Caer al vacío

El pasado 10 de septiembre fue el día por la prevención del suicidio. Lo sé porque coincidió con un seminario que realizábamos al trabajo sobre el acoso escolar y, justamente la madre que hacía de testigo nos lo recordó explicándonos cómo vivía que su hijo hubiera acabado sacándose la vida. Es un caso conocido el de su hijo, se trata de Alan, un niño trans que fue noticia al sacarse la vida por culpa del ciberacoso constante al que estaba sometido. Es curioso la poca cantidad de casos que salen a la luz cuando en realidad el suicidio se podría decir que es una auténtica epidemia. Hace unos días salía a la luz que el número de suicidios en adolescentes había aumentado un 30% en el primer año de pandemia y que la OMS recomendaba dar visibilidad al suicidio para prevenirlo. ¿Pero por qué este silencio durante tantos años? Estoy segura de que todos los que leéis esto conocéis uno o más casos de personas que se han sacado la vida. Y sí que es cierto que con la pandemia de la Covid-19 esto todavía se ha agraviado. Según quienes nos gobiernan, pero, es mejor no decir nada respecto el suicidio: puedes dar la idea, dicen. Pero quien quiere suicidarse no lo hace porque lo haya escuchado en el televisor. Sabemos el número de mujeres que son matadas por sus parejas o ex-parejas (a pesar de no saber el nombre, pues hay tantas que acaban siendo una estadística). También sabemos el número y nombre de las víctimas de ataques homófobos. ¿Por qué sabemos sobre feminicidios? Pues entre otras cosas, por la constancia de las feministas que han obligado a que salgan estas cifras esperpénticas a la luz. ¿Por qué sabemos de los ataques homófobos? Pues entre otras cosas por la conveniencia de un gobierno que ve como esta desgracia puede dar una pátina de legitimidad a una ley que quiere sacar. Sea por lo que sea, lo sabemos y esto es bueno porque nos permite ser conscientes y por lo tanto hacer algo para evitarlo. ¿Por qué no sabemos nada respecto los suicidios? Pues entre otras cosas porque el suicidio es la demostración más flagrante de que el sistema no ha funcionado. Que una persona prefiera morir que seguir viva es haber perdido toda esperanza. Es creer que no hay nada más que pueda hacer para salir de este pozo. Empezar a hablar del suicidio es lo que hace falta para poner sobre la mesa este tema. Para hacer políticas de prevención que enseñen a la ciudadanía como de importante es cuidar tu salud mental. Que saquen el estigma y sobre todo, redirigir los esfuerzos en la igualdad de oportunidades, en que nadie se pueda quedar atrás, en que la vida no sea tan dura que prefieras abandonar.
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