MATa al norte, MATa al sur

El cielo de Cataluña puede acabar siendo, aún más, una inmensa autopista eléctrica si se llevan a cabo los proyectos de líneas de muy alta tensión (MAT) que ha presentado la empresa aragonesa Forestalia Renovables SL y que evacuará -desde las provincias de Teruel, Zaragoza y Huesca, hacia Cataluña (sobre todo áreas industriales y en el Prepirineo de Lleida, con destino a Francia)- la energía de los numerosos parques eólicos y solares que se prevén instalar en estos territorios aragoneses.

Pero esta vez, los cabecillas de Forestalia (qué nombre para una empresa que pretende arrasar cientos de hectáreas de masa forestal) quizás no se saldrán con la suya, porque esto que algunos llaman el territorio ya está más que harto de ser tratado como los suministradores de las áreas metropolitanas, afectadas, cada vez más, por unas crisis galopantes (económica, sanitaria, ecológica, automovilística, etc) que se superponen unas a otras, mientras las áreas rurales, el 70% del país, se despueblan en silencio, con una agricultura de precios ruinosos, cada vez más en manos de los grandes grupos de la distribución comercial, convertidas en tierra de paso para el abastecimiento de energía y agua, en espacios para la implantación masiva de grandes parques eólicos y solares (del mismo modo que, hace 50 años, lo fueron de nucleares y polígonos petroquímicos) y, en fin, por la colonización turística en el formato que ya conocemos, desde mediados de los años 90, de los parques de atracciones.

Al frente de Forestalia está Fernando Samper Rivas, que procede del sector cárnico aragonés, y por el lado catalán cuenta con dos asesores -de compra-venta, como si dijésemos- como Josep Grau y Felip Puig, ex consejeros, respectivamente, de Agricultura y Medio Ambiente y Territorio en gobiernos de Jordi Pujol, los cuales, en las recientes rondas de visitas a los ayuntamientos para explicar (con el talonario siempre a punto) las bondades de esta línea eléctrica entre Teruel y el Baix Llobregat (Begues), de 180 kilómetros -afecta términos de unos 50 municipios, con torres que pueden superar los 60 metros de altura, entre las demarcaciones de Tarragona y Barcelona salieron convenientemente abucheados.

No debe sorprender. Las crisis son paralelas, pero desiguales: en las áreas urbanas centrales, por exceso de concentración; en las periféricas y diseminadas, por defecto de supervivencia. Estas últimas, siempre que ha habido proyectos agresivos en los territorios y en las economías locales, han vuelto a unir sus esfuerzos, esta vez, por fin, acompañados por ayuntamientos, consejos comarcales y la Generalitat, que ya parecen haberse dado cuenta de que, con el recurso a la energía renovable y por más necesaria que sea, una empresa privada no puede aprovecharse -acaparando en las subastas permisos de acceso y conexión- para especular, vendiéndose después los parques eólicos y solares al mejor postor, que ya sabemos cuáles son, el oligopolio eléctrico que está jugando, criminalmente, con el aumento del precio a costa de la economía de la gente.

Lo que puede pasar en el sur del país, en la MAT que desde Aragón en Cataluña atraviesa comarcas del Ebro, Camp de Tarragona, Penedès y Llobregat, se intenta, también, por parte igualmente de Forestalia, en el norte de nuestro país, de Laluenga (Huesca) a Isona (Pallars Jussà), afectando los términos municipales de Tremp, Castell de Mur, Gavet de la Conca, Isona y Conca Dallà -municipios donde la empresa Blueprom prevé macrocentrales solares de 700 hectáreas en suelos agrarios. Además, otra línea eléctrica de 220 kilovoltios está proyectada desde Forada del Toscar (Huesca) a La Pobla de Segur.

Susana Alonso

En estas tierras de la Ribagorça y el Pallars no les viene de nuevo todo este movimiento de grandes conexiones eléctricas entre Aragón, Cataluña y Francia, derivadas de la implantación masiva de nucleares a ambos lados de la frontera. Ahora, las mismas empresas que apostaron hace 50 años por el «todo nuclear», una vez privatizadas por PSOE y PP, se lanzan, en competencia con otros grupos privados, de aquí y de fuera, al «todo renovable», importándoles un pito la crisis climática, la situación de la agricultura y la biodiversidad en los pueblos.

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