«Defiendo que los seres humanos no traicionen su naturaleza»

Entreivsta a Víctor Gómez Pin

Víctor Gómez Pin | Foto: Àngel Guerrero

Profesor de filosofía. Estudió en La Sorbona. Trabajó en Dijon y contribuyó a la creación de una facultad experimental de Letras, Filosofía y Pedagogía en la Universidad del País Vasco, donde dirigió el Departamento de Filosofía. Sus últimas publicaciones son “Tras la física. Arranque jónico y renacer cuántico de la filosofía” (Abada Editores), y el “El honor de los filósofos” (Editorial Acantilado).


¿Hay inteligencia natural, versus artificial?

Pues sí. De lo contrario no estaríamos hablando. Hay inteligencia lingüística, obviamente. Si estamos manteniendo una conversación, que se supone, con sentido, y por consiguiente se supone que tú eres un ser de lenguaje y yo también. Hay muchos tipos de inteligencia. Los animales tienen inteligencia, pero no lingüística. Entre otras cosas, para tener inteligencia hay que disponer de facultades perceptivas. Acabo de leer en el periódico que una rata ha sido condecorada por su habilidad en detectar minas. En tal sentido, nosotros tenemos una inteligencia mucho más deficiente. Pero la inteligencia no se agota en la percepción. Para tener modalidades de inteligencia que se dan entre los seres vivos (hay quien sostiene que las raíces de los árboles actúan de modo similar al de las neuronas), hay que disponer de rasgos fisiológicos, y un sistema neuronal, que se traduce en cosas tan ajustadas, como la capacidad de previsión. Entre todas ellas, hay una muy rara, que es la inteligencia lingüística, propia de las personas. Lo cual no quiere decir que los animales se comuniquen mejor que tú y yo. Disponen de códigos de señales admirables porque, en general, no tienen contradicciones, no son equívocos. Nosotros también disponemos de códigos que son buenos para la vida. Por ejemplo, el Código de la Circulación, que no permite equivocidad. El lenguaje, sin embargo, lo es, haciendo las cosas quizás más difíciles. Pero, de lo contrario, se hubiera perdido por ejemplo toda la historia de la poesía.

¿Nos determina el lenguaje, o cabe interpretarlo como una mera herramienta de comunicación, sin gran influencia en las cosas?

Agustín García Calvo que, por su talante, diríamos anarquizante, fuera a tener un gran cariño a Stalin, le tenía en muchísima consideración por un texto en el que mantenía que el lenguaje no es una superestructura. No es una cuestión que podíamos tratar como algo superficial. El lenguaje está en la infraestructura del ser humano. Para Chomsky el lenguaje es precisamente la naturaleza humana. El perro y esta rata tan famosa de las minas tienen su naturaleza, y nosotros tenemos la nuestra. Y yo soy muy partidario de defender nuestra naturaleza. Por consiguiente, defiendo su dignidad, legitimidad y veracidad. Defiendo que los seres humanos no traicionen su naturaleza. Es decir, no corrompan el lenguaje.

¿Qué lugar ocupa la materialidad, el cuerpo, en esta naturaleza?

Tengo un amigo que sufrió un Alzheimer tan brutal que su mente había dejado de existir. Era terrible. Porque, prácticamente, se había convertido, de alguna manera, en un animal. Soy, naturalmente, darwinista, materialista…, aunque suene a políticamente correcto, y yo no lo soy. Se conocen, más o menos, las condiciones genéticas de posibilidad del lenguaje, pero… La historia del mundo, aparece la vida, dentro de ella códigos de señales muy complejos (la propia vida es información, código de señales) y uno muy extraño (los curas dicen el Verbo se hizo carne, ¡Y menudo lío!) porque, cuando surge el lenguaje, aparece por primera vez un código de señales que no se limita a ponerse al servicio de la vida, sino que tiene sus propios intereses. El ser humano, por ser lingüístico, es el único esencialmente trágico. Implica tener conciencia de la inevitable finitud. Todo ser lingüístico, si no lo sabe porque se niega a ello, al menos en sueños se confronta a la verdad. Y el sueño es una cosa puramente lingüística.

¿El lenguaje cambia, se modifica, evoluciona… o, por el contrario, permanece, digamos, fijo, inalterable?

Hay una historia evolutiva, obviamente. Dentro del lenguaje, hay cosas que evolucionan, como la ciencia, que tiene unos objetivos. Pero el lenguaje mismo no evoluciona. De Homero a Lorca no hay una evolución. De la Física de los griegos a la física newtoniana, y de esta a la teoría de la relatividad, y a la mecánica cuántica, hay una evolución. De Homero a Lorca no hay progreso alguno.

De la inteligencia natural a la artificial, tan a la mode

La inteligencia artificial es un palabro y, en principio, una técnica admirable. Tengo amigos, como Rodríguez Bustinza, que trabajan en este campo, que surge durante la Guerra Mundial con finalidades militares, como tantas otras cosas. Hay una forma modesta e indiscutible de concebirla, que es la creación de sistemas que ayudan al ser cabalmente inteligente, al ser humano, en muchísimas tareas, que serían muy difíciles sin esos instrumentos. Algo de muchísima utilidad, en ámbitos como la medicina. Lo que ocurre es que hay concepciones de ella proyectivas. Que no están sustentadas en lo que la inteligencia artificial ha conseguido hasta ahora, sino en proyectos que hay que verificar. En ocasiones, para dar apoyo a posiciones ideológicas, que tienen muy poco que ver con la ciencia. Imagínate que, por las circunstancias que sean, tienes unas tesis ideológicas (El cúmulo de mentiras que el sujeto se construye para soportar su propia miseria), te construyes cosas que te parecen que, en el fondo, lo que te gustaría sería fundirte con otra realidad, ser una transición hacia un ente que será como nosotros, pero que estará sometido menos a la corrupción. Por ejemplo, un ser artificial más inteligente que nosotros.  A mí me gusta, a veces, conocer las cosas. No confundir un vaso con una copa, o un número par con uno impar. Y hago un juicio cognoscitivo. No cabe duda que esto va a hacerlo una inteligencia artificial, sin ningún problema.

¿Y los efectos, no tan deseados, de la inteligencia artificial por dónde pueden ir?

El que rapiña al débil (casi todo el sistema social actual) es un cerdo o, mejor, un canalla. Este es un juicio no cognoscitivo. Si digo esto es un vaso y tú una botella, apelamos al juicio de un tercero y lo aclaramos. El objeto nos pone de acuerdo. Sin embargo, afirmar que el que rapiña al débil es un cerdo no tiene tanta fundamentación en el objeto. Tampoco el juicio estético se sustenta en la objetividad. Somos inteligentes porque somos capaces de hacer juicios cognoscitivos, estéticos y éticos. Releyendo a “La Celestina” concluí que el mundo es como lo describe, lo encubre y lo prevé. Y hay que sorprenderse de que se haya podido escribir La Celestina. Esta es nuestra inteligencia: la que hace admirables juicios cognoscitivos, éticos y estéticos

¿Será posible hacer lo mismo con la inteligencia artificial?

De momento, no. Si coges un libro de inteligencia artificial, lo que hay son algoritmos. Algo no tan extraño. Ya los pitagóricos reducían a matemáticas incluso los sentimientos. Mi amigo, el físico Javier Tejada, utiliza una metáfora muy usada, pero que ahora resulta pertinente. En la historia del mundo, contada en una película que durara tres horas, la aparición del ser humano sería una décima de segundo. El espectador saldría del cine sin haber visto al ser humano. Sin embargo, en esa fracción de tiempo, se ha construido toda la historia de todo lo anterior. Aquí hay un círculo vicioso. El lenguaje da cuenta de muchas cosas. La ciencia es un lenguaje. La teoría de la relatividad se le ha ocurrido a un ser lingüístico. Ahora ¿Hay ciencia del ser humano? Como animal sí, pero ciencia de tu naturaleza lingüística, no. Eso sería como si el lenguaje hiciera ciencia de sí mismo. Es como si la matriz, la causa de la ciencia, se tomara a sí misma como objeto. Hay lenguaje y dentro de él, está la ciencia.

¿A estas alturas, en que parajes se pueden hallar consecuencias, más o menos tangibles, de la inteligencia artificial?

En estos momentos, hay muchísimos proyectos de inteligencia artificial. Y, más allá, de sus aspectos técnicos, tienen inevitablemente como destino la filosofía. Está de mucha actualidad el debate sobre, por ejemplo, la derivada ética de la inteligencia artificial, en la que está Rafael Yuste. Se reclama ya una deontología para quienes trabajan en inteligencia artificial, incluidos los futuros robots. Por ejemplo, que no puedan usar sus facultades contra su creador. Si apuestas a que pueda haber un ser artificial que llegará a tener todas las características del ser humano, tienes que decir que, además, tendrá todas las características que han hecho posible que la historia del ser humano, siendo una historia de la devastación, haya hecho posible desde Homero a la teoría de la relatividad, pasando por Mozart.

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