Laporta convierte a Koeman en el primer entrenador zombi de la historia

Sólo la falta de guión, su obsesión por el modelo alemán y el pánico al Clásico del 24-O en el Camp Nou mantienen ‘vivo’ a un técnico ‘muerto’

El entrenador del Barça, Ronald Koeman

La ausencia de un plan y de soluciones es el único guión de un presidente como Joan Laporta, completamente superado por las circunstancias y la inacción como principal seña de identidad de su gestión. Claro que de Koeman también puede echarle las culpas a Josep Maria Bartomeu por haberlo fichado, pues el pasado sigue siendo el único y cada vez más gastado argumento frente a los socios, muchos de ellos ya mosqueados con todo lo que está pasando, aunque ese ya no es un recurso a mano sino un problema añadido a su pésima gestión y creciente caos que además está provocando un ridículo mundial.

Laporta ha conseguido convertir a Koeman en el primer entrenador zombi de la historia, una especie de muerto viviente a la espera de que la directiva se decida a certificar la hora exacta de su liquidación.

Porque cada día que pasa la opinión de Laporta varía, incapaz de dar con ningún entrenador que le convenza y, sobre todo, terriblemente angustiado porque sin Koeman se queda sin escudo. El entrenador holandés era la coartada perfecta tanto para haber cortado su contrato en junio e iniciar formalmente un nuevo proyecto, ilusionante, con refuerzos y una figura motivadora, solvente, nueva y revolucionaria en el banquillo, como para haberlo destituido en un momento crítico de la temporada en curso, justificadamente o no pero con rapidez y la precisión quirúrgica de una situación de emergencia.

Ni una cosa ni la otra, Laporta ha ido dando tumbos, desorientado y sin prever que, más allá del enorme ahorro de la ficha de Messi, una bendición para el CEO y los avaladores, que vetaron su renovación, el impacto futbolístico en el juego tendría enormes consecuencias. Messi era el último representante de una saga de futbolistas inigualable junto con Xavi e Iniesta, capaces de traspasar líneas y de crear espacios a los que el Barça estaba acostumbrado a aprovechar.

Hoy sólo Pedri, aún muy joven y por aprender el oficio, se acerca a ese perfil sin el cual el Barça se vuelve monótono en ataque, previsible, y muy frágil en defensa porque se le exige seguir atacando 90 minutos echando mano de demasiados activos y descuidando permanentemente la cobertura.

Laporta, además, quería haber dado un golpe electoral con un entrenador tipo Jürgen Klopp (Liverpool) o Julian Nagelsmann (Bayern), representantes de la escuela alemana más de moda junto con Thomas Tuchel, actual campeón de Europa con el Chelsea. Fracasó en su intento de atraer a ninguno de ellos por razones económicas y porque Laporta planteaba un imposible: mantener el estilo identitario de juego azulgrana con la mentalidad y formato de los equipos como Bayern, Liverpool o Chelsea. Lo tomaron por personaje fantasioso.

Y ahora sigue en las mismas, emperrado en que el problema es físico, de preparación, de fondo, velocidad, condición atlética y fuerza. Está claro que no ha entendido aún nada de nada. El mejor Barça de la historia, gestado en la Masia con Messi, Busquets, Xavi, Iniesta, Puyol y Piqué como columna vertebral, precisamente basó su éxito en que corriera el balón y no los jugadores, en aprovechar los espacios, mínimos, gracias a la excelencia técnica y la concepción única de un estilo también sin parangón en la historia del fútbol. “No es correr, es pensar”, como gritaba Guardiola a sus jugadores en los entrenamientos.

Es por la misma razón que Guardiola no ha ganado la Champions ni con el Bayern ni con el Manchester City, porque su Barça era fruto de un genio como Oriol Tort, su descubridor, de un fútbol que nadie más puede practicar ni mucho menos ganar títulos -esa misma base conquistó un Mundial y dos Eurocopas- sin una serie de futbolistas especiales, de un estilo diferente. En ningún caso puede ser mixto. Los grandes ganadores de las tres últimas Champions -Liverpool, Bayern y Chelsea- se fabricaron para contrarrestar precisamente el liderazgo y dominio del Barça oponiendo futbolistas y sistemas con una dosis extra de condición física. El Barça los hacía correr hasta la extenuación y los superaba en eficiencia y control del balón.

Era el hábitat ideal para Messi, incapaz de rendir igual en la selección o ahora en el PSG. Un mundo que, por desgracia, ha dejado de existir y del que apenas queda un reflejo en los destellos y alguna victoria del equipo de Koeman, siempre y cuando las cosas no se compliquen como sucede a menudo.

La parsimonia, a causa de la edad, de futbolistas como Piqué y Busquets quedó retratada en los dos contragolpes de los tres que consumó el Atlético de Madrid con un remate a puerta entre palos. Una derrota cruel si se compara el esfuerzo gigantesco del Barça por controlar el balón y el juego con la actitud defensiva colchonera y su acierto y efectividad en apenas dos galopadas.

Ser fiel a esa idea es lo que Laporta exige del equipo de Koeman, al mismo tiempo que sueña con la fortaleza de los rivales que basan su éxito en defender y correr. Mientras el Atlético de Madrid no tenía más soluciones ni instrucciones que las de aguantar el marcador, su entrenador se dedicaba a excitar y hacer cantar al público. Esa fue su mejor y única arma la media hora final. Imposible que, al revés, esa situación se dé en el Camp Nou.

Joan Laporta no se aclara, quería estrangular a Koeman cuando vio la alineación contra el Benfica y a las 48 horas, después de haber filtrado a través de su junta y área de comunicación la inminente destitución del holandés, salió públicamente a otorgarle confianza y continuidad.

No hay que llamarse a engaño. Koeman seguirá en funciones de zombi hasta el día 24 de octubre, fecha del Barça-Real Madrid, donde una hecatombe hasta cierto punto previsible justifique haber agotado toda la paciencia con Koeman. Ese es el plan, a menos que en los partidos previos (Barça-Valencia, el próximo día 17; y Barça-Dynamo Kiev, el 20) el Camp Nou se levante en armas contra el entrenador con el riesgo añadido de que la grada mire al palco si la situación empeora.

Al presidente le gustaría que si el Real Madrid gana en el Camp Nou ese fuera el último partido de Koeman y no el primero de su apuesta personal. ¿Quién? En esa falsa e hipócrita estrategia de ampliar el margen a Koeman también se incluye su absoluta incapacidad para disponer de alternativas.

Pero están definidas: o viene Xavi para depositar en él todas las esperanzas del barcelonismo e iniciar un proyecto a más largo plazo o bien llega un entrenador puente tipo Pirlo o Ralf Rangnick, padre de la transformación del Leipzig hasta que en el verano llegue Xavi. Sería, contra su voluntad, la última solución. Eso, claro está, si entienden lo que Laporta interpreta de sus visiones de futuro. Complicado.

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