Laporta se queda atrapado en su propio laberinto

Sigue sin plan futbolístico, forzado a echar a Koeman y quedarse ya sin su único escudo: la excusa del pasado

El presidente del Barça, Joan Laporta
El presidente del Barça, Joan Laporta

Joan Laporta vuelve a estar como al principio, al estado previo de la campaña electoral cuando el único plan era estigmatizar y demonizar la figura de Josep Maria Bartomeu. Un guión perfecto y ganador porque la movilización de los entornos mediáticos, económicos y sobre todo políticos puesta en marcha en su contra desde la activación del Barçagate habían creado -incluido el voto de censura- el caldo de cultivo ideal para generar un voto de castigo hacia el lado opuesto, a favor del candidato derrotado ampliamente en las elecciones de 2015, Joan Laporta.

Su única carta mostrada en la campaña, la renovación de Messi, asegurada si él salía elegido, fue suficiente, de sobras, para llevarse el premio gordo. Más allá de ese guiño, sin embargo, Laporta no había trabajado mucho más su retorno, sobre todo en el ámbito económico donde su única y gran baza, el hoy conseller de Economía de la Generalitat, Jaume Giró, salió corriendo al día siguiente cuando descubrió las verdaderas intenciones del candidato ganador que no iban más allá de festines en el Botafumeiro y dar por hecho que con su sola presencia en el palco los problemas se iban a solucionar por sí mismos.

La prueba es que los avales fueron un drama por su renuencia, de él y de los veteranos, a firmar un documento en condiciones tan peligrosas, de ahí la subasta y la entrada de Audax y otros intereses distintos a los suyos.

A partir de ahí, el embuste de Messi, al que desde el principio la junta sabía que no podía renovar, deriva en una frustración y en un shock que deja al presidente tan preocupado que se fue de vacaciones mientras, a una semana del inicio de la Liga, no se habían podido inscribir los fichajes de Memphis y Eric Garcia. Ahí dejó solos al CEO Ferran Reverter y a Mateu Alemany para acabar jugando la falsa carta de Piqué rebajándose, al menos en apariencia, el salario a 24 horas del debut.

Para entonces a Joan Laporta ya se le había acabado el único plan que tenía, renovar a Messi. Claro que se le pasó por la cabeza destituir a Koeman a final de temporada, sobre todo atendiendo al hundimiento del equipo, tan extraño y misterioso, cuando tenía la Liga a tiro. Dispuso de tres largos meses para evaluar a Koeman, para saber por boca de Piqué, su confidente, cómo estaban las cosas en el vestuario.

El único que no le engañó fue el propio Koeman quien, a pecho descubierto se comprometió a entrenar al equipo tanto con Messi como sin él, variables que no le aceptaron entonces ninguno de los técnicos alternativos y mucho menos Jordi Cruyff. Ante la falta de plan, de entrenadores con la valentía de Koeman, Laporta también se creyó, como Bartomeu, a esos capitanes que, desgraciadamente, pueden seguir prometiendo lo que haga falta pero que no garantizan poder cumplir en el campo ni en el vestuario por todo aquello que cobran. Además, ya se han preocupado de que los jugadores que pueden sustituirlos sean demasiado jóvenes o hayan sido inteligentemente estigmatizados.

Hoy Laporta sigue sin plan o, por describirlo con exactitud, con el mismo plan de criminalizar a la anterior junta de Bartomeu, un empeño en el que va a echar el resto de cara a la asamblea del día 17 de octubre para que la asamblea sea un volcán en plena erupción en contra del ex-presidente. Por ahí no encontrará ningún obstáculo, al contrario, pues su aparato mediático, el mismo que el lunes cantaba las alabanzas del equipo que ganó al Levante con su versión más ‘baby’ y atribuía a la llegada de Laporta la apuesta por la cantera que indiscutiblemente es mérito exclusivo de Koeman, hoy echa fuego por la boca contra el entrenador holandés y, lógicamente, ha acallado y silenciado la campaña para renovar a Ansu Fati como si el mundo se acabase mañana.

Laporta no tenía entrenador, pues creía que sólo con dinero podía convencer a Jordi Cruyff, y luego no supo a quién poner en lugar de Koeman, no encontró alternativas, pues le tiene la lógica tirria a Xavi, que primero se echó en los brazos de Víctor Font y luego lo dejó tirado cuando vio que podía ganar Laporta, conformándose con lo que tenía más a mano, Ronald Koeman, pese a que era el entrenador de Bartomeu.

Igualmente mantuvo a Ramón Planes como director técnico porque así se lo pidió Jordi Cruyff con la aprobación del propio Mateu Alemany. Por tanto, no ha sido hasta ahora cuando Laporta se ha visto en la obligación de reaccionar después de haber sido, él mismo, quien ha puesto en el disparadero al entrenador con declaraciones propias y de su entorno, como Masip, de desconfianza, dudas y recelo.

El problema no es que ya no tenga arreglo -Koeman está fuera-, sino que Laporta no sabe todavía cómo solucionarlo ni económica ni deportivamente. No hay candidato idóneo ni por estilo, experiencia, conocimiento del club y precio.

Como posible solución ahora busca ganar tiempo aprovechando el parón por selecciones hasta el siguiente partido, frente al Valencia, el mismo día de la asamblea. Esas son las últimas noticias procedentes de una directiva nerviosa y atrapada en su propio laberinto, reacia a admitir que Koeman ha sido un error, pero con la duda razonable de saber cómo se habrían desarrollado las cosas con un respaldo sincero y total a su trabajo y no debilitándolo continuamente frente a sus propios jugadores.

Koeman también ha sido un parapeto útil pues Laporta siempre tiene el recurso de calificarlo como una ‘herencia’, otra más, de Bartomeu, una excusa que ya no cuela, en opinión de algunos aficionados entrevistados por TV3 que ya pedían la dimisión de Laporta. La propia TV3, la suya, le enviaba un mensaje muy claro: Koeman debe ser defenestrado.

El problema vendrá cuando su sustituto pierda ese escudo del pasado en el que Laporta se siente protegido y a gusto. Habrá de elegir y acertar con un entrenador suyo del que será completamente responsable, del mismo modo que después de la asamblea del día 17 también lo será de la gestión económica y financiera. Tampoco está del todo preparado para solucionar ninguno de los problemas de una situación de pérdidas que, al contrario, él mismo se ha ocupado de inflar, aumentar y demonizar en un doble salto mortal que se le puede acabar volviendo en su contra.

Nada que no haya hecho ya en el pasado, entre 2003 y 2010, periodo en el que ya se cargó el proyecto de equipo de Ronadinho y fue objeto de un voto de censura del que se recuperó gracias a que Evarist Murtra fichó a Guardiola y a que del fútbol base de la época de Joan Gaspart surgió la mejor generación de jugadores de la historia. Igualmente dejó una deuda neta proporcionalmente a la actual (superior a la facturación) y 47,6 millones de pérdidas sin Covid y con el Camp Nou lleno a reventar.

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