Las ‘penyes’ tendrán voz y voto en la asamblea de su liquidación

La movilización silenciosa de la Confederació confía en la sensibilidad de los socios y en los 400 compromisarios que, potencialmente, son miembros activos de ‘penyes’

Logo de la 'Confederación Mundial de Penyes' del Barça 1

De cara a la asamblea del domingo, la Confederació Mundial de Penyes puede tener más protagonismo del que aparenta esta actitud oficial de relativo quietismo y de seguir tendiendo la mano a la junta de Laporta al diálogo y la negociación cuando, en realidad, están a pocos días de desparecer formalmente de la escena del barcelonismo. Detrás de ese aparente silencio, sin embargo, las ‘penyes’ trabajan discretamente, como siempre, para evitar esa muerte anunciada, al menos como la pretende la junta después de haber iniciado una guerra para destruir el poder y la presencia de la Confederació. Y eso a pesar de que, en campaña, Joan Laporta firmó con las ‘penyes’ el compromiso de respetar el convenio suscrito con el club y el de mantener su rol actual como asociación barcelonista que ya agrupa a un número de 165.000 asociados, superior incluso al censo de los socios del FC Barcelona, de 145.000.

Primero, la nueva junta de Laporta envió a la Confederació un burofax para dar por suspendido y cancelado, para siempre, el convenio que regulaba su relación, básicamente de prestación de servicios, logística y de administración, de gestión presupuestaria y de apoyo y generación de actividades sociales, deportivas y solidarias. Lo segundo fue expulsar al pequeño cuerpo de empleados, ejecutivos y directivos de la Confederació de las dependencias del club, o sea impedirles el paso y ponerlos de patitas en la calle. Lo tercero, a punto de suceder, aprobar un texto de reforma de los estatutos para arrebatarles a las 1.300 ‘penyes’ del FC Barcelona y a sus legítimos representantes, 165.000 ‘penyistas’ azulgrana, su derecho al asociacionismo vinculado al club y su reconocimiento estatuario como parte viva, integrada, organizada y democrática de la potente e inigualable fuerza social que significan.

En la próxima asamblea, las ‘penyes’ serán borradas del mapa, dejarán de sentirse como un movimiento y como un colectivo orgulloso de haberse convertido, de forma reconocida, en la envidia y el modelo de todas las asociaciones de aficionados de España y de Europa. La AFEPE, asociación española integrada por las grandes organizaciones de seguidores, tiene como referencia a la Confederació Mundial de Penyes por la excelencia de su estructura, eficiencia, capacidad de recursos y, sobre todo, por haber regulado esa enorme experiencia emocional de 165.000 seguidores del FC Barcelona en un convenio de independencia y de autonomía con el club pero desde luego a su servicio. No al servicio de una junta directiva como pretende Joan Laporta.

Si no puede gobernar a las ‘penyes’, prefiere destruirlas, esa es la postura de un presidente como Laporta, temeroso de que algún día esa potencia del mayor colectivo social del barcelonismo pudiera llegar a ser un ‘lobby’ poderoso y, teniendo en cuenta que integra a 18.000 socios del FC Barcelona, gobernar indirectamente una asamblea o unas votaciones. Al contrario, su disolución avanza mientras, por otro lado, quiere aprobar este domingo que los nuevos socios puedan darse de alta de forma telemática habiendo eliminado nada más llegar al cargo las limitaciones y exigencias de vínculo consanguíneo o de tres años de pagar a fondo perdido antes de conseguir el carnet de socio del FC Barcelona.

Laporta abre de este modo la puerta, sobre todo, a ese aparato político y social del independentismo que ya le viene dando apoyo desde que, en sus inicios, los Puigdemont de entonces vivían de la ideología, estrategia y operativa de Convergència, especialmente el sector más familiar de los Pujol liderado por Marta Ferrusola.

El punto del orden del día que recoge la eliminación del modelo de ‘penyes’ según la Confederació Mundial será el más problemático, debido a que Laporta ha decidido presentar unificadamente la totalidad de la reforma estatutaria sometida a una sola votación. Es decir que los socios deberán votar el alta telemática, la liquidación y desaparición de las ‘penyes’, la suspensión de cualquier control económico y financiero sobre las actuaciones de la junta, otra comisión de ética (a su medida) y una ampliación de la junta a 25 miembros (lo que faltaba) además de una reducción de los mandatos a cinco años que, en cualquier caso, no modifica los seis años de la junta actual, todo eso en un ‘sí’ o un ‘no’, el voto en blanco o la abstención. Sin matices ni interpretaciones.

A diferencia de las previas de otras asambleas en las que se daba margen mediático a los
compromisarios con inquietudes y reivindicaciones, esta vez se han acallado convenientemente las voces que reclamaban, con absoluta sensatez, o bien votar cada artículo por separado o bien convocar una asamblea extraordinaria para poder analizarlos uno a uno y concederle la debida importancia y el debate abierto y democrático a cada nuevo artículo, todos ellos de calado y de trascendencia. Especialmente el que suspende las garantías estatutarias de control económico sobre la gestión de la junta directiva.

Socialmente, sin duda, la demolición de les ‘penyes’ representa una decisión capital y sensible sobre la cual no se han detectado grandes movimientos mediáticos. Para la prensa laportista es un tema tabú al que no le otorga ni relevancia ni espacio. Otra cosa es que los miembros de ese ejército de ‘penyistes’ no se hayan sentido directamente afectados, más sorprendidos y estupefactos en primera instancia y finalmente indignados por el atropello sufrido. Un tic totalitario de Laporta que, sin embargo, no ha hecho más que reproducirse y repetirse como ya acometió en su mandato anterior.

Laporta empezó pidiendo perdón a las ‘penyes’ por haberse “equivocado” en aquel tiempo pasado. Pidió perdón en campaña y les prometió mantener la Confederació como prometió renovar a Messi, hacer fichajes, un gran equipo renovado y resolver como lo de Messi, en un asado, los problemas de recursos y económicos del club. Todo era inexacto, o mentira como se ha demostrado.

Los ‘penyistes’ se sienten engañados y, a su manera tranquila y silenciosa, pueden traducir ese malestar en levantar la voz en la asamblea y estimular la sensibilidad del resto de los socios y de un número indeterminado de ‘penyistas’ que se ha calculado en poco más de 400 entre el cuerpo de compromisarios convocados a la asamblea. Entre ellos, los presidentes de Federació de Penyes que hasta el domingo, si los nuevos estatutos salen adelante, seguirán siendo compromisarios.

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