Armarios giratorios

El presidente Pedro Sánchez lo decía el miércoles: «No habrá otra vez armarios». Se refería a la intención del gobierno que preside de luchar contra los delitos de odio a raíz de la pandemia de agresiones homófobas que sufre el país. La idea es impulsar un plan para frenarlas. Dicen que nunca es tarde si la dicha es buena. No obstante, en este caso creo que se ha dejado crecer demasiado el odio antes de la reacción. En Cataluña, por ejemplo, según datos del Observatorio Contra la Homofobia (OCH), las agresiones han crecido un 30% con relación al 2020. El 31,4% han sido agresiones verbales, mientras que un 15,4% eran agresiones físicas; el 38,3% pasaron en la vía pública, un 13,1% en las redes sociales y un 6,8% en el transporte público. La falsa agresión de los últimos días no tapa el drama. El colectivo LGTBI, pero y también las mujeres, y los inmigrantes, viven bajo amenaza. La reciente muerte de Samuel Luis Muñiz, apaleado al grito de «‘maricón'», ilustra la gravedad y la urgencia.

Volvamos al armario. Dice Sánchez que no habrá. Llega tarde, hace días que los armarios han vuelto a abrir y a girar hacia dentro, como durante el franquismo o el tardofranquismo. Llega tarda porque el colectivo LGTBI ya hace días que tiene miedo a ser agredido y este temor hace que se esconda de nuevo en el armario, que no se atreva a mostrar sus sentimientos en público por miedo a ser agredido. Después de tantos años de lucha, de esfuerzo por salir, los armarios vuelven a llenarse y, visto el odio que se respira en la calle, costará convencerlos para que vuelvan a salir. Los discursos homófobos de la ultraderecha alientan el odio, el silencio cómplice de la derecha hipoteca la salida. Las izquierdas hacen, pero de manera insuficiente. Así, la sensación de indefensión de estos colectivos crece.

Leía en El Triangle que los colectivos ecologistas catalanes buscan organizarse de cara a las elecciones municipales. No se sienten representados por los partidos generalistas; por ello, deciden arremangarse y saltar al ruedo político. Vista la falta de atención de los grandes partidos, quien mejor que ellos para luchar contra el cambio climático, concluyen. Intuyo que la tentación de pasar a la acción, de, vista la tibieza, defender uno mismo sus intereses, crece en distintos colectivos. La izquierda debería ser en la defensa de estos colectivos al menos tan extrema como lo es la derecha en el ataque. De lo contrario, se propaga la desafección. De momento, la izquierda ha pronunciado muchas y bonitas palabras, pero se necesitan muchos más hechos, antes de que sea demasiado tarde. De momento, aquellos armarios que tanto costó vaciar se vuelven a llenar. Habrá que volver a demostrar que hay vida fuera del armario, y que esta vale la pena ser vivida.

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