Las fotos de Colón y el futuro de la derecha española

La derecha y la extrema derecha aprovecharon la ola de calor del segundo fin de semana de junio para volver a exhibir toda la artillería contra el independentismo e intentar reproducir la famosa foto de Colón. Una foto que, esta vez, no pudo ser porque salió escaldado de la primera y PP y Ciudadanos ya hicieron bastantes maniobras para alejarse de los de Abascal, que en esto de hacer ondear banderas, confraternizar con los franquistas y cantar El novio de la muerte son los mejores.

De los 45.000 manifestantes que fueron a la manifestación contra «el relator» a los 25.000 que ha habido esta vez convocados por Unión 78, hay un buen trecho. Incluso, si añadimos que en Barcelona sólo 200 personas siguieron la llamada, podríamos pensar que en cada colada han perdido una sábana. Pero, más allá de ver cómo Casado se escondía de la multitud y permitía que Díaz Ayuso capitalizara todo el liderazgo del PP, o de observar cómo Arrimadas ya no sabe cómo posicionar  su partido en un ecosistema que parece ahuyentar a los naranjas, la manifestación de la plaza de Colón sólo sirvió para que Vox pudiera continuar construyendo su narrativa. Porque en esto está instalada la derecha española cuando habla de Catalunya: más allá de propuestas concretas y voluntad de solucionar el conflicto, a la derecha y la extrema derecha españolas sólo les interesa mantener vivo el relato de la «rotura» o la «sedición «como herramienta de desgaste hacia el gobierno de Pedro Sánchez.

Ni desgaste contra el independentismo, ya que hemos podido comprobar cómo a cada exabrupto judicial interno hay un tribunal europeo que enmienda a la justicia española. Y, a pesar de que el independentismo tiene sus propios problemas de relato y sus propias razias internas, cuando lleva su caso a Europa hay quien no considera que estén tan sonados como quieren hacer ver los promotores de la fracasada foto de Colón. PP, Cs y Vox salieron a manifestarse, unos para que no se diga que dan la espalda a sus votantes, los otros porque les encanta fardar rodeados de banderas y alguna simbología franquista. Pero, ninguno de ellos lo hizo pensando ni un solo momento en Catalunya, donde el gran debate no se mueve entre los parámetros que plantean sino que el carril central lo ocupan todos aquellos que, de un modo u otro, tienen ganas de buscar una solución negociada al conflicto político. Incluso, el Círculo de Economía.

En Catalunya no sé si se abre un nuevo tiempo político aprovechando el cambio de presidente en el Palau y de líder de la oposición en el Parlament, pero sentir a Salvador Illa y Alba Vergés invitándose a una comida para revivir los viejos tiempos aprovechando que eran entrevistados colectivamente en el Via Lliure hace pensar que, al menos en las formas, podemos ir a mejor. Y, como la política también son formas, si empezamos por ahí puede que haya más buena sintonía a la hora de dar pasos firmes para llegar de una vez por todas a algún punto de acuerdo. Los indultos sólo son una solución parcial al conflicto, y nunca mejor dicho, porque ni ayudan a acabar con la cruzada judicial contra tantos y tantos ciudadanos que han sido represaliados ni solucionan el problema del exilio. Un exilio que, ya se ha visto, podía ser una carta ganadora a largo plazo a pesar de la pena de pasar años alejados de los que más aman.

Susana Alonso

La España mesetaria y política cada día está más alejada de la Catalunya real. Porque, incluso con el tema de los indultos, el que ahora es ministro Miquel Iceta lanzó ya hace tiempo un globo sonda que los ponía en la agenda política. Lo que no puede pasar, sin embargo, es que los indultos sean ahora el primer y último paso del PSOE -y consecuentemente del PSC- a la hora de intentar acercar posiciones con el independentismo. Igualmente como el independentismo es plural, y hay quien es más o menos pragmático, también el PSOE ha vivido inmerso en múltiples peleas internas que no lo han dejado avanzar como partido que ponga en valor la diversidad natural dentro del territorio español, como sí que pasó en Suresnes.

A la extrema derecha le ha gustado quitarse nuevamente las caretas en Colón, y avisar a PP y Cs que monopoliza el discurso de la confrontación. Con Cs en proceso de liquidación, el PP sólo tiene dos opciones: terminar de confraternizar con el filofranquismo y arriesgarse a convivir con la amenaza permanente de la OPA de Vox, o modernizarse y refugiarse en un liberalismo europeo bien entendido que -a pesar de que le haga plantearse muchas cosas- no debe olvidar que sacó los mejores resultados cuando dentro del partido algunos lo abrazaron, como Josep Piqué.

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