, la factura de la luz crece desbocada, sin que nadie sea capaz de frenarla. Así, nos abocan a una especie de yincana perversa en la que para intentar rascar el precio de la factura con ahorros irrisorios, hacemos la colada con nocturnidad y alevosía, castigando el descanso acústico vecinal. En este sentido, el decreto del Govern plantea también crear una energética pública que intente atenuar los efectos nocivos que ahora pagamos de la desafortunada privatización orquestada por el presidente José María Aznar. Veremos.

Sea como quiera y con todas las dudas habidas y por haber, cuando pocos cuestionan ya la evidencia y amenaza del cambio climático, celebro que se combata la inacción con algo de acción, por variar. Como respondió Don Quijote cuando su fiel escudero le sacó de la confusión de los gigantes que eran molinos: “Las cosas de la guerra más que otras están sujetas a continua mudanza”. Pues eso.

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