Encamados políticos

El discurso del presidente Pere Aragonès en el debate de política general me ha hecho pensar en el filósofo Voltaire y en su célebre frase: «¡Dios mío, líbrame de mis amigos! De los enemigos ya me encargo yo». Aragonès gastó más tiempo de su prédica a contentar a los suyos -entendiendo como suyos a Junts y a la CUP-, que a intentar rebatir la oposición. El hombre recibe más reproches de los socios que de algunos opositores. Esta realidad, que se pudo constatar una vez más el otro día, está marcando la legislatura aragonesa. Certifica, por otro lado, la distancia ideológica y estratégica del tridente indepe.

Atribuyen a Winston Churchill la frase: «La política hace extraños compañeros de cama», que seguramente habría adaptado de uno de los personajes de William Shakespeare en La tempestad, que dice: «La miseria pone en contacto a un hombre con extraños compañeros de cama». El caso es que tenían razón y en la política catalana se viene demostrando desde hace cierto tiempo. Junts, hijo de Convergencia -bastardo, si se quiere-, y ERC no son ni han sido nunca hermanos, ni siquiera primos. Sin embargo, hace una década decidieron ligar su futuro por una causa, la independencia; un anhelo hasta entonces sólo reivindicado por los republicanos. Sea por conversión o estrategia, decidieron encamarse, y hasta hoy. Pero, por mucho que lo nieguen, que lo hacen, se detestan, y mucho. La animadversión es superior a la causa que defienden.

Es una antipatía que viene lejos y que se ha ido cultivando en el municipalismo. Si bien es cierto que hay un montón de ayuntamientos gobernados por pactos entre los antagonistas, no lo es menos que las rivalidades municipales de estos socios son fácilmente constatables. Sin embargo, se empeñan en conservar la unidad, aunque sea fingida. Y buena parte del pueblo, quienes han comprado su discurso, los miran perplejos, con aquella cara que se les pone a las vacas cuando ven pasar el tren.

¿No sería mejor que primero resolvieran sus diferencias, para luego ambicionar retos tan elevados como la independencia? O, ¿quizás creen que poniéndose palos en las ruedas llegarán nunca a ninguna parte? Y añado la inmaculada CUP al desbarajuste que, si bien es cierto que su razón de ser es obstruir, agotan con tantos volantazos. Que sean honestos, o van a una, trabajando lealmente, gestionando también el día a día, o lo dejan correr y que pase el siguiente. Ambicionar la independencia es legítimo, pero no a cualquier precio. La imagen de Aragonès el otro día, haciendo equilibrismo, haciéndose perdonar, tratando de pisar los mínimos callos aliados, certifica todo lo que aquí se expone.

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