Kabul, la imagen de un fracaso

Tengo que reconocer que la caída de Kabul en manos de los talibanes y el desbarajuste del aeropuerto me han afectado. Quizás porque coincide con el vigésimo aniversario de los atentados del 11 de septiembre que nos cambiaron como sociedad y cambiaron muchas cosas. Quizás porque me ha devuelto al momento vital en que estaba yo con 42 años y ahora lo miro desde el escepticismo de los 62. A primeros de agosto, cuando tuve claro y así lo afirmé en varios medios, que la caída de Kabul sería mucho más rápida de lo que decía el presidente Biden y el Pentágono, y la retirada de los Estados Unidos sería más caótica que la de Saigón, quise volver emocionalmente al 2001. Y una tarde releí fragmentos del libro editado por la Fundación la Caixa «Afganistán, un historia milenaria», hecho con motivo de la exposición que el Centro Cultural de la Caixa, entonces en el Palau Macaya del Paseo de San Juan, que se inauguraba el 3 de octubre de 2001, exposición ideada tras la destrucción el 11 de marzo de 2001 por parte de los talibanes de los Budas de Bamiyán, por la Caixa conjuntamente con el Museo Nacional de Artes Asiáticas de París que aportaba algunas piezas,

La exposición y el libro combinaban arte, historia, descripciones de las etnias que la habitan y explicaciones de geopolítica sobre este país que se constituyó como tal en 1747, y que ni antes ni después ningún imperio logró dominar, tampoco los británicos durante las guerras anglo-afganas del siglo XIX. También tenía varios mapas, uno de los cuales, además de indicar las zonas donde cada grupo era mayoritario: uzbekos, tayikos, pastunes, hazaras chiíes o turcomanos, con sus vínculos con los estados vecinos, marcaba la línea de frente del valle del Panshir, desde donde combatía a los talibanes el comandante Ahmad Massoud. Masud fue asesinado el 9 de septiembre por dos miembros de Al Qaeda y el 11 de septiembre, tres semanas antes de la inauguración de la exposición de La Caixa, Osama Bin Laden desde Afganistán hacía atacar las Torres Gemelas. Pocos días después comenzaba la guerra de Estados Unidos y la OTAN en Afganistán. Huelga decir que la exposición pensada sólo como una llamada de atención para la destrucción de los Budas de Bamiyán, se convirtió en un éxito mundial.

Estos días para mí tristes de la caída de Kabul, también he vuelto a otro referente sobre este conflicto. Un referente televisivo, la serie Hospital de Campaña (Combat Hospital en inglés), que está disponible en Movistar televisión. Producción canadiense-americana, hecha en 2011, diez años después del inicio de la intervención internacional en el país, que emitió TV3, que daba la visión humana del conflicto desde el punto de vista de un hospital del ejército canadiense en Kandahar, que atendía civiles y militares, y mostraba también el esfuerzo del personal médico femenino para educar sanitariamente a las mujeres afganas e intentar, con la colaboración de una agente de policía afgana, que estas pudieran superar las trabas culturales impuestas por hombres. Serie en la que la actriz Michelle Borth, una de mis musas eróticas que ahora interviene en Hawai 5-0, interpreta el papel de la cirujana Rebeca Gordon. Quizás por retratar un hospital de militares canadienses, tenían una actitud más empática hacia los civiles afganos que la que tendrían los miembros de una unidad médica del Estados Unidos. Pero es evidente que a Afganistán no fue la OTAN, la ONU y numerosas ongs sólo para matar a Bin Laden y destruir células de Al Qaeda, sino que se dijo a la población afgana que se la ayudaría a hacer una sociedad democrática y con más oportunidades para las mujeres, donde todo el mundo estaría escolarizado.

Tan cierto como que no se puede construir una democracia a base de bombardeos, un elemento que ha dificultado mucho la transformación de Afganistán ha sido el tribalismo y la corrupción que impregna la sociedad. 104 españoles han muerto en Afganistán en ataques o en accidentes, y en varias televisiones españolas aparecen estos días viudas de policías nacionales y soldados españoles muertos, lamentando que tanto dolor no haya servido para nada.

El presidente Ahsraf Ghani huyó, pero el vicepresidente Amrullah Saleh, proclamándose presidente en funciones, se ha refugiado con parte del gobierno en el Valle del Panshir desde donde el hijo del comandante Ahmad Massud ha llamado a la resistencia. El ex presidente Hamid Karzai y el ex primer ministro Abadullah Abadullah se han reunido con los líderes talibanes que querrían la bendición y colaboración de estos dos por el nuevo gobierno del ahora llamado Emirato de Afganistán y ganarse así una cierta legitimidad. Unos talibanes que dicen que han cambiado y dejarán trabajar y estudiar a las mujeres. No es un regreso a 2001 porque ahora hay internet y los jóvenes son diferentes a los de entonces, en Kabul emiten televisiones independientes muy críticas con los talibanes y en las ciudades se hacen manifestaciones donde la gente reivindica la bandera tricolor, frente a la blanca de los talibanes, por lo que el futuro todavía no está escrito. Falta todavía el último avión y helicóptero abandonando Kabul, dejando en tierra a miles de personas que se sienten engañadas y traicionadas. Aquella será quizás la última imagen de un fracaso.

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