Laporta condena al Barça a 100 años de soledad

El tridente Romeu, Reverter y Guardiola ganan su partida y empujan al club a una sociedad anónima (SA) sin remedio

El vicepresidente del Área Económica del Barça y vicepresidente del consejo de administración de Audax, Eduard Romeu

Tras el Clásico de este domingo, frustrante, no hay consuelo para los socios del FC Barcelona, que mayoritariamente han aclamado el regreso de Joan Laporta sin saber que en el “pack” directivo y de avalistas incorporaba personajes de otra galaxia: Eduard Romeu, vicepresidente económico que dice saber de energías renovables; Ferran Reverter, el CEO proveniente del mundo del comercio electrónico, y Jaume Guardiola, ex-consejero delegado del Banc  Sabadell y financiero que nunca antes había visto de cerca  un club de fútbol. 

Los tres tienen en común, consecuencia de su absoluto desconocimiento del fútbol, ignorar la utilidad y el destino final del dinero del Barça, que para ellos no es en el campo sino en el banco, en el caso concreto del Barça de hoy en forma de préstamo para un Espai Barça que, ahora sí, ya se ha vuelto faraónico y descontrolado del todo. Lo mismo que la propia gestión económica una vez abatido, felizmente por lo que se ve, el único mecanismo a mano (artículo 67)  para impedir que la junta actual empeore las cosas.

Eduard Romeu, Ferran Reverter y Jaume Guardiola pensaron que la amenaza para sus avales y los estados financieros de club era Leo Messi, lo convirtieron en el enemigo y su negativa a renovarlo, en la única respuesta y pusilánime reacción a su miedo escénico ante una situación de evidente estrechez. En la misma situación, o peor incluso, puesto que el entorno social había sido puesto en su contra por tierra, mar y aire, el anterior presidente Josep Maria Bartomeu sí luchó por retener a Leo. Su salida no era negociable ni tampoco cedió a la tentación, como sí han hecho a la primera los “tres tenores” de la tesorería de Laporta, de ahorrarse 130 millones de ficha. 

Dejarlo marchar era una gran solución para Bartomeu, para su junta y para la “ratio” de masa salarial e ingresos, sobre todo en lo peor de la pandemia con el campo y las instalaciones cerradas durante toda la temporada 2020-21. Pero ni aun así se le pasó por la cabeza ceder.

Jugado el Clásico y maltrecho en la Liga, herido de muerte en la Champions, el equipo refleja hoy ese hundimiento a todos los niveles, futbolístico, social, comercial y de prestigio en el fútbol mundial, pero no por culpa de Koeman sino porque la combinación de veteranos demasiados desgastados y de jóvenes por desarrollar y explotar su talento es cuestión de tiempo. Una travesía del desierto que hubiera sido muy distinta con Messi en el equipo, con un futbolista capaz de asumir el peso de liderar la transición y de facilitar la adaptación de jugadores que, como a Ansu Fati, puede pesarle ese dorsal ‘10’ y la presión añadida que la junta de Joan Laporta le ha impuesto con una renovación tan mediática con el único fin propagandístico de preparar las asambleas.

El canterano no sólo no es Messi ni llegará a serlo, ni él ni nadie, sino que su rendimiento debe progresar acorde con su edad y con la responsabilidad que le toca, no la que se le exige ahora por encima de sus prestaciones actuales. Le sobra inexperiencia y le falta puesta a punto después de una lesión tan prolongada.

El club, gracias a ese talante de improvisación de Laporta, cada vez más desconcertante, y la personalidad timorata del equipo económico, al que se le acaban los argumentos basados en la herencia de Bartomeu, se enfrenta a ese enorme vacío dejado por Messi, al principio puede parecer que intrascendente, pero que con el paso de los días se vuelve más complicado de gestionar y de superar. El estado de “shock” se irá agudizando a medida que avance la temporada, la presión sobre Koeman aumente y la resistencia de la junta a sustituirlo, como está previsto, se acabe quebrando.

Venga quien venga, aunque sea Xavi, está claro que seguirá faltando Messi y que tanto Busquets, Piqué o  Jordi Alba irán envejeciendo a marchas forzadas. Sin dinero para fichar a un “crack” de talla mundial y tras haber perdido a Messi por la tozudez de seguir la estela de Florentino, hacia el abismo, y no aceptar el dinero salvador de CVC la razón de ser del Barça, ser el mejor club de fútbol del mundo, pierde todo el sentido.

De poco o nada sirve que Romeu, Reverter y Guardiola sean el nuevo ‘tridente’ de la institución y menos aún si al que menos avala y menos patrimonio se juega, o sea el menos solvente y con menos juicio, Joan Laporta, encima le retiran el control y le dejan gastar 1.500 millones como quiera y con quiera. Una locura sin precedentes.

Los del ‘tridente’, cada vez con más evidencias, se han metido el gol del siglo en propia puerta mientras a la otra delantera, Memphis, Ansu y Kun Agüero, apenas les da para marcar un gol por partido. Entregarse al festín de aumentar la deuda en más de 2.000 millones para acabar sacando a Luuk de Jong y advertir que no se podrá fichar en años suena a película de terror.

 El presidente de la Comisión Económica, Jaume Guardiola, no fue capaz siquiera de dar la cara en la continuación de la asamblea del sábado, seguramente por vergüenza y dignidad. Le pasó la pelota a uno de los miembros de la comisión, Jaume Carrasco i Nualart, para justificar la petición de Joan Laporta de suspender el artículo 67 de los Estatutos para siempre y sin condiciones, sin un plan de recuperación, hasta que no se recupere el patrimonio positivo del club.

Resultó una intervención cómica, ridícula e impropia de la imagen y prestigio del FC Barcelona después de escuchar a Laporta y a Fort repetir que sólo era una “suspensión provisional”. Jaume Carrasco quiso salvar los muebles escudándose en que el año que viene se impone una revisión de la suspensión, dijo, “en función del plan de negocio de la junta, del cual ya sabremos más cosas”. O sea que hoy en día no hay más plan que gastar 1.500 millones en obras y quemar el otro crédito de 590 millones sin que nadie vigile ni controle la junta ni su brazo armado económico.

 Igualmente, la Comisión Económica no supo cómo defender lo indefendible, pues basta un simple cálculo para evaluar que si esta temporada la junta de Laporta sostiene que dará un beneficio de 5 millones, la restitución del patrimonio negativo, que hoy es de 451 millones, no sería posible hasta dentro de 90 años. La provisionalidad tan repetida por Laporta y Fort acabaría en el año 2111, evidencia y pronóstico que suena, pues, a otro de esos embustes de alcance histórico. 

Por seguirle el juego a la junta, suponiendo que doblara esa capacidad de ganar dinero a 10 millones por temporada, rebajaría esa provisionalidad a la mitad, o sea a 45 años, con final de la suspensión del artículo 67 en el 2066. 

La realidad pasa por expectativas más bien pesimistas y de que al Barça le esperan 100 años de soledad y de penurias sin ninguna garantía de que la junta, la que sea, deba fijar un plan de austeridad, ahorro y recuperación riguroso. 

No hay Messi, no hay títulos en perspectiva, no hay fichajes, ya no hay control sobre la junta, tampoco plan de negocio ni un porvenir que no pase por un Barça SA. El equipo no ganará la Champions ni tampoco el futuro gracias a que quienes hoy se llevan los laureles en la prensa, Eduard Romeu, Ferran Reverter y Jaume Guardiola, éste como cómplice necesario, están eufóricos porque han ganado su partido. O al menos eso se creen.

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