Joan Laporta se ha apresurado a realizar otra promesa que seguramente incumplirá anunciando un referéndum sobre el Espai Barça muy complicado de realizar por razones legales. Dentro de su único guion, el de la improvisación, el presidente ha salido a anunciar que el socio tendrá su referéndum porque una mayoría de las intervenciones de los compromisarios razonaron con fuerza que, si la anterior financiación del Espai Barça fue sometida a referéndum el 2014, la ampliación de esta misma operación a casi el doble, de 800 millones a 1.500 millones, no tendría que pesar exclusivamente en la responsabilidad de los apenas 600 compromisarios presentes en el Camp Nou el pasado domingo.
En realidad, sin embargo, es así, la asamblea es el órgano soberano, el único con la suficiente autoridad y legitimidad, absoluta, para tomar todas las decisiones excepto las contrarias a los estatutos y al ordenamiento jurídico o para elegir, tampoco echar, a una junta directiva y al presidente. Para ello están las elecciones.
Los expertos consideran que si el referéndum no figura en el orden del día de la asamblea no es posible votarlo el próximo sábado. Tampoco puede tener un efecto vinculante si la asamblea no lo valida, lo cual quiere decir que previamente a este supuesto referéndum Laporta tendría que convocar una asamblea extraordinaria que autorizara su celebración.
Da la sensación que el referéndum prometido es solo un señuelo, una manera de entrar en la reanudación de la asamblea con buen pie, con una concesión a los socios sobre todo pensado en los puntos siguientes del orden del día: la aprobación para vender una parte de Barça Studios SA y la suspensión del artículo 67 de los Estatutos, que también es matizado por no pocos socios que consideran que hace falta un compromiso a tres o cuatro años para que sea efectivo el control sobre la junta en evitación de una situación que pudiera empeorar.
Laporta se ha querido hacer el simpático, el comprensible y el amable, sobre todo porque si el pasado domingo le llegan a tumbar la votación se habría quedado sin salida, atrapado en un laberinto sin 1.500 millones para gastar en no se sabe bien en qué proyecto. También quedará por resolver la ‘extinción’ del movimiento de las peñas, asunto pendiente a falta que los “penyistes” presentes lancen una ordenada y eficiente defensa de sus intereses.
Por esta razón, los grupos y plataformas de opinión exigen un posicionamiento claro y definido de la junta, cuyo presidente no ha dejado del todo claro el efecto vinculante de la propuesta de referéndum.
Los grupos de opinión barcelonistas El Senyor Ramon, Dignitat Blaugrana, Seguiment FCB, Compromissaris FCB, Un Crito Valent, Transparència Blaugrana y Noies Twitter Barça realizaron un comunicado pidiendo que el resultado de la consulta sea vinculante, sugiriendo y admitiendo su temor al hecho que votar ‘sí’ en la asamblea deje sin efecto el posterior resultado del referéndum si sale que ‘no’.
Su propuesta es que el referéndum se realice primero y después se pase por la asamblea para ratificar el resultado. En caso de que no sea posible modificar el orden del día de la asamblea del próximo sábado, que no es posible, estos barcelonistas plantean como petición que los socios compromisarios voten que ‘no’ en el punto de la financiación del Espai Barça para abrir un procedimiento de consulta vinculante para cuestiones de especial trascendencia, tal como recoge el punto b) del artículo 13 de los Estatutos del FC Barcelona.
Se trata de una cuestión técnica-legal de muy complicada solución, corregible en unos meses si Laporta y su junta van de cara, admiten que no contaban ni mucho menos con la reacción preventiva y responsable de los compromisarios y dejan muy claro que sus promesas inter-semanales por video, sin una constancia real y estatutariamente registrada, no sirven más que para suavizar la relativa tensión que se respiró el domingo antes de la suspensión y para embaucar y confundir a los compromisarios de cara al próximo sábado.
Ya hay socios que, además, han expresado su malestar porque, bien analizada, la redacción relativa a la aprobación del Espai Barça encierra cierta ambigüedad que ahora, a la vista del pánico en el cual ha entrado la junta de Joan Laporta, todavía parece más sospechosa y menos fiable.
Tampoco acabó de gustar que el nuevo Espai Barça, consistente en mantener los dibujos del anterior proyecto y la totalidad de las estructuras, únicamente con la variación de mover las zonas vips a un nivel diferente y la absurda decisión de no mejorar la primera gradería, no fuera presentado hasta 24 horas antes de la celebración de la asamblea en otra improvisada actuación, a la carrera, sin ninguna justificación ni detalle añadidos de por qué este incremento desmesurado de los costes.
Ninguna sorpresa. Tampoco aclaró el plan de obras después de haber propuesto la locura de ampliar a 50.000 localidades el mini-estadio Johan Cruyff, sugerencia que hizo bien de callarse ante los socios compromisarios para no ampliar la sensación generalizada de falta de ideas claras y de objetivos, más allá de la perspectiva de un festín de contrataciones sin supervisión ni control.
Este sábado ya no habrá, sin embargo, más preguntas ni respuestas, solo la votación en seco de este punto del Espai Barça, suspendido al borde del desastre para los intereses de la junta ante la inminencia del partido y obligada a explicar con detalle y de manera convincente la fórmula de un referéndum que solo podrá prometer sin ninguna ratificación asamblearia, salvo que se convoque una asamblea extraordinaria lo más rápidamente posible.
Ya hay muchos socios que sospechan, precisamente, que esta promesa de referéndum sobre el Espai Barça quedará en esto, en otra artimaña, como la de renovar a Leo Messi, que a la larga se irá desvaneciendo en el tiempo.
