«Esquerra tiene un discurso del “quiero, pero no puedo”»

Entrevista a Andreu Claret

Andreu Claret | Foto: Jordiplay

Periodista, escritor. Con la rentrée, sale a las librerías 1939. La caiguda de Barcelona, novela que cierra una trilogía sobre la guerra civil en Cataluña, con la figura de Companys como hilo conductor. El primer título fue El secreto del brigadista, y el segundo El cónsul de Barcelona, que gira en torno a las peleas de la izquierda catalana, en los años 30. 

 

Lluís Companys, que simboliza la tragedia de la guerra civil del 36, en Cataluña…

Más que Companys, es el drama de Companys. Drama humano, personal, político…, su incapacidad para hacerse cargo de la situación. Ese drama es toda una metáfora de la tragedia de la guerra en Cataluña. Un tema fundamental, extremadamente épico, del que hay relativamente poca narrativa, sobre todo en catalán, seguramente porque a los catalanes no nos gusta mucho lo que pasó.

Haces referencia en tu novela a la existencia de una guerra civil propia, catalana, dentro de la guerra civil española ¿Entre quién o quiénes se libró esa guerra?

Lo más importante es que no es verdad, como pretende mucha gente aquí, que la guerra civil fue una cosa importada; que ocurrió en España y de ahí pasó a Cataluña y nos cayó del cielo. En Cataluña había las mismas contradicciones que en todas partes, y cuando estalla guerra la burguesía catalana se larga a Burgos, a San Sebastián o a Roma. Companys se ve obligado a hacer frente a la sublevación, y eso desencadena un movimiento insurreccional en Cataluña, protagonizado fundamentalmente por la CNT y la FAI. Es decir, hay lucha de clases, hay guerra. Posiciones distintas, respecto al levantamiento de Franco. La guerra no es una cosa importada. También tuvo lugar en Cataluña, entre catalanes, y por eso fue tan dramática y resulta tan difícil de evocar. Porque a la gente le gusta más recordar las victorias que las derrotas. Derrota que no fue solo de la República española sino de Cataluña y sus instituciones. 

¿Una especie de efecto espejismo, contribuyó quizás a desdibujar el posicionamiento de las fuerzas políticas catalanas ante el levantamiento armado contra la República?

El nacionalismo conservador, que entonces era la “Lliga (un nacionalismo aguado, pero que lo era) no es que opte por Franco, sino que ante la situación que se crea en Cataluña, desaparece, y una parte de él se alinea con el golpe, empezando por el propio Cambó. Esquerra Republicana se encuentra en una situación muy difícil, porque no está preparada para un conflicto de esa naturaleza. Pero se une a la República española, sobre todo porque el 19 de julio, cuando las sublevaciones de los cuarteles, Companys no duda un momento. Podía haberlo hecho, decir que aquello no iba con ellos, pero no lo hizo. Facilita el asalto a las guarniciones, que la CNT se arme, levante barricadas… El drama de Companys está en que al hacer eso resulta que los que ocupan la calle no son los suyos; son los obreros, la gente que está en el movimiento sindical. Así, Companys se encuentra inmediatamente superado por los acontecimientos porque, si lo hubiese querido, la CNT habría tomado el poder en Cataluña. Tenía las armas, pero hubo algún reflejo inteligente en algunos de los dirigentes más moderados. No lo hacen, y empujan a Companys como figura visible del levantamiento. A partir de ahí, comienza la soledad de Companys. La calle está en manos de quienes no son los suyos y los suyos están en sus casas… Es un drama, el drama de Companys, que es una metáfora de toda la tragedia durante la guerra. Los comunistas, que no pintaban gran cosa (en el 36 no se había creado aún el PSUC), se van creciendo porque había un gran vacío político. El PSUC pasa de la nada a ser un partido que pone un poco de orden en la retaguardia.

¿Dónde estaba el ADN de Esquerra? ¿No era, en realidad, la versión catalana de Izquierda Republicana? ¿Un partido, digamos progresista, a la derecha del PSOE?

De entrada, no era un partido independentista. El independentismo era algo que estaba en manos de la gente de Estat Catalá y de algunos sectores, sobre todo de la intelectualidad. Las bases de Esquerra están en los pueblos, en eso que hoy llamamos la Cataluña interior. No eran independentistas. Companys había sido ministro de la República. Es verdad que tuvo momentos de arrebatamiento, en los que, por ejemplo, había decretado la República catalana, pero siempre dentro de la República española. Esa era la diferencia entre Companys y Maciá. Es este quien da un paso más allá y dice república catalana, a secas. Esquerra era y es un partido que siempre se mantiene en esas aguas medias, muy difíciles de administrar. Lo que le pasó entonces le pasa ahora. Por un lado, tiene que contentar a unas bases nacionalistas, que ahora se han hecho independentistas y, por otro, es un partido que no tiene sentido sino es pactando con el Estado español, porque aspira a gestionar la cosa cotidiana en Cataluña. Un partido con dos almas, que intentó entonces hacerlas compatibles, y no fue posible porque la guerra y la revolución social se llevaron todo por delante, y que hoy se encuentra intentando conciliar una cosa y la otra, con muchísimas dificultades.

¿El propio republicanismo, que figura en la sigla de Esquerra, no es también una herencia anacrónica (aggioarnada), que ya lo era en el 36, en la medida en que entonces la Monarquía había dado paso a la República?

Si, pero les permite ser el partido hegemónico. Los que venimos de la tradición comunista y que creemos que todo el monte fue orégano, debemos repensar todo esto. En un informe a la Internacional, o a Moscú directamente, Togliatti dice que el PSUC es quien maneja el cotarro en Barcelona y las instituciones, pero en los pueblos de Cataluña todo el poder está en manos de Esquerra Republicana. 44 alcaldes de Esquerra fueron fusilados, cosa que no le paso al PSUC. ERC era lo que más se parecía a esa Cataluña menestral, a caballo entre el espíritu católico, carlista, y de una cierta modernidad, republicana. Eso explica que, una vez desaparecido Pujol, del escenario, Esquerra vuelva a ser un partido mayoritario. Luego está la otra Cataluña, en la que no acaba de entrar. Como ocurría en el 39, que la clase obrera estaba en manos de los anarquistas. Esquerra tiene un discurso del quiero, pero no puedo; entre lo posible y la utopía.

¿Esquerra estuvo con las armas en la mano en el frente?

Hubo milicias de Esquerra, con gente más afín a Companys, que estuvo en el frente de Aragón, básicamente. Pero fueron un pequeño desastre, como lo fue el intento de desembarco en Mallorca, que fue iniciativa del gobierno de Esquerra. Había otra corriente en Esquerra, que fueron los que conspiraron a espaldas de Companys e incluso contra él, que buscaban una paz por separado con Francia, Inglaterra… y, claro, fracasaron porque era una tontería. Fueron muy agresivos contra Companys e incluso hubo una conspiración contra él, en la que participó Casanovas, presidente del Parlament. 

¿Por qué esa hegemonía del anarquismo en la clase obrera catalana, en un océano socialista, español y europeo?

Mi visión del anarquismo ha cambiado, a medida que he leído y comprendido cosas. La verdad, es que es un mundo fascinante, no solo social. Hay en él cosas muy modernas. No tiene fácil respuesta encontrar la razón de ser del anarquismo, pero parece que algo tiene que ver con el pistolerismo, la violencia fabril empresarial, que pudo propiciar la aparición de grupos armados para defenderse de una patronal mafiosa. Clase obrera catalana, que mayoritariamente procedía de otros lugares de España, estaba muy poco presente en el discurso nacional catalán, y que se agarra al anarquismo como un elemento de identidad propia.

¿El perfil humano de Companys, que dibujas en tu novela, resulta original, muy literario o cinematográfico, quizás como consecuencia de sus contradicciones?

La actitud que adoptó el 19 de julio le salva. No duda. Y eso lo mantuvo siempre. Siendo de clase media, procedente de una familia hacendada del campo leridano, adopta desde joven una actitud obrerista. Era amigo de Francesc Layret, Salvador Seguí…, defendía causas de los trabajadores, fue detenido doce veces. Lo que pasa es que el “tsunami” de la guerra y el intento de revolución social se lo lleva por delante. Salva muchas vidas, aunque firmara penas de muerte. Había ambivalencia en él, pero hay que tener en cuenta el contexto, la acción de la quinta columna… Supo tener una relación muy interesante con los soviéticos, lo que le valió la acusación de ser un juguete de ellos, porque entendió que eran los únicos dispuestos a mandar ayuda. Al final, caía sobre sus pies y el lado bueno de la Historia.

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