Sobre el “Visca Catalunya lliure!”

He leído este verano un ensayo de Constantino Bértolo que les recomiendo sin temor a equivocarme: ¿Quiénes somos? 55 libros de la literatura española del siglo XX, Madrid: Periférica, 2021. ¡No se lo pierdan!

Excelente título ese de “¿Quiénes somos?”. Lo hago mío en esta nota cuya causa desencadenante ha sido la intervención del señor Cuixart durante el pregón del barrio de Gràcia del pasado mes de agosto, cuando habló durante el abucheo -con insultos: botiflera, palabras soeces- a Ada Colau, la alcaldesa de la ciudad

Fueron varias las expresiones que usó Cuixart en su intervención: “Nos queremos todos mucho”, “esto va de luchas compartidas”, “y de sumar, de ser más”, “yo lo entiendo todo”, “solo os quiero pedir una cosa: escuchad, escuchad, es lo que no quiere hacer España con nosotros”, “España no nos quiere escuchar porque tiene miedo de la palabra”, “Ada, Ferran, Eloi, todos formamos parte de un mismo pueblo, no nos dejemos dividir”, “porque lo que quiere el Estado español es dividirnos. Si no nos dejamos dividir, ganaremos, y partir de aquí que cada cual haga lo que le dé la gana”. Más el grito final compartido: “Visca Catalunya lliure!”.

Dejemos -hoy no toca, diría el desfalcador principal del Principat- lo de luchas compartidas (¿quiénes?, ¿qué comparten?), lo de España no escucha y tiene miedo a la palabra (su cansina hispanofobia; ¿escuchan ellos?), lo de formamos todos parte del mismo pueblo (¿el nacional-secesionista?), lo de “nos queremos mucho” (¿quiénes se quieren tanto?), lo de “lo comprendo todo (¿cómo un dios omnisciente?), lo de “sumar y ser más” (¿restando y restando?), lo de “no nos dejemos dividir” (¿pueden hablar ellos, precisamente ellos, de no dividir a la ciudadanía?),… Detengámonos en el “Visca Catalunya lliure!”.

Las personas de mi generación, las que empezamos a adquirir conciencia política en las manifestaciones contra el consejo de guerra de Burgos (1970), hemos gritado mil veces esa consigna. Más allá de las muchas milongas que nos tragamos acríticamente y sin digestión, parecía razonable ese grito de protesta en aquel entonces, principios de los setenta. La expresión nos sonaba a antifranquismo, a libertades democráticas, a lucha contra la opresión cultural-lingüística, a libertad de presos/as políticos, a restauración del Estatut, a avances sociales. Transitaba por senderos de emancipación, de liberación. Casi nadie pensaba entonces, aparte de minorías independentistas, en términos de secesión, de construcción nacional excluyente, de desprestigio, incluso menosprecio, permanente del resto de la ciudadanía española y de sus luchas y preocupaciones.

Pero han pasado 50 años, y nuestras coordenadas son otras muy distintas. ¿Qué puede significar gritar hoy “Visca Catalunya lliure!”? ¿Es también grito de libertad, de emancipación?

No lo es. Es evidente que tiene ahora otro sentido y que este nuevo sentido no es otro que el de aspirar a la construcción de un muro-Estado que separe a la sociedad catalana del resto de la ciudadanía española, sin importarles en absoluto que más de la mitad (o la mitad o el porcentaje que sea) de la ciudadanía catalana se opone frontalmente a esa finalidad, además de la inmensa mayoría de los restantes ciudadanos/as (que no son tenidos nunca en cuenta). Ellos a lo suyo: la única verdad, la suya; la única finalidad “progresista”, la que ellos defienden. Eso es lo que significa a día de hoy la consigna “Visca Catalunya lliure!”, gritada, manipulada, “puro (sin)sentido común” para ellos, por políticos como el señor Cuixart y tantos otros.

Pero la única Cataluña libre es, a día hoy, una Cataluña integrada armoniosamente en una España justa, democrática y fraternal que avance (sumando, uniendo) en la lucha por la emancipación social, por la justicia, por la igualibertad (como diría Balibar), atenta, muy atenta y en pie de resistencia, a los grandes problemas de nuestro tiempo: profundísimas desigualdades sociales, armamento atómico, políticas imperiales, cambio climático y derivaciones.

Susana Alonso

“Visca Catalunya lliure!” no es, pues, hoy un grito de libertad y emancipación. Más bien todo lo contrario: insolidaridad, ficciones históricas, victimismo aparente, confusión de la parte con el todo, distanciamiento de los problemas más urgentes, sueldazos para los representantes políticos de las clases con mando en plaza, consolidación de su dominio y hegemonía, marginación de la ciudadanía no nacionalista, inmersión lingüística impuesta, etc. Vía directa al precipicio, al enfrentamiento, a la Nada.

Pero nosaltres no som d’eixe món!, nunca lo hemos sido. ¿Qué somos entonces? Otra cosa.

 

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